Faltaban dos horas para que Daniela Darcourt debutara como solista y su maquillador personal no llegaba. Se había quedado dormido. El vestido que iba a lucir en La Casa de la Salsa se había rasgado y debió salir al escenario con uno que consiguió a último minuto. Una amiga de su madre llegó a verla e improvisó, dentro de su auto, un maquillaje frente al espejo retrovisor. Daniela apenas tuvo tiempo para esponjarse el pelo con un poco de crema. Empezó a temblar cuando uno de sus amigos le envió un video por WhatsApp en el que le mostraba el ambiente. “No cabía ni un alfiler –recuerda ahora, tres años después–. En ese momento dije: bueno, ya está, a la mierda, vamos a ver qué pasa”.
Ese 8 de junio de 2018, la cantante de salsa tropezaría dos veces, pero supo disimularlo. Sus bailarines olvidarían la coreografía. Hay videos en YouTube de esa gala. “Se ve como si no pasara nada, ¿verdad? –ríe Daniela cuando los ve–, pero olvídate, estábamos helados y sudando. Me recargaba con un poco de agua y seguía. Estaba toda mi familia. Esa era la noche más importante para mí”. La había soñado desde los ocho años, cuando empezó a trabajar en un elenco de shows infantiles. Se preparó con disciplina para ese momento: primero en el coro parroquial; luego en el Conservatorio, adonde la llevó su abuelo Mario; y más tarde en las clases de ballet de la casona de San Marcos y en una escuela de salsa.
Entregada en el escenario aquella noche, en un concierto al que asistió en secreto Isidro Infante, uno de los arreglistas más solicitados de la industria salsera, Daniela ejecutaba una dulce venganza para quienes le habían cerrado las puertas y le remarcaron que no se esforzara tanto, que nunca saldría del pasaje Almagro de La Victoria, donde creció; que solo viviría cantando covers. El fenómeno Darcourt estalló tras ese estreno: hizo presentaciones por cinco horas a la semana, luego aumentó a quince y, en la cumbre de su carrera, a por lo menos cuarenta. Empezaron las invitaciones a la tele –fue la revelación de El gran show–, el ajetreo de los aviones, las giras fuera de Lima, esa vida que básicamente consistía en cantar, dormir, maquillarse, comer y repetir. La vida robótica.
Un año después, en febrero de 2019, Daniela Darcourt lanzó ‘Señor mentira’ y ‘Adiós amor’, los temas que ingresaron a la lista de los Billboard. Llegó a los premios Lo Nuestro en Miami. Conoció Disney. Su primer álbum, ‘Esa soy yo’, llegó en mayo de ese año, de la mano del productor Master Chris. “Mi historia es bien loca porque inicialmente, junto al equipo, planeamos que los resultados se verían en un año y medio. Pero todo estalló en semanas. De pronto me había convertido en una máquina”. Y solo tenía 23 años. Diariamente, de miércoles a domingo, acudía a unos siete shows. Debió ajustar su reloj biológico —el día lo volvió noche y viceversa—, anular su ámbito privado y olvidarse de vivir. Esa fue su rutina hasta junio de 2019, cuando fue diagnosticada con pólipos en las cuerdas vocales y laringitis crónica. Antes había caído en una depresión severa, de modo que anuló su agenda para llevar un tratamiento que, entre otras cosas, consistió en quedarse callada. Durante medio año, el ‘huracán de la salsa’ debió permanecer en silencio.
Ahora, convertida en ejecutiva de su propia marca y anunciada como coach en ‘La voz Perú’, Daniela Darcourt combate el estigma en torno a la salud mental mediante la normalización: “La depresión es una amiga que te abraza y te abruma tanto que a veces ya no sabes qué hacer. La gente paga para verte, no para enterarse de tus problemas o heridas. Pero está bien que las sepan. Hubo un tiempo en que solo quería desaparecer”. También quiere visibilizar los guantazos de la fama, que le dio tanto y tanto le arrebató: “Yo la llamo mierditis cerebritis aguditis –carcajea–. Si una persona está pensando en ingresar a este mundo solo por eso, está en el camino equivocado. La fama te hace pagar una penitencia interminable. Además, quiero remarcar que los sueños son personales y no se venden a nadie, menos al diablo”. Es un guiño a los rapaces de la industria, de quienes fue víctima.
‘La voz Perú’ se estrena este lunes 14 a las 9:00 p.m. Daniela es la entrenadora musical más joven que ha tenido, hasta el momento, este formato internacional. Ha encajado rápidamente porque le recuerda su historia cuando fue concursante en ‘Perú tiene talento’. Acaba de estrenar ‘Te equivocaste conmigo’, bajo la producción de Tony Succar. Vuelve al frente de su propia marca y con el respaldo de Tito Nieves, con quien grabó ‘Si tú te atreves’. El autor del sencillo es el compositor cubano Jorge Luis Piloto. “Salvando las diferencias —apunta Piloto—, Daniela me recuerda la seguridad de Celia Cruz. Celia lo que más sabía era lo que quería”. ‘Te equivocaste conmigo’ ha sido un proyecto contra el tiempo, de bajo presupuesto y, por lo mismo, la demostración de que el talento, sin método, es insuficiente. “Daniela es una goleadora –sugiere Tony Succar–. Con ella uno siempre sale ganando”.
Y mira que toda la vida he metido goles, sonríe Daniela Darcourt esta mañana. De niña era la única que jugaba fútbol con los chicos de su barrio. Su abuelo la alentaba desde la vereda. Todavía le cuesta llevar extensiones y maquillaje recargado. Tiene 19 tatuajes. Aunque a veces duerme poco, no toma pastillas para conciliar el sueño. Compone en soledad. Está escribiendo un libro de autoayuda (porque quiso ser psicóloga). Lee a Isabel Allende y Paulo Coelho. Vive sola en un departamento de Lince, a quince minutos de la casa donde creció. Al grupo de sus elegidos en ‘La voz Perú’ lo ha bautizado como la Promo: son veinteañeros que anhelan un espacio en el rubro y, sobre todo, confían en ella. Aunque la rumba y la noche son su atmósfera, Daniela ha decidido escapar de allí. Cuando está libre, llama a sus amigos íntimos, organiza la parrilla, una tarde de películas o simplemente los convoca para tenderse a conversar. Les habla de la idea de conformar una familia.
“La vida me obligó a ser mujer a la fuerza y me he dado cuenta de que los chicos de mi edad no quieren compromisos. Yo sí. Soy una chiquivieja —dice—. Ya no me cuido al decir lo que pienso. Así soy yo”. A los 19, cuando integraba Son Tentación, estuvo a punto de acudir a un centro de fertilidad asistida para gestar a través de la inseminación artificial. Le pidió a su madre que la acompañara. “Le dije: no quiero tener pareja, solo quiero ser mamá. Me había dado esa locura. Hoy tendría un hijo de casi seis años y probablemente hubiera sido muy feliz. Después la idea se desvaneció. Pienso en ese momento y me digo que ahora sí pondría stop a todo para formar mi familia… en serio lo pienso. Me fui por la tangente, ¿no?”. Es miércoles, día de grabaciones, y Daniela va apurada. Se ha amoldado a ese trajín. Ahora solo quiere llegar a casa, poner el celular en modo avión y hundirse en el sofá.