Cada vez que escuchaba el himno de Estados Unidos antes de un partido, el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick se hincaba en el piso y protestaba contra la brutalidad policial y las desigualdades raciales. Lo hizo por primera vez a fines de 2016, cuando integraba las filas de los San Francisco 49ers. Entonces, Barack Obama acababa de dejar la presidencia en manos de Donald Trump, quien agitó la xenofobia durante su campaña y generó una desmedida ola de ataques que dio la vuelta al mundo.
Kaepernick —nacido en noviembre de 1987 y dado en adopción después del parto— se manifestó de rodillas, y al año siguiente quedaba fuera de la Liga Nacional (NFL). Su postura polarizó el país y fue duramente criticado por Trump, quien lo mandó a callar por faltar el respeto a los símbolos patrios. “No, no voy a mostrar orgullo por un país que oprime a la gente negra y personas de color —contestó Kaepernick, como una declaración de principios—. Sería egoísta mirar a otro lado. Hay cuerpos en las calles y gente que se sale con la suya”.
Al mariscal de campo no le importó romper con el equipo que llevó a la Super Bowl en 2013, deshacerse de un supercontrato de 126 millones de dólares y quedar desempleado a los 30 años. Tampoco que ninguno de los otros 31 equipos de la NFL se interesara por sus servicios. Como muchos jugadores y analistas estaban convencidos de que la decisión era producto de su protesta, Kaepernick denunció a los dueños de los equipos por confabulación. La oleada que lo apoyaba pidió boicotear a la liga más poderosa de los deportes profesionales. En agosto del año siguiente, un tribunal encontró evidencias para iniciar un juicio, que a la fecha se cursa bajo confidencialidad.
Cinco años después, los efectos del activismo de Kaepernick, devoto metodista y practicante del veganismo, han dado resultados: la rodilla en tierra y puño levantado fue reivindicado por el movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan), en nombre de George Floyd —asesinado por policías—. Es un símbolo contra la discriminación, adoptado incluso por policías que respaldan la lucha de los afrodescendientes por lograr justicia por las vidas perdidas. En 2020, las denuncias de delitos de odio aumentaron en Estados Unidos. La mayoría de casos (2.755) pertenecían a la comunidad afroamericana, según cifras del FBI. Más de la mitad de las denuncias fueron por intimidaciones. Pero el 18% de los ataques fueron agresiones graves y 22 homicidios motivados por odio.
En medio de ese panorama, Netflix ha anunciado el lanzamiento de Colin en blanco y negro, una docuserie que, próxima a estrenarse el 29 de octubre, recogerá pasajes desconocidos sobre la vida del niño birracial criado en una familia blanca. El audiovisual llega tres años después de que Nike creara un eslogan con el rostro de Kaepernick acompañada de la leyenda: “Cree en algo, aunque signifique sacrificar todo”. El anuncio ha despertado controversia en la mayor economía del mundo: mientras unos señalan que la historia del atleta y activista abraza la resiliencia y la lucha por justicia, otros la catalogan como un desaire a la bandera estadounidense y al sacrificio de los militares.
Pero Kaepernick es más que el protagonista de un deporte donde el 67,8% son afrodescendientes: su activismo ha sido tan sólido, que investigadores y medios lo comparan con el de Martin Luther King y el de Ella Baker. Quería incitar una conversación abierta sobre el racismo y la represión, pero acabó aferrado a la militancia: “Si entendemos por lo que ha tenido que pasar cada uno de nosotros —dijo en 2016—, podemos realmente hacer un cambio”.