Durante las marchas de protesta en estos últimos días, un tema que me llamó la atención, además de la multitud, la indignación y el esfuerzo de los jóvenes que pusieron en dichas marchas, fue un cartel que decía: “Los políticos no son los dueños del país, somos nosotros”. Cuando lo leí lo primero que pensé fue en qué momento, como se dice ahora, la “narrativa” sobre quiénes son los dueños del Perú cambió y por qué ahora se dice que son los políticos. Antes, cuando uno hablaba de los “dueños del Perú” lo primero que recordaba era el libro de Carlos Malpica que tenía, justamente, el mismo título, y que era una relación de los propietarios de tierras, de empresas medianas y grandes. Los dueños del Perú eran, finalmente, los dueños de tierras, de fábricas, es decir, valga la redundancia, los propietarios, los ricos, más allá que esto puede ser relativo si vemos cómo es nuestra estructura social tanto económica como culturalmente. Los llamados políticos, en esos tiempos, eran algo así como los intermediarios, los representantes de esos propietarios.
Y si bien a Velasco y al velasquismo no les gustaban los “políticos” ya que soñaban con una sociedad corporativa, le gustaban menos los propietarios. Y si eran los dueños de la tierra con mayor razón. Por eso el velasquismo y aquellos que pensaban que los dueños del país eran los (grandes) propietarios, sobre todo los velasquistas y los izquierdistas de los setenta, fueron expulsados de ese “paraíso” que años después construyeron el fujimorismo y sus aliados mediante un golpe de Estado, una nueva Constitución y una política explícita de culpar a los políticos de todos los males del Perú. Ello representó no solo la derrota en esos momentos del progresismo sino simultáneamente el triunfo del autoritarismo y de la autonomía de la economía. Fue el momento en que se constituye la autonomía radical de la economía respecto de la política o como se dice hasta ahora: “la economía trabaja cuando duerme la política”. Fue el momento constituyente del neoliberalismo.
Si bien en toda democracia existe una cierta autonomía de la política y de los políticos respecto a las presiones privadas y corporativas, lo que habría que decir es que luego de la derrota del régimen autoritario del fujimorismo y del Gobierno de Transición de Valentín Paniagua, esa autonomía conquistada sobre todo por la sociedad, solo sirvió, en complicidad con los políticos, para construir lo que Francisco Durand llama una “República Empresarial”. Es decir, la captura del Estado por los poderes fácticos, el blindaje de una política económica y la expansión de la corrupción a lo largo y ancho del país. Por eso lo que hemos vivido estos años en una democracia precaria. Con partidos que duraban unos pocos años y con gobiernos que simulaban gobernar para todos cuando lo hacían para algunos. Es eso, finalmente, lo que ha permitido una estabilidad política mediocre, un crecimiento económico que ha beneficiado a pocos y un Estado que se interesaba poco o nada cuando se trataba del bienestar de la población como nos ha mostrado hoy esta pandemia.
Por eso el cartel que levantó el joven durante la protesta y que nos decía que los “políticos no son los dueños del Perú sino nosotros” debe ser un punto de partida si queremos reformar la política, la economía y la cultura, esto es la propia democracia y el país. Ello implica reconocer que ese cambio no es solo de forma y de reglas sino también de empoderar a los excluidos de esta república empresarial y construir, si cabe la expresión, una nueva “clase política” y un “nosotros” como reclaman hoy los jóvenes.
Dicho con otras palabras, la construcción de una nueva representación y de una mayoría política progresista y democrática en el país. Por eso es bueno recordar, ahora que se discute la necesidad de una Asamblea Constituyente, lo que dijo Valentín Paniagua el 2002: “El Perú no está viviendo una transición más hacia la democracia. Vive en verdad un momento auroral, fundacional”. Y eso es una tarea colectiva.
ACOMPA�A CR�NICA: PER� CRISIS LIM01. LIMA (PER�) 25/11/2020. - Unas personas pasan delante de unas ilustraciones en el jir�n Quilca, el 24 de noviembre de 2020 en Lima (Per�). Una suerte de museo vivo, autogestionado, espont�neo y urgente, como lo fueron las protestas ciudadanas que retrata, naci� en el centro de Lima adornado con im�genes y recuerdos de las marchas que derribaron al ef�mero gobierno de Manuel Merino. En una esquina de la hist�rica plaza de San Mart�n, en tinta negra, bajo un fondo gris, la sentencia "se equivocaron de generaci�n" invita al transe�nte a fijar su mirada en los muros del jir�n Quilca, una de las c�ntricas calles del casco hist�rico lime�o, repleta de lienzos improvisados, que respiran tanta indignaci�n como ingenio. EFE/Paolo Aguilar