En una conversación política sale el nombre de una persona, el que lo menciona considera que podría ser un buen gobernante, pero su interlocutor de manera rápida descalifica su propuesta diciendo: “No, porque no tiene abolengo…”. La creencia de que para ser líder o héroe es necesario tener abolengo se ha repetido a lo largo de nuestra historia universal, en sus pasajes encontramos evidencias de que el sitial del líder y héroes estaba destinado para los que provenían de las familias denominadas “patricios”. Homero en sus magistrales obras como la Ilíada y Odisea, encumbra como héroes a príncipes como Ulises, Aquiles, Héctor, y deja señalado el camino de Eneas.
Esta afirmación estaba interiorizada en la población, por ello aceptaban que el liderazgo y el heroísmo estaban reservados para los patricios. Hasta que hubo un punto de quiebre, Jesús de Nazareth irrumpió con un mensaje profundo de reivindicación de la mujer y de los perseguidos por defender la justicia. Cuando Jesús visitó a Lázaro, que vivía con sus hermanas Martha y María, permitió que María participe en las conversaciones, lo cual no era normal, los rabinos de ese entonces decían: “Gracias, Dios, por no haberme hecho mujer”.
En otro pasaje encontramos que Jesús sube a la montaña desde donde ante un gentío reivindica la virtud de la justicia, da importancia a los ciudadanos de a pie con mensajes profundos tales como: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia…”, “Vosotros sois la luz del mundo…”. Es decir, les dice que también son importantes. Estos mensajes marcaron un antes y un después.
Ese punto de quiebre también ha llegado a nuestro quehacer nacional. En la actualidad, para ser líder ya no se requiere tener abolengo (“ascendencia distinguida”), se requiere tener alta solvencia moral, sensibilidad social y capacidad profesional. Es decir, tener sólidos principios éticos, empatía y conocimientos para poder solucionar los problemas que aquejan a la sociedad.
El liderazgo debe estar orientado por las virtudes humanas más elevadas, como son la justicia, la libertad y la solidaridad. Estas nos darán la fortaleza para enfrentar con éxito, entre otros aspectos, el engendro legal con el que desde el Congreso de la República algunos partidos políticos en alianza o solos están destruyendo la institucionalidad de nuestro país, estos han convertido a esta importante institución en una maquinaria que está demoliendo nuestra democracia, dictando normas y leyes, muchas de ellas inconstitucionales o simplemente responden a intereses subalternos.
Sus impulsores se autocalifican como católicos, provida, profamilia y anticaviar, hablan en nombre de Jesús, pero su actuación va en dirección contraria a su prédica. Impulsan la impunidad, amparan la corrupción y las economías criminales, la violación de los derechos humanos, reivindican la mentira y enarbolan la bandera del odio.
Son orientados por los pecados capitales como la codicia y la vanidad. En su afán de perpetuarse en el poder y satisfacer a sus patrocinadores, han elegido magistrados a su medida para que conformen el Tribunal Constitucional, elegido a un defensor del Pueblo con acuerdos nada santos, destrozaron la Sunedu y la reforma educativa. Actúan con una visión cortoplacista e interesada muy lejos del interés de la nación. Han convertido a la presidenta de la República en un satélite que marcha a su ritmo. Pretenden tomar la Junta Nacional de Justicia para controlar la ONPE y el Reniec con el objetivo de que estos les garanticen resultados electorales favorables.
Que la fuerza del sermón de la montaña nos impulse a rescatar a nuestra patria de las fuerzas oscuras que hoy gobiernan y hagámoslo con principios éticos más que con abolengo, porque el Perú ha nacido para vivir en democracia. ¡¡Feliz Navidad!!