José Alejandro Godoy: “Es un buen momento para comprender cómo surgen nuestros traumas nacionales”
El politólogo es docente de Realidad Social Peruana en la Pontificia Universidad Católica del Perú; además, es columnista en diversos diarios y revistas peruanos.
El politólogo José Alejandro Godoy nos entrega Peligro: orden de disparar. Democracia y violencia en el Perú 1980-1986, publicación que es la precuela de sus libros El último dictador: vida y gobierno de Alberto Fujimori (2021) y Los herederos Fujimori. El legado del último dictador (2022), pues nos retrae a los turbulentos años ochenta, periodo en que hicieron sus primeras apariciones personajes que definirían nuestra historia reciente, como Alberto Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski y Abimael Guzmán; y cuyo destino político se definió por figuras como Fernando Belaunde, Alfonso Barrantes, Luis Bedoya Reyes o un Alan García radicalmente distinto al de su segundo gobierno. Le tomó casi un año hacer memoria sobre una época en la que convivieron la esperanza del regreso a la democracia y el horror de la barbarie terrorista.
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Hagamos memoria para las nuevas generaciones, que no vivieron el terrorismo. ¿Qué significaba la expresión “peligro, orden de disparar” en los ochenta?
Era una expresión que sonaba muy fuerte en los cuarteles militares, o la veías inscrita debajo del símbolo de un fusil. “Peligro, orden de disparar” —del que sale el título del libro— era un mensaje disuasivo para el que se acercase con actitud sospechosa a una instalación militar. Te advertía que te iban a disparar sin hacer ningún tipo de pregunta. Era un mensaje tan común que Miki González lo tomó para una de las canciones de Puedes ser tú, uno de los discos más importantes de los años ochenta en el rock peruano.
“Para entender el presente, resulta imprescindible reflexionar sobre lo que vivimos hace cuatro décadas”. ¿Por qué volver la mirada a esa época?
Es un buen momento para comprender cómo surgen nuestros dos traumas nacionales: primero, Sendero Luminoso y, segundo, el descalabro de nuestra economía hasta el punto de que llegamos con 7.000% de inflación a 1990 y con altísimos niveles de pobreza. También es un pretexto para poner las cosas en su contexto, muchos dicen que [Pedro] Castillo ha sido el peor presidente de la historia del Perú.
Es cierto que fue un mal presidente, está preso por golpista y muy probablemente sea condenado por corrupción. Pero, en los ochenta, los gobiernos fueron catastróficos en distintos niveles para el país. Este libro nos permite explorar en algunos personajes, como Fernando Belaunde [que gobernó entre 1980 y 1985], que fue totemizado por Acción Popular y por gente que no era del partido, pero que cometió errores. Además, se publica cuando vamos a cumplir 20 años del Informe Final de la Comisión de la Verdad, que apareció en agosto del 2003.
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En tu libro haces un paralelo entre el gobierno de Dina Boluarte y el del expresidente Belaunde, y encuentras similitudes. ¿Cuáles son?
Primero está el terruqueo, que es, sin duda, una de las similitudes más evidentes. En el gobierno de Belaunde se decía que toda la izquierda estaba con Sendero Luminoso, cosa que no era verdad. Es cierto que al inicio pecó por no hacer un deslinde de las acciones armadas en general; sin embargo, la izquierda participaba en las elecciones y sus militantes ocupaban cargos públicos en el Congreso y las alcaldías. Segundo, se parecen por la subestimación de las amenazas violentas.
Esta semana, un miembro de un grupo de extrema derecha amenazó [de muerte] al presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Recordemos que, en las elecciones de 1985, Sendero atentó contra el presidente de esta institución. Es cierto que no hay evidencia de una amenaza armada de aquel grupo [de derecha], pero, ojo, mediante actos violentos, Sendero estaba advirtiendo lo que se venía y [Belaunde] lo subestimó. En la misma línea, Boluarte no hace absolutamente nada.
Tercero, ambos gobiernos se parecen porque negaron lo dicho por las organizaciones de defensa de derechos humanos, como Amnistía Internacional. Lo hizo Belaunde cuando se dieron las primeras denuncias sobre desapariciones forzadas y torturas. Lo ha hecho Boluarte frente a las denuncias de las ejecuciones extrajudiciales producidas el verano de este año.
¿A qué te refieres cuando dices que los ochenta fueron una época en la que el idealismo y la ideología se mezclaron con la decepción y la desesperanza?
Aquellos años fueron más ideologizados que los de hoy. Si bien, actualmente, hay gente en las redes sociales que se proclama de izquierda y de derecha, el común de la ciudadanía no está en ninguno de los bandos. Más bien en los ochenta había un poco más de cercanía entre la ciudadanía y los partidos políticos.
En el caso de la izquierda y el APRA con los sindicatos y organizaciones campesinas, y en la derecha con los grupos empresariales. El año 1980 se caracterizó por la esperanza que nos devolvió el retorno a la democracia tras 12 largos años de dictadura militar. Se realizaba por primera vez el voto universal [los analfabetos pudieron votar] y teníamos un sistema de partidos políticos donde no había ningún tipo de veto.
La situación iba a ser mejor y distinta que en años pasados. Pero la desilusión fue creciendo conforme avanzó el gobierno de Belaunde, y se agudizó cuando se comenzó a deteriorar el primer gobierno de García.
En el capítulo de 1980, citas un episodio crucial: un año antes, Abimael Guzmán había sido arrestado y fue liberado. Qué diferente habría sido nuestra historia si esto no hubiese pasado…
Es un episodio que cuenta originalmente Gustavo Gorriti al inicio de la última edición de su libro Sendero, en donde narra que Guzmán es arrestado en 1979, durante uno de los tantos paros nacionales sindicales contra el Gobierno de [Francisco] Morales Bermúdez. Según algunos informes de inteligencia, Guzmán estaba preparándose para la lucha armada, pero, al no tener cargos en su contra, lo dejan en libertad. Además, intervino la familia de su esposa, Augusta La Torre, que eran hacendados ayacuchanos con contactos en los institutos armados. Efectivamente, la historia del Perú hubiera cambiado si Guzmán se hubiera quedado más tiempo en prisión.
Otro de los personajes clave de los ochenta es Alan García, que fue presidente de 1980 a 1985. ¿Qué lo diferencia del García que gobernó de 2006 al 2011?
Lo que lo diferencia del García del segundo gobierno es, básicamente, lo ideológico, porque en todo lo demás se parecen mucho: en el voluntarismo, en la toma de decisiones concentradas en él como la gran figura. En los ochenta, García quería parecerse mucho a las grandes figuras de la social democracia europea, como el líder del Partido Socialista Obrero Español, Felipe González, o François Mitterrand, que fue el primer presidente socialista de Francia. Y sobre su relación con el empresariado, en el segundo gobierno tiene una relación casi simbiótica, en el primero no. En un primer tramo se lleva bien con los empresarios, luego se da una ruptura drástica con la estatización de la banca.
"‘Peligro, orden de disparar’ era un mensaje tan común que Miki González lo tomó para una de las canciones de su disco ‘Puedes ser tú’". Foto: Debate
En tu libro haces referencia a varios personajes que definirían su futuro en aquella época, como Mario Vargas Llosa, que empezaba a tener coqueteos serios con la política, o el joven exmilitar Vladimiro Montesinos. ¿A quiénes más debemos recordar?
Está Manuel Ulloa, que fue, durante años, el líder del ala liberal de Acción Popular y propietario del diario Expreso. De hecho, apadrina a Pedro Pablo Kuczynski, otro personaje que aparece de forma tangencial en el libro, pero que fue figura clave en los 2000 como ministro de Economía, y luego llega a ser presidente. Está Alfonso Barrantes, el padre de la izquierda actual, un provinciano que hablaba en un lenguaje llano y estaba por encima de las disputas ideológicas. Llegó a ser el primer alcalde socialista de Lima. Y tenemos a Luis Bedoya, el patriarca de la derecha, que tiene una presencia muy fuerte en el gobierno de Belaunde, pero también es al que siempre se le frustra la posibilidad de llegar al poder.
Y está Hernando de Soto, que aparece en 1986 con su best seller ‘El otro sendero’, que influirá en el cambio de nuestro modelo económico…
De Soto comienza a formar en esos años el Instituto Libertad y Democracia, y convoca a figuras totémicas del neoliberalismo, como [Milton] Friedman y [Friedrich von] Hayek, que vienen a Lima a dar conferencias. Luego publica El otro sendero, un libro que editó junto con Mario Ghibellini y Enrique Ghersi, que sintetiza una suerte de visión sobre lo que debe ser el capitalismo en el Perú, uno que incorpore el sector informal a la sociedad o que quite trabas al Estado. De Soto es otro personaje que, junto con Vargas Llosa, marca en ese momento la línea del espectro político.
Hay algo que resaltas en tu libro sobre los políticos de la época y es su capacidad de conversar con su rival…
Bedoya y Barrantes, que estaban en las antípodas ideológicas, podían irse a tomar un par de whiskies y conversar tranquilamente porque, además de políticos, eran amigos, eso ya no se ve. Hoy, la política es vista como una guerra donde no hay adversarios sino enemigos a los que hay que derrotar, desaparecer, incluso, matar. Este es un fenómeno global, no solo peruano.
¿Dirías que nuestra historia es cíclica?
En este libro se evidencia de dónde surgen personajes como Belaunde, que aparece un poco en El último dictador…, o Alan García, que aparece también en Los herederos de Fujimori… Uno se da cuenta de que, efectivamente, hay una recurrencia no solo de personajes, sino también de visiones. Por eso la comparación entre Belaunde y Boluarte no es ajena: está el terruqueo, se ningunean los informes sobre derechos humanos, se da algún problema económico, hay fenómeno El Niño —que es una recurrencia periódica en nuestra historia—, también aparecen grupos violentos, algunos de ideología fundamentalista. Hay, definitivamente, ciertas cosas que son absolutamente cíclicas.