2021 venía tan cargado de acontecimientos —bicentenario, elecciones generales— que el calendario dominante dejó pasar otras oportunidades atractivas.
Por ejemplo, 2021 fue el año de la “economía creativa” según Unesco, aunque en el Perú pasó desapercibida esa efeméride junto con su potencia seminal.
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Con todo y gracias a la iniciativa de algunos creyentes en la innovación — incluida está servidora—, el Ministerio de Cultura (Mincul) tomará el reto de prolongar la estela del 2021 que se fue: “Despedimos el 2021, Año Internacional de la #EconomíaCreativa para el Desarrollo Sostenible, con el compromiso de crear un ecosistema favorable para que más peruanas y peruanos conviertan sus ideas e imaginación en medios de vida”, anunciaba la semana pasada en Twitter la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Sonaly Tuesta.
En pleno siglo 21, las economías más prósperas se enfocan en el desarrollo de intangibles, productos y servicios basados en la innovación y la digitalización. Con más razón en tiempos de pandemia. No en vano, expertos internacionales —Jeannotte (2021)— han señalado que, a pesar de la COVID-19, las actividades creativas han sido altamente valoradas, lo cual conduce a cuestionarse cuál será la “nueva normalidad” para este sector en los siguientes años.
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Ciertos países se inventan un acervo cultural, mientras otros países atesoran un “saber hacer” esperando entregarlo al mundo. Este es el caso del Perú. Y esa tarea demanda un empaquetamiento comercial que solo se logra dentro de un mercado ad hoc.
2022 será el tercer año de la pandemia y los esfuerzos apuntan a dibujarlo como el primero en la construcción de un nuevo mercado basado en el conocimiento creativo. Estemos atentos a las buenas nuevas.