”En la carrera en que andan los periodistas debe haber un minuto de silencio para reflexionar sobre la enorme responsabilidad que tienen”, aseguraba Gabriel García Márquez en una entrevista con María Elvira Samper, publicada en Semana, Bogotá, 14 de marzo de 1989. Este 1º de octubre, fecha en la que se celebra “el oficio más hermoso del mundo”, como lo describió también Gabo, escritor y periodista colombiano y universal, hagamos un alto para esa necesaria evaluación de la marcha de nuestra actividad.
La confrontación con el poder es un clásico. No hay periodismo sin esa necesaria dosis de incredulidad y celo que permite los grandes destapes y que impulsa a que se hurgue en el espacio público, aún en el más celosamente guardado. Hasta ahí llegará un reportero con las preguntas correctas para ponerle reflectores a lo que pretende mantenerse escondido.
Tampoco hay periodismo sin rigurosidad. El hecho es el que manda. No hay análisis, interpretación que lo sustituya. Y al relato fiel de los hechos se aboca un buen periodista, tratando de evitar cualquier carga que lo distorsione o afecte.
El periodismo es también el interlocutor invisible. Es un mediador con la sociedad, que va a hablar a través de sus preguntas, en esencia porque la profesión se orienta hacia el servicio público, hacia el bien común, hacia dotar de voz a los sin voz. Esta es la labor que más respaldo o rechazo recibirá, porque se trata de amplificar la conciencia ciudadana hacia la realidad y su abigarrada complejidad, sin distorsiones ni enmendaduras.
En esta celebración, hay también que tomarse un tiempo para evaluar qué se está haciendo mal y cuál es la razón de la crítica ciudadana y su desconfianza creciente. Desde el momento en que el protagonista de la noticia es el periodista, ya la distorsión está perjudicando el oficio. La primicia como una razón de ser, sin evaluar en el camino la fuente y su credibilidad, nos coloca en el territorio de la especulación que es opuesto por definición a la exactitud de la investigación, que es la fuente magistral del periodismo.
Las transgresiones éticas no deben convertirse en una patente de corso, ni generalizarse. La autorregulación es un camino de ida y vuelta. Se exige no intervención, pero se entrega a cambio la fidelidad a la verdad y el compromiso con la calidad informativa.
Dicho esto, este 1º de octubre hay que recordar a los hombres de prensa que partieron producto de la pandemia, a los reporteros que cada día enfrentan graves riesgos por llevar la noticia a todos los rincones del país y quienes responden con calidad y verdad a los retos que impone hoy el oficio más hermoso del mundo.