A propósito de la “Nueva normalidad” que nos impone el uso de las mascarillas en nuestra rutina diaria, en Italia se ha creado un cubrebocas inclusivo, sostenible y tecnológico, capaz de autodesinfectarse para evitar la COVID-19.
El español Álvaro González Romero-Domínguez junto a su socia y pareja, la italiana Simona Lacagnina, han diseñado el producto llamado Cliu, que también puede medir la calidad del aire y alertar de focos cercanos de la enfermedad, según EFE.
En primer lugar es inclusiva porque es transparente y permite ver la boca de las personas, lo que favorece a las personas que tienen dificultades auditivas, pero también facilita la comunicación no verbal entre las que no la tienen.
Es sostenible porque es reutilizable debido a que cuenta con unos filtros antimicrobianos y bioactivos, desarrollados por la Universidad de Siena, que “si terminan tirados en el medio ambiente” no lo dañarían.
“Queríamos un producto sostenible. Leímos en un artículo que decía que dentro de poco habrá más mascarillas desechables que medusas en el mar y decidimos que esto no podíamos tolerarlo, debíamos poner toda la carne en el asador para que no fuera así”, explica González.
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Finalmente, el tercer pilar, el de la tecnología, convierte a estas mascarillas en un objeto inteligente. La pareja comercializará dos tipos de cubrebocas, una normal y otra contará con un sistema de bluetooth, sensores y una serie de algoritmos que, a través de una aplicación, medirán la calidad del aire, de la respiración, la frecuencia cardiaca y será capaz de detectar un activo de coronavirus.
El precio de la mascarilla sin tecnología es de unos 90 euros y de la inteligente es 250, un precio que González cree adecuado, ya que las personas pueden llegar a gastar entre 300 y 500 euros en cubrebocas desechables en un año, y que “con gran probabilidad acabarán tiradas en el mar o en el medio ambiente”, finalizó.