Al profesor de Harvard Steven Levistky no le preocupa el crecimiento electoral de la extrema derecha: piensa que tiene una base sólida, pero también un techo. Lo que ve al observar la campaña es un escenario de candidaturas pequeñas, débiles y fragmentadas en donde, a tres semanas de las elecciones, ninguna –ni siquiera la de Yonhy Lescano– tiene asegurado el pase a la segunda vuelta.
¿Te sorprende el ascenso de López Aliaga?
No. Por varias razones. Primero, porque decir “ascenso” es relativo, estamos hablando de siete, ocho por ciento [en las encuestas]. Este es un grupo de candidatos débiles y muy fragmentados. Un candidato salta a cinco por ciento con el apoyo de su abuelito y dos primos y ya es un ascenso. Ocho por ciento en otros países es fuera del juego. Entonces, no es tan alto. Segundo, los candidatos con ideologías extremas suelen salir muy bien porque hay un sector de la sociedad que se aferra a esa ideología extremista. En el caso de López Aliaga, hay un sector de la sociedad peruana, minoritario, que pertenece a ese movimiento de Con mis hijos no te metas, de conservadurismo social religioso, en el que se juntan sectores evangélicos de ultraderecha con sectores católicos de ultraderecha. Es un grupo movilizado, con creencias fuertes, y él apela a ellos. Entonces, donde todo el mundo tiene cinco, seis por ciento, alguien que apela a una ideología extrema puede competir. De llegar a segunda vuelta, va a tener mucha dificultad. Pero sí puede competir en un campo muy fragmentado. En otra democracia, ocho por ciento no es nada.
Pero en Perú es suficiente...
Aquí en Perú te sientes ganador. La otra razón por la cual alguien como López Aliaga sube es ese mismo patrón de Trump y Bolsonaro: un extremista que dice cosas terribles, cosas bestias, y que todos los días recibe un montón de atención mediática, muchas veces negativa. Todo el mundo grita “¡oh, cómo puede ser posible que haya dicho esto!, ¡es un facho blablablá!”, pero le está dando un montón de atención mediática. Hace seis meses nadie sabía quién carajo era López Aliaga. Ahora todo el mundo lo sabe. Porque cada cosa absurda que dice recibe mucha atención mediática. Trump hizo lo mismo, Bolsonaro hizo lo mismo.
Los medios creíamos que podíamos confrontarlo y sacar a la luz su discurso intolerante, pero le estábamos haciendo un favor.
Y lo están llevando a segunda vuelta. En los Estados Unidos los medios hicieron lo mismo con Trump.
¿Qué debimos hacer? ¿Ignorarlo?
Mira, es un dilema casi imposible, porque los medios tienen que vender y si tú lo ignoras, El Comercio lo cubre o el otro canal... siempre va a haber un medio que lo cubra y si ustedes no lo cubren, pierden. Entonces, sí, en principio lo mejor sería ignorarlo, pero en el mundo competitivo de los medios es imposible.
¿Qué te dice que su principal respaldo esté entre los hombres de los niveles A y B de Lima?
Este tipo de candidatos de ultraderecha, conservadores, suelen tener más apoyo entre hombres que mujeres, ocurría lo mismo con Bolsonaro y con Trump. El otro dato es que un candidato que es muy fuerte en los sectores A y B de Lima va a sufrir el “efecto Vargas Llosa”. Hemos visto varios, con la única excepción de PPK, que se enfrentó con Keiko Fujimori. Este tipo de candidato, de derecha limeña, de San Isidro, difícilmente gana en segunda vuelta. Tiene su bastión de votos en San Isidro, pero es muy difícil saltar de allí a un triunfo a nivel nacional.
¿Tiene un techo, entonces?
Yo creo que sí.
¿El ascenso de López Aliaga es el de una figura individual o es el ascenso y la consolidación electoral de la extrema derecha en el Perú?
Mira, Perú tiene varios sabores de derecha y varios sabores de ultraderecha. No hay una sola ultraderecha. Pero la tendencia cristiana conservadora, a la que le importa más la Biblia que la bala, está con él. Jugaron con Keiko en 2016, pero él se posicionó como el candidato de Dios, el candidato ultraconservador, y entonces las iglesias y grupos religiosos ultraconservadores migraron a él. Ninguna fuerza política en el Perú es muy organizada, no hay un partido muy organizado, pero en ese contexto en el que todo el mundo es débil, el movimiento Con mis hijos no te metas es de los más organizados. Y han migrado hacia él.
Mi pregunta es si la irrupción de este candidato significa que el Perú tendrá a partir de ahora un partido de extrema derecha con presencia electoral.
Es posible, pero hace cinco años hablábamos de la consolidación de un partido de ultraderecha llamado Fuerza Popular. Hay un espacio electoral allí que distintos candidatos pueden llenar, pero una cosa es la existencia de ese espacio y otra cosa es la consolidación de un partido político que represente ese espacio. Yo creo que el partido de López Aliaga está lejísimos de consolidarse. Keiko construyó una organización mucho más fuerte que la de él, así que yo no apostaría a su consolidación.
Hace un tiempo dijiste que luego de un intento de moderarse, a partir de 2016, Keiko terminó consolidando el fujimorismo como una fuerza de ultraderecha. ¿Crees que sigue siéndolo?
Lo está intentando. No ha tenido mucho éxito. Primero que la gente se ha hartado de Keiko y de los líderes de Fuerza Popular. El comportamiento de los líderes de Fuerza Popular ha sido atroz, le quitó apoyo. Keiko es uno de los políticos más impopulares del Perú; en un país lleno de políticos impopulares, Keiko les gana a todos en antivoto. Con la muerte de Alan García, es la reina de la impopularidad. Entonces, no ha tenido éxito en ese esfuerzo. Con su triunfo en el Congreso en 2016 parecía que Fuerza Popular tenía la posi- bilidad de consolidarse como el partido de ultraderecha del Perú, pero perdió su capital político rápidamente, y la culpa la tiene ella.
Algunos explican el crecimiento de la ultraderecha como una reacción al avance de los valores social liberales, que cada vez son más predominantes en los países desarrollados y que poco a poco se van adoptando en el resto de países, como el Perú. ¿Qué piensas tú?
Hay una reacción... pero no quiero exagerar el tamaño de esa reacción. La ultraderecha solamente gana hasta ahora en Brasil y Colombia. En esos dos casos sí existe la derecha conservadora, el movimiento de Con mis hijos no te metas sí pertenece a la coalición de Bolsonaro y a la coalición de Duque, pero en otros países no se ve una ultraderecha tan fuerte. Insisto, existe en Perú, pero tan mayoritaria no es, ni siquiera fuerte, ocho por ciento es poco. Entonces, esa especie de ultraderecha como reacción al progresismo social no es tan grande.
¿Qué te sugiere el hecho de que Acción Popular, el partido que usurpó el poder en noviembre y fue repudiado por gran parte del país, lidere ahora las encuestas?
Significa muy poco. Nadie sabe qué carajos es Acción Popular. Acción Popular no es el Acción Popular de antes, es simplemente una fachada. [Manuel] Merino ¿cuántos años tiene en Acción Popular? Poco tiempo. Es un partido como los demás partidos, es un partido de tránsfugas. Es simplemente un colectivo de tránsfugas. Y a Lescano, que tiene un poco más de historia en Acción Popular que otros, tampoco le importa mucho su partido. Entonces, creo que significa muy poco. Y repito, Acción Popular está liderando las encuestas entre comillas. ¿Qué porcentaje tiene? ¿Trece, catorce por ciento? ¡Nada! No es un partido fuerte. Es el menos débil.
Falta muy poco para las elecciones. ¿Qué crees que puede pasar con ese veinte, veinticinco por ciento que no quiere votar por ninguno de los que están en la lista?
Como siempre en las elecciones peruanas hay mucha incertidumbre, mucha volatilidad, el nivel de compromiso de los votantes con los candidatos es, con algunas excepciones, muy bajo... Creo que Verónika Mendoza y López Aliaga sí tienen a sus votantes fuertes, tienen techo, pero también tienen piso. Con respecto a los demás, cualquier cosa puede pasar. Lo más probable es que ese veinte por ciento se fragmente, que algunos no voten, otros en blanco y el resto se divide entre todos los candidatos. Podría haber una coordinación alrededor de un nuevo foco, como pasó con Fujimori en el 90 o como pasó con Muñoz en Lima. A veces de la nada los indecisos encuentran un solo foco y hay un salto enorme en los últimos días.
De todo este movimiento que ha habido en las últimas encuestas, con Lescano y López Aliaga subiendo, Forsyth bajando y Guzmán hundiéndose, ¿hay algo que te haya llamado especialmente la atención?
Como dije antes, creo que, en ese contexto de fragmentación, los candidatos más ideológicos, los candidatos de los polos extremos, que pueden captar su ocho, nueve por ciento de gente muy compro- metida –Keiko, Verónika, López Aliaga–, tienen más éxito. Julio Guzmán con su centrismo vago tiene menos gente comprometida. Pero también siempre hay un espacio bastante grande para un candidato que se posicione en el centro, que no es identificado con los rojos o caviares ni con la ultraderecha. Lo llenó Toledo en 2001, lo llenó Alan en 2006, lo llenó Humala en 2011. 2016 fue un caso muy raro por la expulsión de Acuña y de Guzmán, yo creo que Guzmán hubiera llenado ese espacio en 2016. Y este año claramente lo ha llenado Lescano. Este centro es grande. Las redes sociales se polarizan entre izquierda y ultraderecha, pero el electorado peruano está ubicado mucho más en el centro y Lescano está ganando ese voto.
¿Te sorprendió el hundimiento de Guzmán, que fue una de las figuras visibles en las protestas de noviembre?
Guzmán nunca ha sido muy popular como candidato. Creo que ha hecho algo muy positivo y muy importante para el bien público, que es construir el Partido Morado, que es un partido más coherente y más decente que los demás. La construcción del Partido Morado es un aporte al público peruano muy importante, pero como candidato Guzmán nunca ha sido muy popular. Y creo que los eventos lamentables con el incendio tampoco ayudaron. Y, también, estar vinculado con el oficialismo de algún modo en el Perú te hace daño. Los peruanos no quieren a sus gobernantes, por eso votan masivamente en contra de la reelección. No quieren a los que están en el poder y hoy en día hay un miembro del Partido Morado en el poder. El gobierno no es muy popular y eso también hace daño a su candidatura.