Cuarenta y cuatro años después de su muerte, el dictador Francisco Franco fue exhumado de su monumental mausoleo cerca de Madrid para reinhumarlo en un discreto cementerio, una operación que generó un debate político y reavivó viejas heridas sin sanar en España.
Tras un procedimiento de extracción de unas dos horas, el ataúd salió de la basílica excavada en la piedra en el Valle de los Caídos en hombros de ocho miembros de su familia, mostraron imágenes en vivo de la televisión estatal.
El féretro, cubierto con la enseña familiar y una corona funeraria de laurel, fue saludado con un “¡Viva España, viva Francisco Franco!” por los allegados, entre ellos Carmen Martínez-Bordiu, personaje muy conocido de la farándula española, y Luis Alfonso de Borbón, bisnieto del dictador.
Seguidamente, los restos del general que dirigió España con mano de hierro entre 1939 y 1975 tras su victoria en la Guerra Civil (1936-1939) fueron trasladados en un helicóptero militar al cementerio de El Pardo-Mingorrubio, al norte de Madrid.
Ya sin cámaras, fue enterrado en una cripta familiar junto a su esposa, Carmen Polo, luego de una misa oficiada por el sacerdote Ramón Tejero, hijo del teniente coronel que lideró un fallido golpe de Estado en 1981, Antonio Tejero.
Este último, de 87 años, fue vitoreado cuando se unió a dos centenares de nostálgicos apostados fuera del cementerio, donde gritaron “Viva Franco” y cantaron el himno de La Falange, partido de inspiración fascista.
“Franco nunca morirá”, dijo a la AFP el jubilado Miguel María Martínez.
Fin de la “afrenta”
“Hoy España cumple consigo misma. Con esta decisión se pone fin a una afrenta moral, como es el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público”, se congratuló en una alocución el presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
El líder socialista hizo de la exhumación una de sus prioridades al llegar al poder en junio de 2018, pero la medida se retrasó por la batalla judicial lanzada por los siete nietos del dictador.
La oposición, tanto de derecha como de izquierda, lo acusó de utilizarla para conseguir réditos electorales a poco más de dos semanas de los comicios del 10 de noviembre, a los que Sánchez llega en una situación comprometida por la semana de disturbios violentos en Cataluña.
La exhumación ha hurgado en viejas heridas aún sin sanar desde la guerra civil y el franquismo, en un país con más de 100.000 desaparecidos y nombres de pueblos en honor del dictador.
Juan Chicharro, presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, denunció “una guerra ideológica”, y afirmó que seguirá luchando para que Franco sea reinhumado en la catedral de la Almudena, en el centro de Madrid, una posibilidad negada por el Tribunal Supremo español.
“Con esta acción se resuelve” una gran “contradicción” en España, una democracia con cuarenta años y un dictador ocupando un mausoleo en su homenaje, celebró el historiador Nicolás Sánchez-Albornoz, preso en su juventud en el Valle de los Caídos.