Vivimos tiempos de confrontación. El Congreso está sometiendo a los demás poderes, ya lo hizo con el Ejecutivo y ahora está tomando al Judicial, seguirá con los organismos electorales y habrá consumado la dictadura parlamentaria. Por su lado, la oposición está en movimiento, la marcha del sábado pasado representa un esfuerzo de las clases medias por retomar la acción política, que hasta ahora y en exclusividad había estado a cargo de los sectores populares. Además, las instituciones también reaccionan contra el autoritarismo y en todas se libran batallas internas. No hay duda, el Perú está viviendo un período de intensa lucha interna, como tantas veces en su historia.
Pero también se registran iniciativas en sentido contrario, malo que bueno, la concertación también hace su camino. Es el caso de la Cámara Peruana de la Construcción, Capeco, y la Federación de Trabajadores en Construcción Civil, FTCC. En efecto, desde hace dos décadas, estas entidades negocian el pliego de reclamos en conversaciones formales que han fortalecido a ambas instituciones, con elevada conformidad de sus bases.
Comencemos por la línea del tiempo, los acuerdos en construcción civil empezaron durante Toledo, tuvieron un gran remezón durante el segundo García y, después de sobrepasarlo, han seguido adelante hasta hoy. De alguna manera son uno de los pocos efectos positivos de la transición que han tenido continuidad.
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El tema clave de estos acuerdos es la negociación por rama. Como somos un país de miles de pequeñas empresas y solo son grandes unas pocas, la negociación por rama es la única forma de protección efectiva de los trabajadores. Una sola entidad gremial que represente a todos, porque las obras van cambiando y el personal pasa de una empresa a otra.
Así, la Federación de Construcción Civil se fortalece y gana sentido de responsabilidad. Tiene que hacer las cosas bien porque representa miles de átomos que podrían abandonarla y dejar a la institución sin piso. Solo conserva a su masa si sus acuerdos con la patronal son ventajosos para el grupo. Esa mayor responsabilidad es la clave del fortalecimiento institucional y, en efecto, hoy en día es evidente el peso de esta Federación en el debilitado mundo sindical peruano.
Pero qué gana la patronal. En primer lugar, tranquilidad social, en medio de un país tan caótico, el sector registra cero conflictos durante años. Ninguna baja que lamentar. En relación con los demás sectores productivos, queda claro que es un logro, pero también una ventaja comparativa. El aspecto laboral del negocio es estable.
Por otro lado, en época de García hubo reconocimiento de federaciones paralelas y se extendió la extorsión a los empresarios, como en tantos otros sectores y regiones del país de hoy. Pero se cortó de raíz gracias a un entendimiento con la FTCC. Para ello, Capeco aceptó que la Federación sea el canal para la contratación del personal y, a la vez, ella garantizó la calidad técnica y la idoneidad del personal. Con ello se acabaron los cupos y, por el contrario, se dio paso a cursos de formación en los que participaron ambas entidades en forma conjunta.
Otro elemento es la formalidad. Todos los años, en fecha determinada, las dos partes se reúnen para discutir el salario y las condiciones de trabajo. Tienen cronograma y saben cuándo negociar o romper. No hay espacio para tácticas dilatorias.
Este caso conlleva una pregunta, por qué la negociación por rama no se ha extendido a otros sectores laborales a pesar de sus buenos resultado en construcción civil. A la vez, encierra una lección, en tiempo de intensa crisis política, las instituciones sociales suelen ser la solución. Mientras dure el desorden arriba, es mejor ordenar el país desde abajo.