Por: Augusto Álvarez Rodrich
A los dos padrinos principales de Pedro Castillo en la región, Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro, se les empieza a ver el fustán de asuntos propios de bandidos.
El señor López se ha propuesto defender a los carteles de la droga de su país usando el principio de la no intromisión en asuntos de otro país que, sin embargo, olvida cuando protege al golpista de Sarratea, y como respuesta a la propuesta de dos decenas de fiscales de Estados Unidos para declarar terroristas a los narcotraficantes mexicanos luego del asesinato, ordenado por estos, de dos americanos en la frontera.
López usa el nacionalismo ante un ‘terruqueo yanqui’ y dice que en su país se puede ‘arreglar’ todo —eso ya lo sabemos—, pero generando sospecha de que el amor no sea por allá en el chancho grande, sino por otro chicharrón.
El asunto tiene que ver con el Perú. Cuando empezaba la defensa ardorosa de López al fracasado dictador peruano, Mirko Lauer comentó: “Cuando más estúpido el gobierno peruano, mejor fluye la mercadería hacia los grandes carteles mexicanos. AMLO solo quiere reconocer a Pedro Castillo como presidente; qué rico”.
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Petro, a su vez, acaba de suspender la captura de 19 guerrilleros exmiembros de las FARC —algunos presos— pese a que, sostienen expertos colombianos, no han hecho nada por la paz.
En ‘4D’ de LR+ hemos entrevistado al ensayista mexicano Enrique Krauze y el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince y sus testimonios coinciden, en cada caso, en el espíritu mesiánico de López y Petro. Las cosas son como ellos creen que son porque ellos lo afirman.
Petro y López tienen otra coincidencia: sus hijos son investigados por las fiscalías por nexos con el crimen: a José Ramón López, quien lleva una vida de lujo en Houston, por lazos indebidos con un contratista de Pemex; y a Nicolás Petro por cobro de comisiones a empresarios y presos a los que se les prometían favores presidenciales.
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La izquierda peruana considera a López y Petro “nuestros hermanos de América Latina” en su lucha política en el país, pero debieran ser más cautelosos y recapacitar sobre la conveniencia de tener como referentes a un par que más parecen unos bandidos (sea dicho esto con el perdón de los bandidos).