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Opinión

No tenemos remedio

“Y con una clase política que, no solo no se ha renovado y ha rechazado reformarse, sino que nos mostrará su rostro más desagradable, el de la improvisación y...”.

larepublica.pe
“Y con una clase política que, no solo no se ha renovado y ha rechazado reformarse, sino que nos mostrará su rostro más desagradable, el de la improvisación y...”.

El domingo no fui a votar. Ninguno de los dieciocho candidatos me representaba. Y creo que no participar es también una manera de expresarme como ciudadano.

Solamente pensaba hacerlo, es verdad, si es que el postulante de la ultraderecha más carca y rancia, o sea, Rafael López Aliaga, se asomaba al segundo lugar. En ese caso, habría salido de casa para dirigirme a favorecer en la cédula a quien estuviese ocupando el tercer lugar, según la sabatina encuesta de Ipsos, la prohibida por una absurda norma.

En fin. Como vi que López Aliaga ya no era un peligro para la democracia, opté por seguir los comicios, con cierta desidia, por la televisión. La proscrita encuesta de Ipsos ya ubicaba a Pedro Castillo en el primer lugar, y en el segundo, a Keiko Fujimori, confirmando la profecía de César Hildebrandt en su semanario, el cual titulaba Atracción por el abismo, con los retratos de ambos personajes en la portada.

El “boca de urna” de AméricaTV, y más tarde el recuento de votos de la ONPE, confirmaba el resultado de Ipsos: triunfó el “voto tanático y suicida”, que a la vez no hacía sino expresar, una vez más, el abismo que sigue existiendo entre el Perú formal y el Perú pobre y discriminado y olvidado. La ira y la sensación de exclusión por parte de un Estado que solo funciona –cuando funciona– para unas minorías. El país roto y escindido y desigual que somos.

Como diría César Hildebrandt, luego de conocer los resultados electorales de 1990, donde ganó un desconocido aventurero llamado Alberto Fujimori: “El Perú se tiró un pedo”.

En la segunda vuelta, los peruanos que vayan a las urnas, tendrán que escoger entre un izquierdista radical y estatista, de ideas tan anacrónicas como las de López Aliaga en lo social; o tendrán que elegir a una encausada por corrupción y el delito de lavado de activos, quien, además, si acaso lo han olvidado, es la responsable política de habernos conducido a esta situación extrema en la que nos encontramos.

En resumen. Lo que se viene son tiempos de oscuridad lóbrega. De precariedad institucional. De ingobernabilidad y anarquía. De peligro para nuestro ya maltrecho Estado de Derecho.

Sin partidos políticos. Con el Congreso más atomizado de nuestra historia reciente. Y con una clase política que, no solo no se ha renovado y ha rechazado reformarse, sino que nos mostrará su rostro más desagradable, el de la improvisación y la indolencia. Todo esto llegará, por lo demás, con una pandemia descontrolada.

Vamos de desastre en desastre, y ya empiezo a creer que no tenemos remedio.

Como sea. No sé ustedes, pero el próximo 6 de junio, tampoco iré a votar.