El comienzo de diciembre de 1820 fue un momento marcado por una tensa incertidumbre, tanto en el ejército patriota como en las fuerzas realistas. Este clima se fue diluyendo, a medida que pasaron los días, profundizando el desaliento realista y acrecentando la esperanza de triunfo en las tropas del general argentino acantonadas al norte de Lima.
El deseo de San Martín, que la independencia se lograse por la voluntad general de los pueblos, empezó a tornarse realidad cuando apareció el apoyo de los pobladores de la sierra central al ejército patriota de Álvarez de Arenales, y sus éxitos militares son coronados con su victoria en Cerro de Pasco. Con el surgimiento de los movimientos libertarios que proclamaron la independencia en muchos pueblos del Perú (Ica, Huamanga, Huancavelica, Huarmey, entre otros) se avanzó en la gesta independentista. Así mismo, se consiguió ganar el apoyo de la población limeña a través de la propaganda patriótica repartida en la capital. Este espíritu libertario se vio reafirmado cuando el batallón español Numancia, así como numerosos oficiales realistas, pasaron a las filas patriotas.
La estrategia sanmartiniana se vio recompensada cuando aires triunfales llegaron del norte. Ocurrió con la independencia del importante puerto de Guayaquil en octubre de 1820, y con el inicio de la correspondencia entre San Martín y José Bernardo de Tagle, intendente de Trujillo (al mando de toda la región del norte del Perú). La relación entre estos dos personajes impulsó la independencia de la referida Intendencia (29 de diciembre de 1820), así como la decisiva colaboración del norte peruano a la causa patriótica. San Martín le escribió a Tagle el 12 de diciembre de 1820: “...los Americanos han tenido que sofocar largo tiempo sus sentimientos por la felicidad del suelo en que nacieron, no por eso la perdieron jamás de vista, ni descuidan las ocasiones de contribuir a ella…”.
(Cita: Ortiz de Zevallos, Javier, “Correspondencia de San Martín y Torre Tagle”. Lima, 1963).