Sean conocidos o desconocidos, los animales han jugado roles fundamentales y heroicos en los conflictos bélicos que marcaron el siglo XX: desde innumerables palomas que servían como mensajeras entre batallones, hasta caballos que transportaban a los heridos.
Sin las proezas de personajes como el sargento Stubby, el canino más condecorado de la Primera Guerra Mundial, que protegió a su brigada de ataques de gas mostaza y espías alemanes, la historia tal como la entendemos hoy sería distinta.
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Según el Museo Smithsoniano, la historia de Stubby se desarrolló en medio de la tensión global de la Gran Guerra. Corría el año 1917 y el soldado norteamericano J. Robert Conroy se preparaba para el conflicto en los terrenos de la Universidad de Yale. Fue allí donde se topó con un cachorro de cola corta, al que decidió adoptar y bautizar como Stubby.
De acuerdo con los relatos, el Boston Bull terrier vagaba por los jardines del campus en Connecticut mientras los miembros del Regimiento 102 de Infantería de la 26ª División Yankee se preparaban y entrenaban para entrar en combate.
En octubre de 1917, medio año después de que Estados Unidos optara por unirse a la Primera Guerra Mundial, la unidad recibió la orden de desplazarse a Francia. Los soldados, que ya habían desarrollado un fuerte vínculo con el perro, optaron por llevarlo de manera clandestina en el almacén de carbón del barco SS Minnesota. No tenían idea de que, con el tiempo, este can se convertiría en una auténtica leyenda.
Stubby siendo condecorado junto al general John J. Pershing. Foto: colección de Harris & Ewing de la Librería del Congreso de Estados Unidos
Antes de que la travesía comenzara, Stubby ya dominaba la interpretación de los sonidos de la corneta, tenía conocimientos de ciertos ejercicios y hasta saludaba a los soldados colocando su pata derecha sobre su cabeza.
Cuando el oficial a cargo lo descubrió a bordo del barco, permitió que Stubby se quedara y se convirtiera en la mascota oficial.
El perro que salvó a su batallón y recibió condecoraciones. Foto: difusión
Una vez recuperado, Stubby volvió al campo de batalla. Su primera herida en combate pareció otorgarle un “don” y se volvió extremadamente sensible a la más mínima presencia de gas.
Esta habilidad resultó ser de gran utilidad cuando las armas químicas entraron en juego, ya que Stubby podía alertar a sus camaradas militares para que buscaran refugio.
Stubby también poseía una habilidad auditiva excepcional que resultaba ser de gran valor y ventaja. Podía detectar el sonido de los obuses, lo que le permitía alertar a las tropas para que buscaran refugio y contribuía a prevenir bajas.
La mascota del Regimiento 102 contaba con la habilidad de encontrar a los soldados heridos en las trincheras, lo que facilitaba su atención por parte de los paramédicos. Incluso ayudaba a los soldados perdidos a regresar a sus filas.
Stubby está disecado en un museo de Estados Unidos. Foto: Supercurioso