Llevamos más de un año bajo un Gobierno partido en dos, con un Ejecutivo incapaz por opción, y un Congreso que solo busca controlar al Estado para repartir favores, mientras estamos en medio de una crisis económica más o menos global, creada por el pos-Covid, la invasión rusa de Ucrania y por las tensiones en el orden internacional. En otras palabras, es un tiempo difícil, que estamos complicando aún más.
Al mismo tiempo, la cumbre APEC tendrá lugar en Lima en 2024, y por tercera vez seremos el mejor restaurante del mundo sin saber por qué o para qué. Sin duda, hay especialistas en Cancillería con una agenda clara, pero si la clase política y la sociedad civil no se integran a esa conversación, ¿de qué sirve?
Los cambios en el orden internacional son particularmente críticos. BRICS, a pesar de sus contradicciones, aparece como una alianza que intenta proponer alternativas al sistema financiero internacional; pero como una alianza económica y no política, básicamente ofrece una ruta en la que los valores democráticos son secundarios a la contra hegemonía anti EEUU. BRICS está llena de problemas: democracias como India, en un giro autoritario; Brasil, con conflictos severos de estabilidad política; y Sudáfrica, casi capturada por la corrupción dentro del partido de Gobierno, agrupadas con autoritarismos como China, Rusia y los nuevos convocados: Egipto, Arabia Saudita, Emiratos y Etiopía. Salvo ser anti EEUU, lo que une como proyecto político a BRICS es tenue y contradictorio.
Lo que une a la alianza convencional de democracias liberales con BRICS es la falta de centralidad de la crisis climática en sus acciones. Sin duda, la UE está avanzando en el tema más que otras partes del mundo, pero no es suficiente, mientras que EEUU avanza menos de lo debido. En el otro lado, países como Arabia Saudita intentaron evitar que en la reciente COP se declarara la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, y tanto China como India aumentan el uso de carbón mineral como fuente energética.
El Perú necesita ya desarrollar posiciones claras sobre los asuntos globales, que vayan más allá de apertura comercial. La preservación de la democracia y la respuesta a la crisis climática deberían ser tema de discusión seria; en cambio tenemos creación de universidades imaginarias y crisis dentro de la coalición oportunista al no lograr definir cómo terminar de capturar el Estado. No hay nada que esperar de la cosplayer presidencial, pero incluso un movimiento de protesta que se trajese abajo al Gobierno y al Congreso, ¿pondría estos temas en agenda? ¿Permitiría definir cómo enfrentar desafíos centrales que no controlamos desde nuestra mínima capacidad de influencia global?