La crisis en Venezuela se ha agudizado en los últimos años y ha provocado que más de cinco millones de personas salga en busca de una vida digna. La difícil situación ha perjudicado los servicios públicos y deteriorado a diversos sectores. Uno de ellos es el sector agrario, que ahora sufre la falta de financiamiento.
José Agustín Campos, presidente de la Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Venezuela (Confagan), dijo que el consumo de carne en 2020 concluye con un balance de 12 kilos por persona, cuando el promedio debe ser de 24 kilos por habitante. Con esa cifra, la ingesta de la proteína ha caído 50% en los últimos 10 años
El representante destacó la importancia de incrementar los niveles de producción en el país. Para llegar a eso se necesitaría que el gobierno de Nicolás Maduro convoque a “un diálogo productivo, pero con un resultado productivo”.
“Alrededor del 95% de la gente que trabaja estaría de acuerdo en aceptar una invitación del Ejecutivo Nacional para trabajar por Venezuela, porque siento que no le queda otro camino a los venezolanos, que logremos alcanzar esa madurez y esa sensatez política que el país lo clama a gritos”, señaló Campos al portal La Patilla.
“Con un plan de unos cinco mil millones de dólares se activa el sector productivo y eso puede darle una respuesta que contrarreste la inflación y recupere el poder adquisitivo de los venezolanos”, remarcó.
Por su parte, el investigador Wilfredo Briceño dijo a Infobae en febrero pasado que los problemas que presenta el sector son estructurales y atentan contra la producción.
“Los rebaños se han reducido porque hay una severa escasez de medicinas para los animales que no permite la realización de planes sanitarios. Esto impacta negativamente la eficiencia en la reproducción. La inseguridad jurídica inhibe las inversiones; además del abigeato o robo de ganado, actúan en la misma dirección. No somos rentables”, describió.
Otro de los factores que destaca es que ha caído, en gran medida, la capacidad de compra del ciudadano venezolano. Los bajos salarios excluyen a millones del consumo de la proteína.