Uno de ellos –Kast– es pinochetista, habla del “lobby gay” y quiere construir una zanja en la frontera para cerrarles el paso a los inmigrantes.
Otro –Milei– habla de privatizar las calles, insulta en TV a los izquierdistas y dice que el cambio climático es una “mentira socialista”.
El tercero –López Aliaga– es un fanático que se flagela pensando en la Virgen María, que dice que la izquierda es “diabólica” y que invocó en público la muerte de un adversario político.
No son iguales. Cada uno tiene sus peculiaridades, sus grados de radicalismo. Pero hoy en día forman parte de lo que parecer ser un fenómeno regional: la irrupción de ideas ultrarreaccionarias que hasta hace unos años eran minoritarias y que hoy han ganado seguidores, atención pública y fuerza electoral, al punto de que uno de ellos –Kast– llega a las elecciones que se celebran hoy en Chile con grandes chances de convertirse en el próximo presidente.
En la senda del fanático Jair Bolsonaro en Brasil, Javier Milei, José Antonio Kast y Rafael López Aliaga son ahora los nuevos referentes de la extrema derecha en América Latina.
–Estamos viendo el crecimiento electoral de fuerzas que antes eran marginales– dice Farid Kahhat, autor de El eterno retorno. La derecha radical en el mundo contemporáneo. –Y una razón para explicarlo es que surgen después del mayor auge electoral de la izquierda en América Latina, con el kirchnerismo en Argentina, el PT en Brasil, Chávez en Venezuela, etc.
–Sí, hay un fenómeno de derechas que se parecen y adoptan discursos extremos– dice, por su parte, el politólogo Eduardo Dargent. –Son derechas que comienzan a adoptar algo que antes era más común en la izquierda, que es el uso de la calle, y que, a diferencia de las derechas tradicionales, tienen llegada a los jóvenes.
En Argentina, por ejemplo, a Milei, un mediático economista de ideas estrambóticas, pelo despeinado y talento para la agitación, lo siguen sobre todo jóvenes de la capital, chicos que se consideran “libertarios” y que repudian causas progresistas, como el feminismo.
Y en Perú, en las protestas contra el supuesto fraude denunciado por la derecha destacaron los grupos de jóvenes, entre ellos los llamados hispanistas, que marcharon con sus escudos y sus banderas con el Aspa de Borgoña, una escena impensada en otras épocas.
–La derecha latinoamericana tradicional siempre apelaba a las fuerzas del orden para contener lo que ellos consideraban la amenaza de la izquierda– anota Kahhat. –Ahora vemos movimientos que intentan enfrentar a la izquierda movilizando a la gente a las calles.
Dargent remarca que estas derechas varían mucho de país a país. En algunos se vuelven un fenómeno potente debido a la fragmentación de los partidos en general y al desprestigio de los tradicionales. En otros, como los casos peruano y argentino, centrados en la capital, sus posibilidades de crecer parecen limitadas.
–Dicho esto, en Perú, debido a la fragmentación, con un 13% de los votos ya tienes peso, ya eres un Titán de la política– agrega.
Siendo diversas, ¿qué es lo que tienen en común? De acuerdo a los analistas, lo principal es su feroz anticomunismo. Esa propensión a ver izquierdistas por todas partes.
–El anticomunismo es, probablemente, lo que más los une– dice Farid Kahhat. –Milei dice ser libertario y, en teoría, un libertario debería ser capaz de diferenciarse de un conservador religioso como, digamos, López Aliaga, y defender temas como la legalización del matrimonio igualitario y del consumo de drogas. Esos son temas que están en su plataforma, pero él les da un peso menor en favor de aquellos que lo acercan a la derecha más conservadora.
–También hay un componente conspirativo muy fuerte en todas ellas– dice Dargent. –Esta idea de que hay una izquierda internacional muy poderosa que domina el Banco Mundial y las Naciones Unidas y que ellos son la resistencia. Es un argumento que tiene impacto. Construir estos discursos con un gran enemigo externo creo que es algo nuevo en esta derecha.
La supuesta incorreción política. Ir a contracorriente de cambios sociales como la igualdad de género o la concesión de derechos a la comunidad LGTBI. Y el populismo, el discurso que sitúa a las élites políticas en conspiración permanente contra “el pueblo”, son otras características que parecen tener en común.
¿Por qué ha crecido esta nueva derecha?
Aunque las razones varían según el país, para Farid Kahhat la causa principal parece ser el descontento social provocado por la recesión económica en la región, en la que fueron claves el fin del super ciclo de las materias primas y la pandemia. Un descontento que se dirige contra los partidos del establishment y que, según el experto, ha provocado la radicalización no solo en la derecha sino también en la izquierda.
–Lo que está ocurriendo en realidad es una revuelta contra los gobiernos allí donde la gente considera que han tenido una mala gestión frente a la pandemia. Y han crecido las alternativas anti establishment, tanto de derecha como de izquierda. No olvidemos que en Argentina la tercera fuerza política no es el partido de Milei, sino el trotskismo. Y que en Chile el otro candidato que lidera las encuestas es alguien que viene de los movimientos estudiantiles.
En Perú, la alternativa anti establishment que venía de la izquierda no solo creció, sino que terminó ganando la Presidencia, agrega.
¿El crecimiento de la derecha radical en Perú propiciará el fin del fujimorismo?
Para Dargent, López Aliaga y su grupo serán un serio problema para el fujimorismo en las elecciones del próximo año. Sin embargo, este no desaparecerá. El politólogo cree que, en estas circunstancias, con ambos partidos en posiciones tan extremas, hay espacio para que surja una derecha moderada que atraiga a los votantes que no quieren seguir la senda radical de estas agrupaciones. Solo el tiempo lo dirá.
RECUADRO
JÓVENES CAMISAS NEGRAS
Como recuerda Farid Kahhat, en el Perú ya hubo una derecha radical exitosa: la Unión Revolucionaria, liderada por Luis Sánchez Cerro y, a su muerte, por Luis A. Flores. En el poder, la Unión Revolucionaria fue populista y autoritaria. Tras la muerte del líder, Flores convirtió su organización en un partido abiertamente fascista, integrado por jóvenes que vestían camisas negras y se enfrentaban en las calles a los apristas.