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Opinión

1820, año estratégico

“Las causas complejas requieren de estrategias escrupulosamente reflexionadas y asumir su riesgo. Se necesitan líderes para llevarlas a cabo”.

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Después del fracaso de las Conferencias de Miraflores, se evidenció lo inviable de la propuesta del gobierno liberal español.

Consciente de la superioridad numérica y de armamento realistas, San Martín estableció un cerco a la ciudad de Lima y presionar a la capitulación al virrey. Evitar la confrontación bélica era un objetivo importante para ganar a su causa el apoyo de la población. “Yo ambiciono un triunfo pacífico, fruto de la irresistible necesidad…”, escribió San Martín a Torre Tagle.

Guayaquil había declarado su independencia al mes de su desembarco en Paracas (9 de octubre). Señal que al norte la corriente se inclinaba a favor de la liberación de España. El general argentino decidió instalar su base de operaciones en un valle cercano de la capital, Huaura. Consciente de que la independencia requería de la acción de los peruanos, estableció un fluido contacto con Torre Tagle, intendente de Trujillo, quien dos meses más tarde declararía la independencia de toda esa vasta región norteña (29 de diciembre).

Como parte de la estrategia, el Ejército Libertador al mando de Álvarez de Arenales se encargaría de aislar la capital desde la costa sur y la sierra. Sus primeros enfrentamientos los sostuvo contra las tropas realistas comandadas por Quimper. Obtuvo una primera victoria en Palpa (7 de octubre) prosiguiendo su exitosa campaña en Nazca (15 de octubre) y al día siguiente en Acarí. Álvarez de Arenales declaró la independencia de Ica el 20 de ese mes.

El mar del Callao seguía controlado por la Escuadra Española. Para los insurgentes era importante conseguir el dominio marítimo de esa zona. Se evitaría así el ingreso de mercancías a la capital. La flota libertadora comandada por Cochrane y Guise capturó la Esmeralda (6 de noviembre), logrando así el dominio de ese espacio marítimo.

Las causas complejas requieren de estrategias escrupulosamente reflexionadas y asumir su riesgo, más aún cuando ellas implican lo político, lo social y lo militar. Se necesitan líderes para llevarlas a cabo. Y San Martín lo fue en muchos sentidos.