Hoy escribo como ciudadana que ve con estupefacción lo que está pasando en el país. Y también escribo con la mirada de economista dedicada al trabajo de políticas públicas en salud. Ambas, en esta oportunidad, convergen en una enorme preocupación por la salud mental de los peruanos.
Así como nuestras instituciones están cada día más débiles, los ciudadanos, testigos de este descalabro político, estamos siendo llevados al extremo. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar este nivel de incertidumbre, de nula empatía hacia quienes los políticos dicen representar? El nivel de confrontación y deterioro que estamos viviendo ya fue mucho más allá de un juego de intereses partidarios.
La salud mental de la población está extremadamente vulnerable. Hemos pasado dos olas de contagios y, aunque el número de enfermos está disminuyendo, no estamos libres de una tercera ola —ahora mismo Arequipa vive una situación dramática—.
Tres millones de peruanos han caído en la pobreza, cerca de dos millones han perdido sus empleos y, para poder conseguir trabajo, la economía debe reactivarse. Vemos esto distante por la incertidumbre terrible en la que estamos inmersos. A todo lo acumulado se le une ahora este escenario político enloquecido.
Todo tiene un límite. Hay que saber perder. Keiko Fujimori y sus aliados, blandiendo un supuesto fraude que siguen sin poder probar, continúan llevándonos al despeñadero. Mientras tanto, instituciones como la OEA, la Unión Europea, el Departamento de Estado de los EE. UU., y organizaciones locales como Transparencia —por citar solo algunas— consideran que hubo elecciones libres y democráticas en el Perú.
Pero, también hay que saber ganar. Pedro Castillo tiene que dar tranquilidad a la población y ponerse a la altura del reto. Ningún flanco debe quedar sin resolverse prontamente. Todo lo que dé certidumbre y señales que puedan darnos confianza: por ejemplo, empezar por anunciar quiénes liderarán el BCR, la SBS, el MEF y la PCM. Dar mensajes que muestren que se avanzará en la reactivación sin cambios abruptos de las reglas de juego, pero con un Estado que efectivamente llegará con más y mejores servicios a los ciudadanos. Hasta ahora lo que vemos es mucha improvisación y aliados preocupantes.
¿Cómo seguir avanzando si se persiste en destruir lo poco que tenemos en institucionalidad y, en el camino, se atenta contra la salud mental de la población? Un contexto que no solo afecta a los adultos, sino también a los niños. Somos de los pocos países del mundo donde los chicos no han vuelto a clases ni una sola vez en 15 meses. Esta situación está teniendo un enorme impacto en ellos.
Prioricemos la vacunación de maestros y jóvenes entre 12 y 17 años para que puedan volver a clases de manera segura. Será de enorme ayuda para su salud mental y para la de sus padres, que hacemos denodados esfuerzos para monitorearlos y sostener su equilibrio emocional en estas circunstancias.
Lo mínimo que uno le pide a sus autoridades es predictibilidad para poder vislumbrar el futuro. Pretender justificar un golpe de Estado o desconocer a las autoridades electorales es sencillamente inaceptable.
¿La dictadura para salvar la democracia? ¿La locura para preservar la cordura? ¡Basta ya!