Jueves 31, cerca del mediodía. Faltan 12 horas para que se acabe este año aciago y, mientras muchos peruanos hacen sus preparativos para recibir el Año Nuevo, el investigador Pool Marcos está extrayendo el ARN de un grupo de muestras infectadas con coronavirus que el Instituto Nacional de Salud (INS) les envió hace unos días.
En un campus desierto, el de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), rodeados de pasillos oscuros y vacíos, Marcos y un equipo de investigadores, dirigidos por el biólogo Pablo Tsukayama, pasan las últimas horas del 2020 entregados a una tarea urgente: detectar si ya está en la capital la variante británica del coronavirus.
Como se sabe, esta variante ha causado alarma en el mundo por sus altos niveles de transmisión (entre 40 y 70% más contagiosos) . Hace unos días se confirmó que ya está en Chile y Brasil. La ministra de Salud, Pilar Mazzetti, cree que, eventualmente, va a aparecer en Perú.
Pablo Tsukayama piensa lo mismo. Dice que es muy probable que la variante británica ya se encuentre entre nosotros. Pero eso no es todo. Él cree que, tomando en consideración el alto número de casos que hay en nuestro país –más de 1 millón, oficialmente–, es probable que circulen otras variantes potencialmente riesgosas.
Por eso es tan importante el trabajo que Tsukayama, Marcos, Pedro Romero y el resto de investigadores están haciendo, desde julio, en el Laboratorio de Genómica Microbiana de la UPCH. No es solo buscar nuevas variantes. Es entender cómo se comporta el virus. De dónde vino. Y hacia dónde está yendo.
Tsukayama cuenta que antes de la pandemia en estos ambientes él y su equipo se dedicaban a perseguir a otros bichos: las bacterias responsables de infecciones hospitalarias, de la TBC o de la Enfermedad de Carrión.
En julio arrancaron el Proyecto de Vigilancia Genómica del Coronavirus. Su objetivo fue secuenciar al menos 500 genomas de SARS-CoV-2 para estudiar la transmisión y evolución del virus dentro del país.
Todos los meses, el equipo recibe muestras con coronavirus enviadas por el INS. Extraen de cada una de ellas el ARN y lo convierten en ADN, que es más estable. El ADN del virus es secuenciado y, a partir de esos millones de secuencias cortas, se reconstruye el genoma completo. Es un procedimiento complejo, delicado, que puede tomar entre tres y cuatro días.
Cuando los científicos han reconstruido el genoma de un virus, pueden ver cuántas veces ha mutado. Desde que en China se secuenció el primer genoma, en enero, el virus ha mutado mucho, a un promedio de dos veces al mes. Hasta hace poco, ninguna de esas mutaciones había sido para preocuparse.
Hasta que se conoció la variante del Reino Unido.
–La clave del Reino Unido es que desde muy temprano se pusieron de acuerdo instituciones, universidades, laboratorios privados y estatales y armaron una propuesta de vigilancia genómica– explica Tsukayama. –Obtuvieron 20 millones de libras de financiamiento [unos 27 millones de dólares] y se pusieron a secuenciar en varias partes del país. Por eso ellos tienen hoy 150 mil genomas secuenciados, que es la mitad de todos los que se han generado en el mundo.
Debido a que buscaban mucho –agrega– fue que pudieron encontrar esta variante, cuando empezaba a causar estragos en el sudeste de Inglaterra.
Un caso similar es el de Sudáfrica, donde una plataforma de científicos que se dedica a secuenciar genomas del virus detectó una nueva variante en los días previos a la Navidad.
–No hay nada especial en Inglaterra o Sudáfrica que haga que más variantes se formen allí– dice Pablo Tsukayama. –Las condiciones para que se generen nuevas variantes están, prácticamente, en cualquier país en el que se le ha dado al virus tiempo y espacio para transmitirse. En los países donde hay un montón de casos probablemente se han generado variantes locales que pueden tener ese efecto [mayores niveles de transmisión]. Y si no han aparecido hasta ahora es porque, sencillamente, no las están buscando lo suficiente.
Uno de esos países es Perú.
El Perú registra, oficialmente, poco más de 1 millón de casos de coronavirus. Sin embargo, los estudios de seroprevalencia del Minsa indican que en ciudades como Lima y Callao más de la tercera parte de la población ya se infectó. Y en otras regiones, el porcentaje de contagiados sería superior al 70%.
–Si tienes al 40 o 50% de tu población contagiada y el virus ha tenido tiempo de mutar– dice Tsukayama–, las chances de que aparezcan estas variantes son más altas que en muchos otros países del mundo. Simplemente no estamos mirando.
El equipo de la Cayetano trata de mirar, en la medida de sus posibilidades. Son un puñado de personas, sobre todo tesistas de pregrado, maestría y doctorado. Arrancaron con un fondo de 300 mil soles, proporcionado por Concytec, una suma que no se compara a las que manejan equipos de vigilancia genómica de otros países.
Con esos pocos recursos, han logrado consolidar algunos datos. Por ejemplo, han confirmado que el virus no llegó al Perú exclusivamente a través del famoso “paciente cero”, sino que lo hizo traído por decenas de viajeros, llegados principalmente de Europa.
Han secuenciado hasta el momento alrededor de 400 genomas, han encontrado cientos de variantes y se han topado con algunas mutaciones ciertamente peculiares, incluidas algunas que afectan a la proteína Spike, que es la que se acopla a las células humanas y las invade.
–Esta mutación parece haberse dado únicamente en Perú– dice Tsukayama–, aunque eso no quiere decir que se esté comportando diferente.
Para confirmar si las mutaciones generan cambios en el comportamiento del virus o si lo hacen más contagioso, el experto en microbiología cree que se deberían llevar a cabo ensayos en laboratorio, que es lo que están haciendo otros países.
Pero eso parece un sueño ahora: al Proyecto de Vigilancia Genómica de la Cayetano se le acaban de terminar los fondos.
Tsukayama indica que, incluso moviendo recursos de otros proyectos y sumando donaciones de algunos cooperantes, el equipo se quedó sin dinero para adquirir más reactivos. Los últimos que quedan son los que están usando para procesar, en estos días, las muestras que les ha enviado el INS.
–Concytec hizo lo suyo, que fue plantar la semilla, pero ahora que la herramienta que hemos desarrollado ya es una herramienta de salud pública, ¿a quién le toca financiar esto?
Hace dos semanas, al informar al mundo sobre la nueva variante británica, la OMS recomendó a los países aumentar sus actividades de secuenciamiento del virus y reportar si observaban las mismas mutaciones. Los científicos de la Cayetano tienen el conocimiento y los equipos para hacerlo. Y ya han establecido alianzas con laboratorios de la Católica, San Marcos y otras universidades para multiplicar el volumen de trabajo. Hay miles de variantes circulando en el país. Hoy, se necesitan recursos para seguir detectándolas.