El último sábado estuve en la FIL de Lima presentando uno de los libros más importantes para aprender escribir con propiedad, La redacción no se improvisa, del maestro Jesús Raymundo. Un manual que explica, de forma sencilla, las normas y técnicas para redactar con claridad, coherencia y precisión.
Me acompañaron en la mesa los profesores Sonia Luz Carrillo, Jorge Coaguila y el autor. Fue una fiesta de la escritura en varios niveles. Regresar a la feria después de la pandemia, estar rodeado de maestros y enfocar el tema de la escritura correcta, un uso que a muchos les parece un arte menor.
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El profesor Jesús Raymundo es un perseguidor de gazapos, esos yerros lingüísticos, leves o graves, que por inadvertencia dejamos escapar quienes escriben o hablan y que cometemos sobre todo los periodistas al redactar. Buen tiempo vive en ese propósito: corregir y enmendar los errores en la escritura y ese trabajo lo ha llevado a publicar su libro –que ya llegó a su cuarta edición y que hoy tiene un prólogo escrito por Víctor Hurtado– y que es una guía para lograr textos de calidad.
Eso para evitar los deslices y pifias, que como él mismo advierte: “Son pocos, pero son, lo malo es que se cometen mañana, tarde y noche, porque no hacemos una autocrítica”.
Ya lo he señalado, escribir es corresponderse, representarse y estilar. Además, el escribir es un acto con tacto y jamás de facto. Como decía ese gran periodista español Alex Grijelmo, que todos utilizamos términos al fin para comunicarnos, palabras, quería decir, y que él andaba apasionado de su materia prima y última porque el periodismo, por ejemplo, se basa en la palabra, y la pasión por el periodismo lo llevó a la pasión por la palabra.
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Creo, al igual que Jesús Raymundo, que el escribir es interpretar un sistema. Es más, un método, el más preciso. Que, al ser una estructura escribal, obliga a la rigurosidad pasional. Escribir así es poesía matemática. Aritmética cantada, geometría de sueños y gramática de metáforas. Un tinglado de verdades, dirían algunos, un tejido, digo yo. Un huso para el uso urdido de un tramado exacto. Un trenzado de disciplinas artísticas y la exactitud filológica y académica de la libertad.
Conozco a Jesús Raymundo de antiguo. Más que su vida, su obra de sobra. Es periodista, de aquellos que sangran tinta y, más que raza, tiene masa.