Con pocas excepciones, el humor y el entretenimiento peruanos se han sostenido histórica y sistemáticamente en la humillación dirigida hacia poblaciones vulnerables como las mujeres, las personas LGTBIQ+, negras, indígenas, gordas, viejas, con discapacidad, con algún tipo de condición en el habla, pobres, etc.
Fundamentalmente, ser una figura pública y tener un perfil que no se ajuste a los estándares de aquellos que controlan la escena mediática es suficiente para ser objeto de burlas y violencia verbal camufladas bajo la etiqueta de 'humor'. Esto puede ocurrir tanto en el ámbito televisivo cómico como en el mundo de la farándula local.
Caer en este tipo de actos es riesgoso, y lo es aún más en esta última categoría. Aunque este espacio se considere banal, superficial e irrelevante en comparación con los temas que deberían ser de interés, representa una amenaza. Esto se debe a que, como resultado de estas percepciones colectivas, se propagan y respaldan constantemente discursos transfóbicos, clasistas, racistas, misóginos y más.
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Hace unos días, en el segmento ‘La casa de Magaly’ producido por el programa de Magaly Medina, el conductor Andrés Hurtado llamó ‘‘mascota’’ y el maquillador Carlos Cacho señaló que ‘‘cree que está en Bagua Grande’’ refiriéndose a Etza Wong, La Uchulú, mujer trans y actriz cómica nacida en Pucallpa. Estas declaraciones, que fueron duramente criticadas en redes sociales por racistas y discriminadoras, apenas merecieron una breve justificación por parte de Medina. ‘‘Se olvidan que los están grabando’’, dijo.
Aunque es triste y de alguna manera predecible que este tipo de prejuicios sean compartidos por muchos peruanos y peruanas, es revelador que se expresaran en la televisión abierta en horario estelar, sin desencadenar un escándalo nacional, como señaló la periodista Suiry Sobrino. Esto deja en evidencia que el humor y el entretenimiento hegemónico en el Perú no han evolucionado; por el contrario, continúan enalteciendo las mismas bases violentas de siempre. En el Perú hay problemas que indignan todos los días y todo momento. La persistente noción de que algunos peruanos valen más que otros, extrapolada incluso a espacios aparentemente superficiales como la farándula, merece nuestra máxima atención.