Marianne Fay
Directora del Banco Mundial para los Países Andinos
Ana de Mendoza
Representante de UNICEF en Perú
Con la promulgación de la Convención sobre los Derechos del Niño, llegó el reconocimiento del derecho al juego, al descanso, y a las actividades recreativas y culturales. Desde entonces el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci alertaba sobre la importancia de que chicos y chicas no sean alejados de los espacios públicos. Y es que ya se sentía la ausencia de las nuevas generaciones en esas calles y parques en los que sus madres, padres y abuelos aprendieron de convivencia, tolerancia, solidaridad y respeto a las reglas mientras corrían, trepaban árboles o jugaban con la pelota.
El tiempo ha demostrado que con ese llamado también se protegía el derecho a la salud y al desarrollo integral de la niñez y adolescencia. Y es que al ritmo que crecen las ciudades, desaparecen los parques, se incrementan las jornadas laborales y escolares y la inseguridad ciudadana; se alargan las horas en que chicas y chicos pasan frente a la pantalla de la computadora, el celular o el televisor.
Mucho antes de la pandemia, profesionales de la salud alertaban del creciente porcentaje de niñas, niños y adolescentes que transitaban de las cuatro paredes del salón de clases a las cuatro paredes de su habitación. Como resultado, se han incrementado la adicción a los videojuegos, depresión, obesidad, diabetes infantil, tendinitis y dolores lumbares.
La era digital, así como acerca el conocimiento y mejora la conectividad, también impone nuevas dinámicas para las que, en general, no hay vuelta atrás. Ante ello, urge que familia, comunidad y Estado promuevan y garanticen el juego y esparcimiento en el espacio público para asegurar el desarrollo pleno de la niñez y adolescencia, y controlar problemas de salud pública que ponen en riesgo la sostenibilidad del país. La prevalencia de sobrepeso y obesidad entre adolescentes de 10 a 19 años pasó de 17,8% a 26% entre 2007 y 2013-2014.
Hace más de seis meses que chicas y chicos dejaron de ir a la escuela. Ahora pasan más tiempo frente a la pantalla, presentan patrones de sueño irregulares y posiblemente una alimentación menos saludable, que tiene como consecuencia aumento de peso y pérdida de la capacidad cardiorrespiratoria. Consciente de ello el Estado peruano permite que, con los cuidados que corresponden, niñas y niños menores de hasta 12 años puedan salir de casa diariamente y por tiempo limitado. La acertada medida todavía no incluye a las y los adolescentes mayores de esa edad. Confiamos en que Perú, como ya lo han hecho otros países de la región, también establecerá alguna opción para este grupo. Por ejemplo, las comunas chilenas en cuarentena permiten la salida de todos los niños, niñas y adolescentes tres veces por semana de 10 a 12 y de 16 a 18 horas; y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires las salidas recreativas de los niños y adolescentes de hasta 15 años son los fines de semana, por una hora y acompañados de un adulto, mientras que a los adolescentes mayores les concede las mismas condiciones de salida que a los adultos.
Se entiende la preocupación del gobierno y de las familias, pero no abrir las puertas puede significar el triunfo del sedentarismo y el apego a la televisión o al mundo virtual, prácticas que acarrean peligros que la mascarilla o el alcohol no pueden prevenir.