El sábado 11 de junio de 2011, sicarios en motocicletas ejecutaron a balazos a Jyotirmoy Dey, el reputado jefe de investigaciones del periódico Mid-Day, de Bombay, India. Sus colegas sospechaban que el asesinato había sido encargado por el capo del crimen organizado, Chhota Rajan, sobre quien Dey había publicado recientemente varios reportajes que describían sus actividades ilícitas, incluyendo vinculaciones con la policía local. De pronto, el curso de las indagaciones cambió cuando algunos medios difundieron que una periodista había sido la instigadora del homicidio, según una filtración policial.
“Diez hombres fueron detenidos y Chhota Rajan fue acusado por el crimen. Pero, en un extraño giro de todo el episodio, Jigna Vora, de 37 años, una periodista que entonces era subjefa de la oficina del diario Asian Age, fue arrestada por la policía por instigar el asesinato”, escribe Jigna Vora en sus memorias tituladas Behind bars in Byculla: my days in prison (Tras las rejas de Byculla: el tiempo que estuve en la cárcel).
“Esa periodista era yo”, apunta Vora, como si lo sucedido hubiera ocurrido ayer.
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Sobre la base del libro, la serie ‘Scoop’ (‘Primicia’, Netflix) relata la espantosa experiencia que tuvo que afrontar Jigna Vora por una falsa imputación. Estuvo encerrada en la infernal cárcel de Byculla, entre delincuentes sobre cuyas actividades criminales había publicado. Pero más horrible todavía resultó para la periodista que sus colegas repitieran las mismas mentiras, en especial de sus competidores, que encontraron la oportunidad de apuñalarla repetidas veces por la espalda, sin la oportunidad de defenderse. Los identificó con rapidez. Eran los que nunca logran nada por mérito propio. Los que jamás salen a la calle a buscar la información. Solo copian, reproducen y regurgitan lo que les filtran.
Un jefe policial llegó a decir que había encontrado 36 comunicaciones entre la reportera Vora y el capo Rajan, información que nunca se documentó.
“Me acusaron de entregarle a Chhota Rajan la fotografía, el número de teléfono y las direcciones de la oficina y la casa de mi amigo Dey. A la policía se le ocurrió la idea de que yo había instigado a Rajan para matar al reportero Dey”, escribe.
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Estuvo presa entre el 25 de noviembre de 2011 y el 27 de julio de 2012, pero, incluso luego de salir en libertad, sus detractores siguieron mintiendo sobre ella. Casi siete años después, finalmente, llegó la absolución. Y a Rajan, la cadena perpetua por la ejecución de Dey.
“Durante ese tiempo fui etiquetada como una asesina. Mi hijo fue etiquetado como el hijo de una asesina. Mi familia fue etiquetada como la familia de una asesina”, dice la periodista al final de la serie: “He perdonado a todos, pero no puedo olvidar”. La destruyeron, pero no la derrotaron, como escribió Ernest Hemingway.