Juan Luis González dice que este libro no se iba a tratar de Javier Milei. Iba a ser una radiografía de la nueva derecha argentina, esa fuerza reaccionaria que había crecido como respuesta al avance del progresismo y al calor del descontento por la pandemia.
Pero en el camino, González se encontró con la historia de un tipo que le había ocultado a todo el mundo –incluidos, los periodistas que lo entrevistaban todo el tiempo– que su perro, el amor de su vida, llevaba años muerto, que se comunicaba con él a través de mediums y “telépatas de animales” y que a sus más allegados les decía que hablaba con Dios, el “número UNO”, y que este le había dado una misión: convertirse en presidente de Argentina.
PUEDES VER: José Alejandro Godoy: “Es un buen momento para comprender cómo surgen nuestros traumas nacionales”
Ese tipo era Javier Milei. La nueva estrella de la política de ese país. El economista que reventaba los ratings. El líder de la extrema derecha, idolatrado por cientos de miles de jovencitos argentinos que habían caído rendidos ante su pelo cuidadosamente desordenado, su casaca de cuero, sus insultos contra los políticos tradicionales y su llamado a destruir el Estado.
Lo que más le llamó la atención a González fue esa faceta esotérica del líder de La Libertad Avanza, que comenzó en 2017 cuando Conan, su mastín labrador, vivía sus últimos días y Milei contrató a un brujo y luego a una supuesta experta en “comunicación interespecies”. Esta última, según Milei, logró “hablar” con el perro, incluso después de muerto. El economista quedó impactado. Con el tiempo, contó a sus allegados, también lograría “hablar” con personas muertas, como sus economistas favoritos –Friedman, Rothbard– y, gracias a la intercesión de Conan, con el “número Uno”.
González cuenta que tras la muerte de su mascota, Milei quedó tan desconsolado que lo mandó clonar a los EEUU. Desde allí llegaron seis cachorros, que él presenta hoy como los nietos del perro. Todos tienen nombres de economistas que admira. Cada uno, dice, lo aconseja en diversos aspectos de su campaña (“Milton se encarga del análisis político”, “Murray de la economía”, etc.). Lo más curioso es que hasta hoy él asegura a todos –su mastín era tan famoso que incluso tenía cuenta de Twitter– que Conan sigue vivo. Pero cuando los visitantes de su casa preguntan dónde está, siempre inventa una manera de excusar su ausencia.
Según el libro de González, la adoración hacia su perro se entiende por la soledad en la que Milei ha vivido gran parte de su vida. De niño fue maltratado brutalmente por su padre, en el colegio no tuvo amigos ni se le conoció pareja. Sus excompañeros lo recuerdan porque era un portero temerario, que salía a cortar centros sin que le importara la integridad del rival. Era un chico excéntrico. Por eso le decían “loco”.
Javier Milei se convirtió en un fenómeno a raíz de sus apariciones en tertulias de TV.
Conquistó a la audiencia con su pretendida erudicidad en economía, pero también por su irascibilidad y por sus peleas con sus contertulianos –“sos una burra”, “metéte lo políticamente correcto en el orto”, son algunas de las frases que dedicó a varias periodistas mujeres.
El economista también ganó seguidores por su discurso contra lo que llama la “casta política”, los políticos tradicionales que vivían del Estado, tanto de izquierda como de derecha.
Pero el libro de González demuestra que ese discurso se devaluó rápidamente una vez que Milei decidió constituir alianzas en todo el país con miras a las elecciones presidenciales de agosto de 2023. En el camino se deshizo del Partido Libertario –que no fundó, pero del cual era el rostro más visible– y sumó a la cúpula a viejos operadores del peronismo –el mejor ejemplo de la “casta” que decía denostar– y a apologistas de la dictadura militar.
Lo más grave es que, según varios testimonios, el equipo de Milei puso a la venta las candidaturas legislativas de 2021 hasta por US$100 mil. Entre los denunciantes están viejos aliados, como el empresario Carlos Maslatón y la comunicadora política Mila Zurbriggen. El caso está siendo investigado por la Fiscalía.
No es el único escándalo que ha puesto en duda su honorabilidad. El año pasado, Milei fue denunciado porque plagió textos de académicos de varios países para escribir su libro Pandenomics. Él nunca respondió.
Javier Milei pasó rápidamente de ser un fenómeno mediático a un fenómeno político. En las elecciones legislativas de 2021 sorprendió a todos al sacar el 17% de los votos, lo que le permitió convertirse en un diputado nacional.
Pero, según Juan Luis González, ese crecimiento tiene un techo que se confirmará en las elecciones generales del 23 de octubre.
El periodista y escritor también cree que Milei no durará mucho tiempo más en la política. –Por estas características tan particulares que él tiene, no creo que aguante mucho más –dice–. Hay gente de su partido que está convencida de que no le queda mucho tiempo en la política y por eso ya están pensando en un “mileinismo” sin Milei.
González dice que la irrupción de este personaje cambió, sin dudas, la política argentina. Gracias a él se instalaron en el debate público palabras como “libertad”, “casta” y “liberalismo” y otras como “Estado”, “impuestos” y “progresismo” se tiñeron de desprestigio.
Pero sobre todo cambió los modos de hacer la política. Instaló los gritos, los insultos.
Mieli siempre ha sido alguien que vocifera. Alguien que, en palabras de González, “es la expresión más salvaje y descarnada de la bronca”. Sin embargo, en su libro, el periodista cuenta que “buceando durante meses en su pasado y vida”, entrevistando a quienes mejor lo conocen, descubrió que “quizás Milei no esté enojado. Quizás no tenga bronca. Quizá Milei tenga miedo. La furia que lo hizo famoso sería entonces solo la cara visible de ese sentimiento.
Y tal vez todo eso sea solo un reflejo de la falta de cariño que lo acompañó a lo largo de su vida. De los golpes de un padre que durante décadas le aseguró que no servía para nada. De ese miedo que desde entonces lo sigue a donde va”.