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Opinión

El silencio de los corderos, por Marisa Glave

“Toca una vez más organizarse, no dejarse vencer por la apatía, salir a defender lo que es nuestro”.

larepublica.pe
GLAVE

Los 90 fueron calificados como la década de la antipolítica y sus últimos años, los del envilecimiento de la ciudadanía y de la opinión pública. Carlos Iván Degregori decía que el manejo final de los medios de comunicación, del Ministerio Público, del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, por parte del régimen fujimontesinista, buscó quebrar las defensas morales de la sociedad. Nos habíamos acostumbrado “a vivir con el asesino al lado, callados, en el silencio de los corderos”.

Hoy pareciera que vivimos una precarización similar. El espectáculo de la política es cada vez más parecido al cine gore, hay una teatralización de la destrucción institucional violenta. De manera grosera se copta, se mutila, se desfiguran instituciones clave y dejan a los espectadores sin capacidad de reacción.

Mientras escribo estas líneas, más de 100 congresistas eligen a un miembro más del Tribunal Constitucional, y es probable que hoy alcancen los votos necesarios para destituir de manera exprés a la Junta Nacional de Justicia. Hemos sido testigos de lo que este TC elegido a imagen y semejanza del Congreso es capaz de hacer: condonar deudas millonarias, darle mayores poderes al Congreso para volverlo prácticamente intocable, permitiendo que tengan iniciativa de gasto, o liberando a Fujimori.

El manejo político del TC es evidente y pese a ello una vez más Perú Libre y el Bloque Magisterial le dan los votos al fujimorismo y sus aliados para consolidar su dominio sobre esta institución. El bloque de poder que se ha impuesto hoy en el Perú los incluye, están unidos por intereses subalternos que se colocan por encima de los de nuestra patria.

Como en Guatemala, lo que tenemos es un “pacto de corruptos”. Pequeños grupos de interés –a los que seguimos llamando partidos políticos– que pese a sus diferencias discursivas tienen elementos de unidad mayores: la búsqueda de la impunidad y el manejo del aparato público para el favorecimiento de sus negociados. La degradación de la clase política es tal que se repite el “nadie es monstruo si lo somos todos” de Beauvoir. Controlan desde el Congreso al TC, a la Defensoría del Pueblo, al Gobierno de turno y hoy pretenden avanzar destituyendo a la JNJ. Si eso no es una dictadura congresal ¿qué cosa es?

Lo escalofriante de esto es el silencio aparente en la sociedad. Quienes vivimos la etapa final de los años 90 recordamos también que parecía que la sociedad peruana no se movilizaría, que lo aplastante del régimen nos dejaría congelados. Pero poco a poco la oposición social al régimen se hizo más fuerte. Hoy, poco a poco empiezan a salir ciudadanos y ciudadanas a la calle, con memoria y con dignidad. Toca una vez más organizarse, no dejarse vencer por la apatía, salir a defender lo que es nuestro.