Como si no hubiésemos tenido suficiente escándalo con el intento de vacancia presidencial, nuevamente Richard Cisneros aparece, esta vez, detenido preliminarmente por siete días. La razón de una detención de esta naturaleza –nos explican los abogados– es la de asegurar a los imputados para garantizar que la investigación pueda llevarse a cabo; sin embargo, hay quienes creen que puede llegar a abusarse de este tipo de figuras.
Pese a este debate, en nuestro país reina la impunidad, y prófugos hay de todo tipo, de toda calaña. En ese sentido, es difícil hablar de “abuso” de medidas que permiten que los investigados no se fuguen antes de poder dictar sentencia (ojo que para llegar a una sentencia hay que esperar sentados). Las prisiones preventivas son largas y se van extendiendo porque tenemos a todo un aparato de justicia precarizado, así como trabas de mafias que han operado impunemente por décadas.
En ese sentido, llama la atención que el presidente Martín Vizcarra haya expresado rechazo a esta detención cuando pudo haberse no pronunciado al respecto. Recordemos que no solo hablamos de personas dentro del Ministerio de Cultura que habrían facilitado las contrataciones a Cisneros, sino que las reuniones llegaban a darse con funcionarios de Palacio y con el propio presidente.
Lo cierto es que las 10 personas comprendidas en la investigación contra las que se impuso esta medida preliminar habrían intentado, de acuerdo a la fiscalía, manipular testigos, ocultar pruebas y otras acciones que entrarían dentro de las figuras de obstrucción a la investigación. Además, los considerandos de la fiscal apuntan a que no hay arraigo domiciliario o laboral en varios de los casos.
Todo ello será parte de una investigación que esperemos continúe de manera seria y no se convierta en un instrumento político. Mientras tanto, el presidente deberá ir respondiendo por temas más urgentes que aún no ha podido solucionar. Después de seis meses, Congreso y Ejecutivo se ponen de acuerdo en algo y aprueban una ley para reprogramar deudas. Estamos tarde en soluciones y el inicio del proceso electoral marcará otra agenda para los liderazgos políticos. En buena hora por un debate alturado, pero que la campaña no sea otro factor que opaque la necesidad de soluciones en momentos en los que se están poniendo parches a problemas estructurales: un nulo sistema previsional, un sistema tributario precario que perenniza la informalidad y un poder político alejado del pueblo.
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