Danny Corro (35) llevaba cuatro años escuchando y comprando discos de girlbands k-pop esporádicamente cuando llegó a Perú en 2017, dejando en su natal Venezuela unos 1.000 videojuegos que compiló desde niño.
Aquí, el profesor de idiomas se sumergió en el pop coreano e inició oficialmente su colección de álbumes. Lo animaron CD de Mamamoo ordenados por colores, y el boom del género en tierras peruanas.
Danny recuerda que pagó altos montos por sus primeros artículos hasta que conoció a los fandoms –fanáticos– en el Campo de Marte. Hoy participa en 45 grupos de ‘compra y venta’ y 5 fanclubs en WhatsApp, único medio por el que adquiere merchandising.
Él es multifandom y posee álbumes de distintas bandas, pero su prioridad son Red Velvet y Momoland. “Tengo 44 de RV. Eso es casi la mitad de mi colección”, señala orgulloso.
Valerie muestra sus photocards favoritas de Jeonghan y S.Coups (Seventeen). Foto: John Reyes/La República
Para recopilar discos de otros grupos, Danny elige por eras favoritas. Es su tip para lidiar con el hecho de que no tendrá la mercadería completa de sus idols. “Debes diversificarte porque es imposible abarcarlo todo”, aconseja.
En su colección resaltan dos lightsticks, o varas de luz, que se encienden para identificar a cada fandom: el de Apink y el de Dreamcatcher. Este último, cuenta emocionado, es la pieza más cara que posee: su empaque asemeja a un ataúd vampírico y la vara se convierte en un báculo de 78 centímetros. “Fue una locura comprarlo, pero estoy feliz. Lo adquirí a 120 dólares y ahora cuesta 250 como mínimo”, cuenta.
En fotocards ha gastado unos dos mil dólares. De las mil que tiene, 400 son de Twice.
Danny ha conseguido 103 álbumes -más 7 en camino– que es el 90% de su colección, nunca lo estafaron y conoció gente que hoy integra su círculo amical y, seguramente, estarán en anécdotas que compartirá cuando publique su merch en Instagram.
Una de sus metas es mostrar lo que tiene en redes y contar qué los hace especiales. Imagina que, cuando lo haga, sus amigos en Venezuela dirán “¡Volviste a coleccionar!”, recordando que juntó álbumes Panini de 1994 a 2014.
De regreso al presente, reflexiona: “Coleccionar me hace sentir paz y que avanzo. ¿Ha variado mi concepto? Diría que no… solo he cambiado lo que colecciono, pero la emoción de abrir un disco hoy es la misma que sentía de niño al destapar un videojuego”.
Abrir un álbum de K-pop es como recibir un regalo de Navidad. No solo es el CD y las letras. Encuentras un libro de fotos, postcards, photocards, posters”. Valerie Cuba (19) describe así la diferencia entre las coloridas piezas que vienen de Corea del Sur y los discos de occidente.
Los álbumes de música coreana varían en formatos, colores y tamaños. Comprarlos en Perú se ha vuelto más fácil con el aumento de fanáticos del K-pop, pero aún es un proceso que arrastra inevitables costos de envío.
Valerie vio el contraste pues fue Directioner –fan de los ingleses One Direction– antes de convertirse en ‘Carat’, o sea fan de los surcoreanos Seventeen. Sus ojos brillan cuando habla de Seventeen, que se apoderó de su corazón (y de sus ahorros) desde el 2021.
Yamir Díaz comparte su amor por el K-pop en Instagram @ justkpopping247. Foto: John Reyes/La República
Para apoyar el ‘comeback’ –lanzamiento de un disco– de junio, investigó cómo podría obtener el álbum y así conoció al fanclub local. “Justo tenía dinero por mi cumpleaños”, recuerda sobre Your Choice, su primer disco y donde recibió su primera photocard (o pc) aleatoria.
Siete meses después, su archivador reúne más de 150 tarjetitas con selfies de sus integrantes favoritos. Aunque son incluidas al azar en los álbumes como obsequio, los fans pueden intercambiarlas o comprarlas a otros fanáticos.
“El precio varía según la antigüedad del disco, si ya no está en impresión o si es reciente. Hay fotocards de 13 soles y otras que pasan los 70, como las del comeback Teen, Age”, explica.
También existen photocards especiales como las de beneficio, fansign, luckys y broadcast. Las últimas son muy limitadas y pueden superar los 120 dólares. La variedad de cards puede abrumar a quien recién inicia. Por ello, Valerie sugiere elegir un tipo de pc específico y pedir referencias para no pagar sobreprecio.
Los sábados, ella llega a la Alameda de 28 de julio y ahí se confunde con la multitud de seguidores del K-pop. Algunos días le toca recoger photocards, pero a veces es Valerie quien entrega una compra: un sobre preparado con mucho cuidado para que otra Carat se vaya a casa con una sonrisa y una tarjetita nueva.
En la habitación de Yamir Díaz (25), una colección de CD de los Red Hot Chili Peppers convive pacíficamente con más de 60 álbumes de K-pop. Él trabaja como intérprete de inglés, descubrió esta música el 2018, cuando era universitario y por una chica que le interesaba.
YouTube abrió la puerta para Blackpink, Twice, Itzy y NiziU. Acostumbrado a coleccionar desde los 17 años por su pasión al rock, se propuso conseguir toda la discografía coreana de las cuatro girlbands que lo enamoraron. “Al iniciar el 2021 escribí en mi estado de WhatsApp ‘este es el año del K-pop’; y en ese periodo acabé casi todas las colecciones”, recuerda.
Cada fandom de K-pop tiene un nombre particular. Valerie es Carat (quilate) por Seventeen. Foto: John Reyes/La República
Yamir sabe con precisión cuánto dinero le ha costado toda su mercancía pues registra en Excel la más mínima inversión. “En la pandemia pensé: ‘¿Y si me pasa algo? ¿Cómo ayudo a mi familia con lo que he hecho en vida?’. Esto vale y se podría revender”, explica al darle un vistazo a su librero de discos.
Solo lo que tiene de Twice asciende a 15,447.50 soles. Esto incluye CD, lightsticks, goods y el “amor de su vida”, como describe a un miniparlante bluetooth edición limitada Davely (inspirado en su integrante favorita Dahyun), que le costó 325 soles. Al igual que el 90% de sus discos está sellado de fábrica.
El sueño de Yamir es abrir los 44 álbumes de Twice en un megaunboxing –abrir las cajas– para YouTube. Lo resume así: “Es bonito ver a alguien feliz de finalmente tener en sus manos algo que se ha esforzado en conseguir”.
Él está esperando que lleguen siete discos por barco para encender su cámara y descubrir qué le tocó en los ítems que reunió por más de un año. Aunque ahora es un fan orgulloso, admite que antes dudaba sobre involucrarse en el K-pop. “Temía que mis amigos me molestaran. Vivimos en una sociedad muy estereotipada, pero uno debe tener personalidad para que eso no te importe. En realidad, la música es para todos; el K-pop es para todos”.