Ecuador fue uno de los primeros países de Sudamérica que se convirtió en foco infeccioso de la pandemia del coronavirus, a fines de marzo. La ciudad de Guayaquil se vio desbordada de casos de contagiados por la COVID-19 con los hospitales, morgues y cementerios colapsados, y los muertos empezaron a acumularse en las calles.
Los cadáveres de las víctimas fueron apilados y ubicados en contenedores, mientras las familias buscaban desesperadamente. Luego de cuatro meses del caos generado por la pandemia, el Laboratorio de Criminalística de la Policía Nacional entregaron más de 200 cuerpos en estado de descomposición.
Y aunque no se sabe con exactitud cuántos fallecidos por virus se encuentran desaparecidos, los números de decesos ya superaron los 5.300. Luego de buscar en varias morgues de hospitales de Guayaquil, una mujer encontró el cuerpo de su esposo casi cuatro meses después.
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Félix Merchán empezó a tener síntomas en la madrugada del primero de abril. Su esposa, Silvia Guzmán contó a BBC Mundo que no podía respirar, recorrieron todos los hospitales y clínicas de Guayaquil y todas estaban colapsados y les decían que no había oxígeno. Hasta que llegaron al Hospital de Guasmo Sur a las nueve de la mañana pero lo dejaron en una silla de ruedas porque no había camas. Y una hora después, falleció.
“A mi esposo le faltaba la respiración. Lo último que me dijo fue: “Mami, de esta no salgo. Quiero que te cuides mucho y que recuerdes que yo siempre voy a estar para ti”. Y ahí perdió el conocimiento. Murió en mis brazos. Eran 10 de la mañana del primero de abril. Fue muy duro para mí eso porque lo vi morir y no lo pude ayudar. Vi cómo su vida se apagaba lentamente”, relató.
El doctor del nosocomio le pidió que dejar el lugar por la carga viral que había y firmara unos papeles para que regresara al día siguiente y retirar el cuerpo. Silvia apareció en el hospital la mañana del 2 de abril y el cuerpo de Félix ya no estaba.
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Entró a la morgue del hospital y los cuerpos estaban en todas partes, en el piso, contenedores. La mujer cuenta que seleccionaban 80 cadáveres y si un familiar quería entrar dentro de un contenedor, tenía que pagar entre 100 y 300 dólares a los guardias. “Los que podían entrar a los contenedores tenían que ellos mismos abrir las bolsas para ver si el cuerpo era de su familiar. Ni siquiera se dignaron a ponerle un brazalete con identificación. No siguieron ningún protocolo. Nadie ponía orden”, agregó.
Silvia fue ocho días seguidos a la morgue del hospital y nunca lo encontró. Le mencionaron que el gobierno iba a enterrar los cuerpos en el campo santo de Pascuales o el de La Aurora. Y para hacerle seguimiento tenía que ingresar a la página que habilitaron para que coloque los datos de su marido.
“Me dio mucha pena porque yo quería encontrar a mi esposo para darle su último adiós. Me dijeron que tenía que entrar a una página web para saber en qué cementerio había sido enterrado mi esposo. Hice eso por tres semanas y su nombre nunca apareció”, explicó.
Ella y otras 200 personas se contactaron con un abogado para presionar la entrega de cuerpos de sus familiares y comenzaron a realizar plantones en las calles. Buscaron en hospitales, morgues, cementerios y nunca encontraron respuesta. Incluso pensó en que podía estar vivo.
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“Pensaba que quizás había despertado, que podía estar entubado en un hospital y no recordaba. Aunque yo lo vi morir, en el fondo tenía la esperanza de encontrarlo vivo. También pensaba que podían haberle entregado el cuerpo a otra familia, que estaba sepultado”, siguió.
Se encomendaba a Dios para que le diera fuerzas en la búsqueda de su esposo y se llenó de esperanza. En mayo –cuenta la mujer- llegaron médicos forenses de otros países y le entregó las características de su esposo, además de una foto con la ropa que falleció en el hospital. Una persona le comentó que llevaron los cuerpos del nosocomio a la Policía Judicial para las identificaciones.
Llamaba y le decían que continuaban trabajando en la búsqueda del cuerpo de su esposo. Hasta que el 23 de junio recibió una llamada de un doctor. “Señora Silvia encontramos a su esposo”. Era el 23 de junio. Yo me puse a llorar y el forense me dijo que fuera al otro día, a las dos de la tarde, a reconocer a mi esposo”, recordó.
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Al día siguiente apareció en el hospital con su cuñado y el médico forense le enseñó las fotos del cuerpo. Era su esposo. “Sentí alegría y le dije “por fin te encontré”. Llegó a su casa y no salió durante cinco días. Pensó que Félix siempre estuvo en el hospital y nadie les quiso ayudar. “El doctor me dijo que lo habían puesto en una bolsa de plástico negro con un papel que tenía el nombre de otra persona, escrito con un marcador”, reveló.
“Será el día más triste de mi vida”, señaló cuando le dijeron que le iban a entregar el cuerpo de su esposo. El jueves 16 de julio, Silvia Guzmán le dio el último adiós a Félix Merchán en el Cementerio Municipal Ángel María Canals de Guayaquil.