Por: Sandro Mairata
Lo ocurrido la noche del sábado 11 en el Teatro Auditorium de Mar del Plata pasará a la historia como una de las grandes sorpresas del cine peruano. En un año donde se ha puesto en duda el apoyo estatal al cine en lenguas originarias, Kinra, la cinta de Marco Panatonic hablada enteramente en quechua, se alzó con el Premio Astor Piazzolla, un equivalente al Oso de Oro que La teta asustada ganó en 2009 en Berlín. La clasificación de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores, FIAPF, ubica al de Mar del Plata como un festival de clase A al mismo nivel de Cannes, Venecia, San Sebastián o el mismo Berlín y otros once más. Pero hace catorce años, Magaly Solier y la directora Claudia Llosa eran una dupla dorada con todo el apoyo de los medios, que habían creado una expectativa ascendente que se coronó con el triunfo del filme en transmisión en vivo desde Alemania y la memorable escena de Solier cantando en quechua con los ojos acuosos. Al día siguiente todo fueron primeras planas y celebración nacional.
Esta vez, nada.
. Kinra fue grabada en Cusco ciudad y en Chumbivilcas. Foto: Difusión
Sin actores reconocibles en manos de un director desconocido, Kinra se había abierto paso en el Festival de Cine de Mar del Plata en silencio. La noticia del triunfo tomó a todos por sorpresa pese a que se había creado cierta bulla en los círculos cinéfilos por las buenas reacciones cosechadas in situ; hablar de un premio a mejor largometraje eran apuestas casi delirantes. “Habíamos demorado tanto en hacerla que yo ya no quería esperar un año más”, me dice el director Marco Panatonic (35), cuando explica cómo llegó siquiera Kinra a concursar luego de tres rechazos previos en otras convocatorias. “Fuimos a ver qué estaba abierto -recuerda. Y enviamos a Mar del Plata porque la convocatoria estaba abierta y era gratuita. A fines de septiembre nos preguntaron en qué estaba la película y les dijimos ‘son los primeros que nos escriben, depende de ustedes’. Nos mandaron la carta de invitación y fue una alegría en sí”.
Panatonic se llama en realidad Marco Anatoni Vega Cuba. Nació en Chumbivilcas en 1988 y explica su nombre artístico como algo que se ha inventado. El detalle me lo brinda en off the record. “Por lo que he aprendido en estos últimos meses, los directores, los guionistas y los músicos tienen derecho legal a tener un seudónimo, así que no me disculparé por eso”, dice. En sus palabras, el título de Kinra puede tener una traducción semiliteral como “ladera”, el lugar donde se ubica la casa de la madre del protagonista, Atoqcha, un joven que parte de Chumbivilcas al Cusco ciudad pero que luego decide volver al lado de su familia. Para el rol, Panatonic seleccionó a Raúl Challa, un joven mototaxista de 21 años que asistió junto a su enamorada, quien era la verdadera entusiasta por tener un papel en la película.
Challa hizo de un joven borracho molesto por las malas notas en la universidad como parte del casting hablado en quechua. Una vez seleccionado, recibió una mentoría vía Zoom con Jesús Luque, el joven protagonista de otra importante cinta peruana reciente, Manco Cápac (2021).
Kinra quiere decir “ladera”, pero en la acepción más personal del director quiere. Foto: Difusión
Cuando tenía 17 años, Panatonic empezó a consumir vorazmente cine de “otras culturas que no fueran occidentales –Europa, Estados Unidos”. Así llegó a varios de sus directores preferidos como Ousmane Sembène (Senegal), Lav Díaz (Filipinas), Tsai Ming-liang (MalasiaTaiwán), Hou Hsiao-Hsien (Taiwán), Edward Yang (Taiwán), Apichatpong Weerasethakul (Tailandia), Anthony Chen (Singapur) y a algo de cine mongol. “Los cines que están en África, Medio Oriente, Asia han sido valiosos en ese trabajo de cine con no-actores”, explica. “Ese cine me ha hecho más consciente de la situación cultural política de nuestro territorio”.
Su postura política quedó clarísima cuando en el escenario y con premio en las manos dijo “estaba dudando de si puedo hacer cine, y seguiré dudando, porque en Perú hay un fascismo que quiere destruirlo”, en clara alusión al proyecto de ley presentado por Adriana Tudela que cortaría los incentivos al cine en lenguas originarias. Kinra se hizo posible gracias a ese apoyo y otra cinta que va al Goya, Willaq Pirqa: el cine de mi pueblo, también. “Tengo una conciencia política porque he nacido en un país que así es; yo no me he inventado el Perú”, replica, reiterando lo declarado en Mar del Plata. “He nacido y he heredado todo eso, entonces, ¿de qué lado me voy a poner? No puedo ponerme del lado del opresor, lo siento. He nacido en el lugar de los oprimidos. No quiero oprimir a nadie. Quiero que todos tengamos los mismos derechos, el mismo acceso a la educación, a la salud, a la cultura. No solo románticamente, creo que hay mucho trabajo que hacer en nuestro país y yo no he estado hueveando. He estado formándome de la mejor manera posible para hacer este proyecto”.
Las grabaciones se llevaron a cabo en junio de 2022. Foto: Difusión
Un filme que por ahora no puede verse, pero que quizá llegue pronto a salas debido al interés creado por los premios, ya que no solo fue el Astor de Oro en Mar del Plata. Kinra también se llevó un reconocimiento de la Feisal (Federación de Escuelas de Cine de América Latina): el Premio a Mejor Película en Competencia realizada por Director/a Latinoamericano/a hasta 35 años.
El plan original está cambiando: antes de los premios, Kinra estaba destinada a terminar su ruta festivalera en un circuito de exhibición alternativa. Panatonic siente la pegada. No le entusiasman las entrevistas. En particular, no le gusta que la atención se esté centrando en él porque Kinra es un trabajo colectivo.
Raúl Challa (22) da vida a Atoqcha, un joven que emigra del campo al Cusco ciudad pero que luego decide volver junto a su madre. Foto: Difusión
Con sus 2 horas y 37 minutos de duración, la primera deuda es al menos un trailer; el productor Walter Manrique dice que están en eso. Le consulto a Panatonic sobre el metraje de Kinra y me dice que quería mostrar cuánto tiempo les toma a las personas quechuas la vida, el ejercicio pleno de su existencia en el contexto de 2023. “Es lento. No se escuchan sus derechos, no hay justicia para ellos, el tiempo se alarga mucho para poder hacer muchas cosas. (…) Nos han explotado, no nos han pagado ese recurso que se generaba de nuestro trabajo. Aún nos tienen ahí, esperando lentamente a que pase el tiempo, a ver si nos cansamos”.