Por: Armando Mendoza Economista. En 3 días más elegiremos al gobierno para el próximo quinquenio. Ojalá este proceso electoral hubiera sido más civil y menos accidentado, sin todos esos psicosociales que aseguran que, ahora sí, pues, Zavalita, ahora sí se jode el Perú si votas por quien no debes. Ojalá hubiéramos podido tener un debate amplio sobre a dónde vamos como país y qué objetivos comunes podemos plantearnos. También hubiera sido deseable una discusión franca y con argumentos sobre el “modelo” económico; sobre sus logros, pero también sus fallos y deficiencias; sobre qué mantener y qué cambiar; pues aunque a algunos les cueste creerlo, los peruanos no estamos en el mejor de los mundos, el crecimiento económico no beneficia a todos, y hay reformas pendientes que urge emprender. En fin, ese debate que no se dio ya quedará (ojalá) para la próxima elección, aunque de todas formas sería bueno tener en cuenta algunos puntos en relación con las propuestas (y promesas) económicas de los candidatos al ir a votar este domingo: ¿De dónde pecata mía? Prometer es fácil, y de promesas estamos ahítos. Lo interesante es si estas promesas están respaldadas por planteos concretos en cómo financiar tanta maravilla, porque una promesa sin financiamiento no es más que eso: una promesa… barata. Somos un país con una presión tributaria reducida y al Estado Peruano no le sobran recursos, mientras que son muchas las necesidades y las demandas. Por ello, necesitamos acciones y metas claras en cómo financiar al Estado, conectando el “qué voy a hacer” con el “con qué lo voy a hacer”. Quien mucho abarca, poco aprieta Una propuesta de gobierno debe tener un carácter amplio, con objetivos que beneficien a todos, pero en el Perú nos hemos ido al extremo de las “listas de lavandería”, con multitud de metas y promesas; grandes y chiquitas; que van de lo razonable a lo absurdo. Aunque es parte del folclore político, necesitamos propuestas más sobrias, con criterios y prioridades claros, que no se dispersen sino que concentren esfuerzos y recursos en unos pocos ejes críticos para el país. El incremento de la recaudación, la universalización de la salud, la promoción de los pequeños productores rurales, por ejemplo, son temas que van a beneficiarnos a todos, directa o indirectamente. Ver para creer También hay que tener en cuenta que una propuesta de gobierno, más allá de las promesas y entusiasmos electoreros, al final debería ser realista y creíble, es decir, plantear objetivos que sean no solo deseables, sino posibles. Necesitamos planes y propuestas honestos sobre lo que se puede y no puede hacerse en 5 años, porque sobran las promesas del tipo “reducir a cero la pobreza” o “generar empleo universal”, donde ya solo falta que las corvinas naden fritas con su limón. Más realismo, por favor. En fin, este domingo, los peruanos elegiremos nuevos gobernantes. Elijamos sin temores ni prejuicios, y sí, más bien, con sensatez y realismo, porque nuestro país se encuentra en una etapa crucial de su historia, en la que lo que menos necesitamos es otro quinquenio de promesas incumplidas.