La enfermedad cardiovascular isquémica es la primera causa de muerte en el Perú, solo superada por el COVID-19 (2020-2021), y que a partir del mismo covid ha incrementado su tasa de mortalidad de 39 (2019) a 72 (2021) por cien mil habitantes.
El infarto agudo de miocardio sucede cuando hay una obstrucción de las arterias que irrigan una parte del corazón. Será más grave cuando esto implique mayor cantidad del tejido, y su causa está relacionada con el consumo de tabaco, obesidad, colesterol alto, sedentarismo, diabetes, mayor edad y antecedentes familiares.
Para evitar que el tejido del corazón muera por esta obstrucción de la arteria que le lleva oxígeno y alimento, se requiere remover esa obstrucción en el menor tiempo posible. Ya sea con medicamentos (fibrinolisis) o con intervenciones (cateterismo cardíaco) en centros especializados.
Lamentablemente, el único centro en el país disponible las 24/7 para ello es el Instituto Nacional del Corazón de Essalud en Lima. El cateterismo es realizado por cardiólogos intervencionistas, quienes se forman en el extranjero, son menos de 50 para todo el país y no están en todas las regiones.
No todo infarto es una sentencia de muerte, con los tratamientos disponibles, esto es cada vez menor (3% en países OCDE). El problema hoy es tener acceso al tratamiento adecuado y que este sea en el tiempo correcto. Un estudio en 25 hospitales peruanos encontró que la mortalidad intrahospitalaria por infarto en 2020 fue de 8,5%, casi el triple que en países OCDE, y la sobrevida al año fue de 85%, siendo mayor en quienes tuvieron el tratamiento correcto precozmente.
Para mejorar el acceso oportuno al tratamiento, con el apoyo de cardiólogos, se planteó en 2021 la Ley del Infarto Agudo de Miocardio (521/2021), que está encarpetada en la Comisión de Salud del Congreso y su debate debería ser prioridad.