Hace décadas está instalada la idea de que solo las minas contaminan en el Perú. Esa corriente obedece a los pasivos ambientales que dejaron varias transnacionales; con la legislación de los 90, deben respetar ciertos estándares. Pese a estos avances, “la narrativa” persiste y, ante la dicotomía “agro sí mina no”, la pulseada se inclina a favor de la agricultura, sobre la cual se plantea una visión idílica: “nuestra despensa natural”, ¡qué haríamos sin alimentos!, dicen “los ecologistas”. La agricultura garantiza la sostenibilidad alimentaria de un país, sin embargo, ningún organismo supervisa cómo llegan los productos frescos a las mesas.
La semana pasada, en Arequipa, varias instituciones presentaron el segundo monitoreo de agroquímicos en alimentos. Con notario público han recogido muestras de los mercados y supermercados de cuatro ciudades: Arequipa, Cusco, Huaraz y Huánuco.
El laboratorio Mérieux procesó 103 muestras. De esta cantidad, 44% de verduras tienen insecticidas que superan los límites máximos permisibles (LMP). En el Perú, la norma ambiental es blanda, si esos mismos productos se comercializaran en la Unión Europea, 70% sería rechazado. El tomate es uno de los más contaminados.
Se le encontró hasta cinco sustancias: predominan el fipronil y carbofuran, ambos están en 1280% y 800%, respectivamente, de exceso. El peruano es amante del chifa; ahora debería pensarlo dos veces antes de saborizar esta variedad culinaria con la cebolla china. En las muestras contaminadas se encontró triadimenol con 1600% de exceso. El pimentón, el apio y la lechuga tienen LMP altos.
Todos estos contaminantes provienen de los agroquímicos que utilizan los agricultores para controlar las plagas. No tienen otra alternativa barata. Hay maneras ecológicas de enfrentar a mosquitos o gusanos que devoran los cultivos, empero, faltan las políticas públicas para promover los sembríos orgánicos. Y ¿quién controla el uso desmedido de plaguicidas? Predomina el peloteo entre Senasa y los municipios, dice el especialista Jaime Delgado. Si no se hace algo, el cáncer al aparato digestivo seguirá en alza.