Esta semana, a la tensión política, se han añadido estallidos sociales de diversa índole. Protestas de sectores campesinos por el incremento de los precios de fertilizantes, que coincidieron con las de transportistas por el alza del precio de los combustibles. Ambas fueron apoyadas por sectores de la población que no logran sostener la canasta básica por la inflación que afecta productos esenciales. El gobierno señala que esto es efecto de una crisis internacional, lo que en parte es cierto.
Pero las señales de esa crisis estaban hace semanas y no hubo ninguna reacción. No hubo ningún interés ni del premier, ni del ministro de Economía, ni del propio presidente de pensar en medidas para paliar la crisis. Las medidas aparecen tras 7 muertos en las protestas.
Se ha hecho evidente que el gobierno está más preocupado en mantener las cuotas y repartijas que eviten una vacancia que en gobernar. El presidente, lejos de pensar en el pueblo y sus necesidades reales, se ha vuelto preso de las prebendas para contentar a Perú Libre y su secretario general, a las bancadas que le dan soporte básico y a sus “niños”. Esta manera de sobrevivir, de espaldas a la ciudadanía, le está pasando factura. Desde Huancayo y recorriendo muchas regiones como Cusco, Ica, San Martín y Piura, miles gritan “Castillo, ¡cumple tus promesas!”.
Y si esto no fuera suficiente, el 5 de abril amaneció la capital con estado de emergencia e inamovilidad general. La medida era desproporcionada e inconstitucional. Pero, sobre todo, era insostenible. Hubo desacato masivo y sirvió de pólvora para una movilización masiva en Lima exigiendo la salida de Castillo, movilización que los promotores de la vacancia buscaban hace meses y no lograban. Junto a ciudadanos indignados, salieron grupos violentos como La Resistencia y otros que realizaron desmanes e incluso asaltaron el Poder Judicial, en un acto premeditado según la propia doctora Barrios. Estos hechos deben investigarse y sancionarse.
Junto al vandalismo, estuvo también el clasismo y el racismo. Gritos como “serrano de mierda” o “lárgate a tu pueblo” no pueden pasar por agua tibia. Quienes salieron por un sincero malestar ciudadano no pueden apañar estas acciones.
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El presidente Castillo señaló ayer que busca “enmendar sus errores”, pero el nombramiento del nuevo ministro de Salud solo muestra que mantiene la lógica del cuoteo. Lo único que aún le queda a su favor es que el Congreso tiene peor aprobación que la de él. Casi 9 de cada 10 peruanos rechazan al Congreso. Es absurdo que la derecha golpista crea que pueden sacar al presidente Castillo y mantener el Parlamento. El grito ¡cierren el Congreso! está también presente en muchas manifestaciones.
Si la dinámica política se mantiene así, con sus actores de espaldas al país y centrados en sus intereses, tomará cada vez más fuerza la consigna: ¡que se vayan todos!