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Domingo

Enrique Galdos, la maestría del color

Pintor, grabadista y cantante, Enrique Galdos Rivas ha recibido el premio Lorenzo Il Magnifico, en la XIV Bienal de Florencia del Arte y del Diseño, un reconocimiento que le llega a los 90 años y que de ninguna forma significa que el artista limeño dejará de hacer lo que más aprecia: crear.

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Vanguardia. El trabajo de Galdos, reconocido en Florencia, combina lo precolombino con la irreverencia pictórica del siglo XX. Foto: La República

Por: Sandro Mairata

La Bienal de Florencia del Arte y del Diseño le ha otorgado al limeño Enrique Galdos Rivas, de 90 años, el premio Lorenzo Il Magnifico, una presea que llega en tiempos de triunfos peruanos revestidos de silencio, como la docena de medallas que vamos recibiendo en los Panamericanos de Santiago o las distinciones de nuestro cine. Habitante de las artes plásticas y musicales, para Galdos Rivas la celebración por estos días tiene forma de paseos por Florencia en compañía de una de sus hijas, la cantante Martha Galdos, en busca de galerías de arte y, sobre todo, de implementos para seguir pintando.

“La verdad es que aún no encuentro dónde comprar las cosas para pintar. Sé que por ahí deben estar, pero yo no sé dónde andan”, me dice por videollamada. “Yo soy goloso de los materiales y no he encontrado”. Antes de partir, Galdos Rivas exhibió en el Palacio de las Artes de Miraflores una muestra retrospectiva llamada ‘Enrique Galdos Rivas, el mago del color: sinfonía de colores’, la cual sirvió para reencontrarlo con su público de siempre y presentarlo a otro nuevo. Formado en Bellas Artes, el dato biográfico de rigor señala que Galdos Rivas integra la promoción 1959, la promoción de oro a la que también pertenecen Gerardo Chávez, Tilsa Tsuchiya, Alberto Quintanilla, Oswaldo Sagástegui, Alfredo Gonzáles Basurco y Milner Cajahuaringa.

Vanguardia. El trabajo de Galdos, reconocido en Florencia, combina lo precolombino con la irreverencia pictórica del siglo XX.

Magia y color

Fue en 1979, en una de sus varias muestras en Bogotá (“yo he exhibido hasta en la China”, dice), que el librero alemán afincado en Colombia Karl Buccholz lo denominó ‘El mago del color’, apelativo con el que hasta hoy se le conoce. La rumana María Roxana Bischin dijo de él que, “con Galdos, el arte peruano contemporáneo se abrió el camino de una geometralidad más humanizada en el arte, de tonalidades vivas; la transgresión metafísica de los colores”.

Esa pasión por el color solo tiene rival en la terquedad galdosiana de resistirse a los dictados de otros. “Yo no pinto para complacer”, pareciera ser su frase favorita. “Me decían cuando venían a mi taller: ‘¿Por qué pintas tantas cosas distintas?’”, recuerda. “Y yo respondía: Si no ves esto en otros pintores, significa que yo soy distinto’”. Grabadista y maestro de generaciones de nuevos artistas, Galdos mira el arte plástico actual con un lúcido ojo crítico. “El arte plástico es sinónimo de libertad”, explica. “Cada uno puede hacer personalmente lo que le da la gana (...). En la práctica usan la luz (eléctrica), usan el fierro, usan el escultura, le pegan la madera (a los cuadros). Entonces, yo creo que debería existir ahora un campo que se llame ‘el objeto plástico’, que no tiene que ver nada con la pintura, donde uno trabaja en forma plana. No estoy en contra (de la innovación), pero debe tener otra categoría”.

Por años, Galdos ha vivido en la filosofía del respetar sin copiar. Recuerda que su generación tenía en vida a maestros como Salvador Dalí y otros grandes pintores europeos y estadounidenses. “Yo los respetaba y admiraba, pero no hacía como mis compañeros, que los hacían un poco como ídolos. En música estábamos con los Beatles y todo era Beatles. Yo decía: ‘¿Y por qué los norteamericanos que paran con nosotros no se pegan con los valses criollos?’. Cuando tenía mis alumnos les decía (sobre los maestros extranjeros): ‘Respétenlos, pero no los sigan’”.

Con obras clásicas como Vestigios (1986), Arca de colores (1983), Un encuentro con el pasado (2001), Trans I (1978) y Mas allá también hay color (2012), Galdos aún no descansa. “Tengo la suerte desde hace muchos años de que no tengo por qué trabajar tanto ni producir tanto. Pero siempre tengo material, siempre estoy trabajando y siempre estoy dando pinturas con novedades. No he colgado los guantes, sigo trabajando. Y, por supuesto, como cosa de broma, siempre acompañado a este lado de un poquito de pisco y de este lado un poquito de vino, porque también me ayudan a trabajar. Esos son mis compañeros de trabajo”.