Bettina Woll (*)
El mundo está en alerta roja. La crisis climática ya es un hecho y muchos de sus efectos no tienen vuelta atrás. Al respecto en el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD lanzamos una severa advertencia: si seguimos presionando nuestro planeta, el progreso humano se detendrá. Estamos en la llamada era del Antropoceno donde somos las personas la mayor amenaza para nuestra propia sobrevivencia.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), por tanto, llega en un momento crítico para la humanidad. Los líderes mundiales que se congregan esta semana en Glasgow, Escocia, tienen la responsabilidad de ir más allá de las promesas políticas y dar un paso decisivo para nuestro futuro. Nos quedan únicamente 8 años para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a menos de la mitad, de tal forma que nos mantengamos por debajo de los 1,5 grados de calentamiento y evitemos una catástrofe climática.
Urge mitigar para limitar el calentamiento global, pero también adaptarse y fortalecer la resiliencia de aquellos países que más sienten —y sentirán— los impactos climáticos. Y Perú es uno de esos países, dada la alta vulnerabilidad de sus ecosistemas, a la cual se suma la dependencia de sus poblaciones con la naturaleza y las profundas desigualdades que enfrentan.
Sequías prolongadas, lluvias más intensas, pérdida de los glaciares y aumento de la temperatura son algunas formas en que la crisis ya golpea al país, poniendo en peligro a millones de personas, sobre todo aquellas más pobres. Son precisamente las poblaciones en situación de pobreza las más vulnerables al clima, ya que tienen menor capacidad de recuperación y muchas veces dependen más de los ecosistemas.
Por otro lado, el cambio climático también tendrá un gran impacto en la economía nacional, profundizando las inequidades ya existentes. Al 2050, este provocaría la caída del 20% del PBI del país, según un estudio del Banco Central de Reserva del Perú. Dicha pérdida se reduciría a menos de la tercera parte, si se adoptan las políticas globales que estabilicen el clima al 2030.
La adaptación al cambio climático trae la oportunidad de una nueva forma de progreso humano, que nos reconcilie con la naturaleza y nos haga resilientes a los impactos actuales y futuros del clima, tal como abogamos en el Informe sobre Desarrollo Humano. La resiliencia es por tanto una prioridad dentro del compromiso de Perú con el Acuerdo de París, al cual hemos contribuido en los últimos años desde el PNUD con una mayor ambición y sentido de urgencia. Una muestra es la actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) de Perú.
Mediante sus NDC, el país se ha comprometido a reducir en un 40% sus emisiones al 2030, una meta mucho más ambiciosa que la propuesta de 2015. De las 154 medidas de dicho compromiso, 92 responden a la necesidad del país de adaptarse. Además, se aprobó el Plan Nacional de Adaptación que guiará el camino para reducir los riesgos y aprovechar las oportunidades en beneficio de la población, de modo que al 2050 el Perú sea un país adaptado al cambio climático.
En ese sentido, las soluciones basadas en la naturaleza son claves para la adaptación y una oportunidad para demostrar que el desarrollo humano puede impulsarse cuidando la integridad de la biodiversidad. Así, una de nuestras apuestas para llevarlas a cabo son las áreas de conservación, donde las comunidades desde un enfoque de resiliencia aprovechan la naturaleza mientras la conservan y reducen riesgos allí presentes.
Mediante la iniciativa Amazonía Resiliente, junto al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), apoyamos la creación de cinco nuevas áreas de conservación, que comprenden 160,000 hectáreas en la Amazonía, donde se alinean inversiones productivas de sectores públicos y privados que llegan por primera vez a esos espacios. Así, impulsamos 50 acuerdos de conservación entre comunidades, empresas y Estado peruano que lograron que, por ejemplo, los sistemas productivos de café, cacao y achiote se hagan más resistentes no solo frente al cambio climático sino a la pandemia, dando una clara señal de que la naturaleza y el progreso no son incompatibles.
Naciones Unidas ya ha alertado que el mundo se dirige a un calentamiento de 2,7 grados, bastante lejos de lo que requiere la humanidad para evitar un colapso. Al ser uno de los países más vulnerables, Perú debe prepararse para las consecuencias climáticas y crear la resiliencia hoy que evite los peores impactos a futuro. No podremos lograr ningún desarrollo si no afrontamos la crisis climática, ya que esta descarrilará cualquier esfuerzo por reducir la pobreza, el hambre o la desigualdad. Esta vez vayamos más allá de las promesas y avancemos decididamente en la acción climática que las generaciones de hoy y mañana nos demandan.
(*) Representante del PNUD en Perú.