Alejándose radicalmente de los villanos legendarios que interpretó, a sus 82 años, sir Anthony Hopkins volvería a ganar un Óscar. La crítica internacional está rendida a su actuación en El padre, la adaptación de la obra de teatro sobre un hombre brillante que va perdiendo sus facultades por el Alzheimer. “Si mi agente me dijera: ‘¿Podrías leer la guía del teléfono la semana próxima para un director?’, le contestaría que sí”, declaró el inagotable actor a El País. Aún en pandemia, esta década es la mejor etapa de la carrera del actor británico, quien ya recibió una nominación al Óscar y al Globo de Oro por ser Benedicto XVI en Los dos papas. “Es una época dorada para mí. He alcanzado una edad, y quizás una reputación, que me permite elegir y hasta hacer peticiones. Hay algo liberador en los pequeños proyectos independientes como El padre”.
En El padre (en Perú pudimos ver la versión teatral protagonizada por Osvaldo Cattone), Hopkins es dirigido por Florian Zeller y es padre en ficción de la ganadora del Óscar por The Favourite y figura de ‘The Crown’, Olivia Colman. Al citado medio español, dijo que cuando leyó el guion sintió el mismo “flechazo” que cuando llegó a sus manos el texto de El silencio de los inocentes. “Solo he presenciado una vez la demencia senil. Me impresionaron la paciencia y el respeto con la que una hija y su marido trataban al padre de ella. No sabía dónde estaba, preguntaba a menudo cuándo llegaría su esposa, ya fallecida. Y siempre le tranquilizaban: ‘En nada, ha ido de compras’”. Hay un paralelo con el aislamiento que produce el Covid-19, sostiene. “Este hombre no está atrapado por un virus exterior, sino aislado en su propia mente”.
Se define como un solitario, pero en más de una oportunidad ha dado luces sobre lo que fue su infancia, precisamente, con una figura paternal ausente. “Me gustaba esa frialdad, porque resultaba dura. Y me enseñó a serlo. Sé cómo ser fuerte, despiadado. Es parte de mi naturaleza”, contó sobre su padre, un hombre poco afectivo y con problemas con el alcohol. “El lado negativo es que no somos muy buenos dando o recibiendo amor”, detalló a The Guardian.
Y es que en la vida y carrera de Hopkins hay aparentes contradicciones. Ordenó detener el rodaje de El padre por una escena que le arrancó lágrimas y, de otro lado, entregó tanto al personaje Hannibal Lecter que Jodie Foster le tuvo miedo. En su vida, se ha declarado un enamorado de su esposa Stella Arroyave, pero hace años que no tiene una relación con su única hija, Abigail (fruto de su relación con Petronella Barker). “La gente hace sus elecciones. No tiene por qué gustarte tu familia. A los niños no tienen por qué gustarles sus padres. No tienen por qué quererte”, señaló en el 2018 al responder a Radio Times sobre si tenía nietos. “No tengo idea”.
Hopkins también ha tenido que batallar con sus demonios y su adicción al alcohol, y sus primeras décadas como actor las resume así. “Puedes complicarte la vida. Cuando eres joven, quieres demostrar que te esfuerzas duramente”. Por ahora, ha llegado a la conclusión de que el ego puede matar. “De joven, obviamente quería llegar al éxito. Está bien querer ser el mejor y trabajar con los mejores. Pero llegas a un punto en que ser actor es un trabajo. No me tomo tan en serio, si empiezas a pensar que eres especial, se acabó. Debes tener un ego, pero la vanidad te puede comer vivo. Te puede llevar a creer cosas falsas de ti mismo. A veces a la gente que se toma tan en serio querría decirle, como un chiste: ‘¡Vamos a morir todos!’”.
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