Hay curiosidad por la manera en que una baja en aprobación influiría en la marcha política de Pedro Castillo. Esto es difícil de predecir, entre otras cosas porque este presidente parece imbuido de una misión que podría mantenerlo en una campana de vidrio frente a la opinión pública.
Hasta el momento no le ha ido mal. El 39% de Datum, dadas las circunstancias, se parece a lo de otros presidentes a poco de su llegada. Aunque ya no es esa mitad-plus de la población en junio por la que jura Perú Libre. Con lo cual es poco probable que le guste ese resultado estadístico.
La incógnita va más allá de las encuestas, y entra al campo de cuánto le importa realmente a Castillo la opinión pública expresada en sus múltiples formas, sobre todo la calle o los medios. Pues eso define un tipo de gobierno, y un tipo de relación con los opositores.
Los voceros más locuaces de esta hora, como Vladimir Cerrón, Guido Bellido y uno que otro congresista, ya han dado a entender que les importa un bledo lo que piensen los discrepantes. Sus cifras ya suelen ser atroces, pero igual sienten que tienen la sartén por el mango.
Las encuestas son parte del juego de mediano o largo plazo en una democracia, y en buena medida apuntan a una siguiente elección. Pero Castillo y su gente están dedicados sobre todo a la cosecha de lo inmediato. Lo cual más que un proyecto, parece un estado de ánimo político.
Así, si bien la aprobación naturalmente va a bajar, los mensajes de PL nos sugieren que no tiene mucho sentido confiar en la influencia de las encuestas con resultados críticos para el gobierno. La única respuesta será algo así como que los encuestadores no son del pueblo.
Cabe recordar que alguien como Alejandro Toledo gobernó con su aprobación a menudo cercana a un solo dígito, y eso no le impidió concluir su mandato. Lo logró controlando la inflación y respetando el orden institucional de la democracia que lo había elegido.
Quizás más adelante las encuestas le sirvan a Castillo como advertencias de que está entrando a una zona de peligro. Luces ámbar que siempre conviene reconocer a tiempo.