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Domingo

Rodrigo Barrenechea: "El Perú está mucho más a la deriva de lo que nos gustaría"

"De Toledo en adelante, bancadas que empezaban con 40 parlamentarios o más, en el siguiente periodo tenían cinco o a veces ninguno. El poder de hoy se esfuma mañana", señala Rodrigo Barrenechea.

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Barrenechea es profesor de la Universidad Católica del Uruguay. Prepara un trabajo sobre populismo y polarización en América Latina. Foto: Rodrigo Barrenechea

Rodrigo Barrenechea, sociólogo de la Pontificia Universidad Católica y doctor en Ciencia Política por la Northwestern University (EEUU), ha escrito y publicado numerosas investigaciones sobre partidos, populismos, democracia y otros temas vinculados a la ciencia política.

Hace unos días publicó, junto a su colega Alberto Vergara, el extenso artículo Perú: El peligro de la democracia sin poder, en el que plantean que aquí estamos viviendo un ‘vaciamiento democrático’. Sobre ese tema y la coyuntura peruana habla desde Uruguay, donde es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de ese país.

En un artículo reciente, que escribiste con Alberto Vergara, mencionan que lo usual es pensar que una democracia se pone en peligro por un golpe o un hombre fuerte que concentra el poder. Ustedes plantean que en el Perú ocurre lo contrario: un ‘vaciamiento democrático’ y una ‘dilución del poder’. ¿En qué se sustenta esta idea?

Tendemos a pensar que el enemigo de la democracia es la concentración del poder, que sucede de muchas formas. Por ejemplo, a través del gobierno de una oligarquía, o de un gobierno militar por un golpe de Estado, o tras el gobierno de un líder autoritario que gana una elección y luego concentra el poder. En el Perú hemos tenido dictaduras militares, periodos oligárquicos y, con Fujimori, un gobierno elegido democráticamente que terminó concentrando el poder.

Pero lo que sugerimos en el artículo es que la democracia también sufre cuando no existen actores, líderes, grupos, partidos con suficiente poder, particularmente poder democrático. Es decir, con la suficiente legitimidad y capacidad organizativa para convocar apoyo popular que les permita durar en escena. Para hacer que la democracia funcione, los políticos deben tener un horizonte mínimo de mediano y largo plazo, que les permita plantear acuerdos y que los obligue a ser leales con los adversarios.

¿Cómo se manifiesta esta dilución del poder?

De tres maneras: lo primero tiene que ver con la fragmentación y circulación del poder. En el Perú vemos una fragmentación del poder político que se manifiesta en el Congreso, en el voto presidencial, pero también en las regiones y en las provincias y distritos. Veamos el caso de Lima, con un voto cada vez más fragmentado…

El actual alcalde de Lima ganó con apenas 26% de los votos.

Así es. Un alcalde que ha ganado con el porcentaje más bajo históricamente. Y un presidente, Castillo, que ganó con el porcentaje más bajo históricamente en la primera vuelta. Ese poder no solo es fragmentado, sino que circula mucho. Cada cinco años, quien tuvo el poder pasa de pronto a la nada. De Toledo en adelante, bancadas que empezaban con 40 parlamentarios o más, en el siguiente periodo tenían cinco o a veces ninguno. El poder de hoy se esfuma mañana. Así, los políticos no tienen futuro.

Lo segundo es que los espacios de poder político están siendo ocupados cada vez más por outsiders, personajes sin experiencia en puestos de elección popular, sin capital político para ejercer el poder de forma efectiva. Castillo es el ejemplo más exagerado, pero todos los presidentes, desde el retorno de la democracia, con excepción de García, han tenido esa característica. En el Perú, el poder llega casi por casualidad a quien lo ocupa, y ese poder desaparece una vez que se deja la oficina. Las elecciones no son un mecanismo
para elegir entre líderes, son una lotería del poder entre políticos sin pasado.

El tercer punto de esta dilución del poder es la ausencia de vínculos entre política y sociedad. No hay vínculos programáticos y ni siquiera vínculos clientelistas estables. Nos hemos quedado, incluso, sin vínculos personalistas, sin liderazgos. En las encuestas de potenciales presidenciables, los que lideran están apenas por encima del 4%. Los políticos no tienen a quién rendir cuentas.

Esa fragmentación y circulación del poder, esas elecciones convertidas en loterías para outsiders y esa ausencia de vínculos con la sociedad es lo que llamamos ‘vaciamiento democrático’: el vaciamiento de nuestra democracia y de todo el poder representativo. En ese contexto, estos políticos sin pasado y sin futuro político solo tienen el presente, y se dedican a abusar de su poder y a depredar el erario público. Es decir, a asaltar el poder.

Desde la vacancia que el fujimorismo planteó contra Pedro Pablo Kuczynski, hemos tenido media docena de presidentes. ¿Ese fue el punto de inflexión para la crisis política que vivimos hoy, para que nuestra democracia empezara a ir cuesta abajo?

Lo que ha pasado es que gradualmente los políticos han ido aprendiendo que quienes están en la otra orilla, sus rivales, probablemente no van a estar allí cinco años después. Y que ellos mismos probablemente tampoco lo estén. Entonces, han perdido toda posibilidad de contenerse y no abusar de su poder. Con el fujimorismo, en 2016, se manifestó eso a través del abuso de su poder en el Congreso. En ese momento, los políticos aprendieron no solo que sus adversarios podrían no estar aquí en el futuro, sino que ellos mismos podían sacarlos hoy mismo, eliminarlos. Pero la posición dominante que tuvo el fujimorismo no es una condición necesaria para el comportamiento desleal que estamos viendo en la democracia peruana. Este comportamiento desleal se ha generalizado. Ahora se ve que no necesitas una mayoría en el Congreso para tratar de realizar estos asaltos al poder.

Barrenechea es profesor de la Universidad Católica del Uruguay. Prepara un trabajo sobre populismo y polarización en América Latina. Foto: Rodrigo Barrenechea

Antes la vacancia era una figura que se ejercía contra alcaldes, gobernadores. Pero desde la vacancia a PPK, se volvió un arma común contra los presidentes.

Así es. De hecho, lo que llamamos el ‘vaciamiento democrático’ empieza en los niveles locales y regionales. Pero ese vaciamiento ha ido escalando y está ahora en el nivel nacional. No hay que olvidar que también lo vimos en la Municipalidad de Lima, con el intento de vacancia a Susana Villarán, cosa que no había sucedido hasta ese momento. Luego llegó a la presidencia.

Más allá de esta dilución del poder que mencionas, hoy tenemos una coalición de derecha, conservadora y autoritaria, que controla el poder.

Es cierto que si la comparas con la izquierda, la derecha puede tener un mayor poder relativo porque puede contar con poderes fácticos como aliados, y estos poderes fácticos tienen una fuente de poder que no es tan frágil o volátil, como lo es el poder electoral en el Perú. Pero no hay que exagerar la influencia de esos poderes fácticos. Cada cinco años prenden velas para que su candidato
pase a segunda vuelta. Eso no es propio de un poder con gran control de lo que está pasando.

Por el contrario, si uno observa a esos actores en relación con sus pares de otros países, uno se encuentra con que su capacidad para imponer su voluntad en la arena política es limitada. Por supuesto, hay otros medios, más allá del electoral, que utilizan estos poderes para hacer valer su voz, pero creo que se exagera su capacidad de control sobre lo que sucede en el país. Acaso porque es difícil aceptar que el Perú está mucho más a la deriva de lo que nos gustaría.

Hoy quienes detentan el poder ven la política como un enfrentamiento permanente y buscan frenar avances, como las reformas de la Sunedu o atacar espacios como el Lugar de la Memoria, por poner dos ejemplos…

Hasta hace un tiempo veíamos intentos totales de asalto al poder, de tomar la presidencia. Lo que vemos ahora son microasaltos al poder. Nuestros ocupantes ocasionales del poder usan la cuota de poder que tienen en este momento para ocupar la mayor cantidad de espacios posibles para las agendas micro que representan. Han aprendido que este es un juego de un solo turno y que tiene sentido tratar de ganar todo sin importar a quién se le pasa por encima. ¿Para qué buscar consensos con partidos y líderes que en el futuro seguramente no van a formar parte del juego?

A propósito de las protestas contra Dina Boluarte, con el saldo que conocemos, las Fuerzas Armadas han vuelto a tener presencia en la política peruana.

Así es. No intervienen de manera directa, pero cada vez más aparecen de costado en la foto. Recordemos la fotografía de Vizcarra con generales en el contexto del intento del Congreso por vacarlo. O los señalamientos de que Manuel Merino había llamado a las Fuerzas Armadas para medir su apoyo, aunque luego él dijo que lo hizo para “calmarlos”. Y también los llamados en muchos sectores a que los militares intervengan una vez que Castillo ganó las elecciones. Y, finalmente, los militares lanzando un comunicado cuando Castillo da su fallido golpe indicando que se ceñirán a la Constitución. Están apareciendo cada vez más en la foto del poder en el Perú, precisamente porque el poder democrático está en crisis absoluta, en dilución absoluta. Lo de Dina Boluarte es un episodio más de esto: suplir la falta de poder democrático con poder fáctico.

Juan Acevedo capturó perfectamente esta situación en una caricatura de Boluarte pequeñita sentada en una silla presidencial que le quedaba enorme. Y para que le quede menos grande, llamaba a los poderes fácticos para que se sienten a su lado.

 En síntesis, ¿la democracia peruana está agonizando?

Me parece que no está claro si esta dilución del poder es la antesala a un proceso de acumulación súbita, a la llegada de un líder autoritario por la vía electoral, como Alberto Fujimori en Perú, o Hugo Chávez en Venezuela. O si este proceso de dilución del poder va a continuar. No hay que subestimar la posibilidad de que la situación actual persista por un tiempo.

¿Este fenómeno de la desaparición paulatina de la democracia también ocurre en otros países de la región?

El caso peruano es un caso extremo de vaciamiento democrático. Pero hay algunas de las características que observamos en el Perú, que se manifiestan también en otros países. Se me ocurren Ecuador, Chile, Colombia, y Guatemala. Si bien la mayoría de países están todavía lejos del caso peruano, me parece que hay la tendencia hacia la ‘peruanización’, si se quiere, de algunos países en América Latina.  La dilución del poder, tanto como su concentración, son hoy amenazas a la democracia en la región.