El próximo fenómeno televisivo global podría estar inspirado en nuestra historia o al menos en parte de ella. El año pasado, el escritor francés Laurent Binet lanzó con mucho éxito su tercer libro, Civilizaciones, que acaba de ser traducido al español. En esta novela cuenta qué hubiera ocurrido con el mundo si el inca Atahualpa hubiera conquistado Europa e impuesto su régimen teocrático en el Viejo Mundo. Hoy, su ucronía va en busca de un nuevo soporte. Nombres como los de Alfonso Cuarón o Alejandro González Iñarritu podrían estar a cargo de la adaptación televisiva. Esta semana, gracias a una gestión de la embajada de Francia, el autor conversó con Domingo.
Estuve leyendo algunas frases que ha lanzado al presentar Civilizaciones, su último libro, en España. Se las voy a leer. “Con una conquista inca habríamos evitado los escollos del capitalismo”. “Tendríamos seguridad social desde hace siglos”. “Habríamos revertido ya el calentamiento global con la economía planificada y ultra centralizada de los incas”. No sé si agradecerle o decirle que está exagerando.
Aquí estamos en el ámbito de la especulación pura. Yo pienso que si hubiéramos seguido un régimen inca podríamos haber evitado los problemas de una economía relacionada con un mercado que no está regulado realmente. Tal vez los problemas que hubieran surgido con un régimen inca serían parecidos a los de la vieja Unión Soviética. Yo no digo para nada que si hubiéramos tenido un sistema inca el mundo sería un paraíso o algo maravilloso, pero seguro que se podrían haber evitado algunos problemas.
¿No siente que ha idealizado a la sociedad inca?
Mire, este tipo de obras nos obligan a evaluar y comparar situaciones. ¿Qué quiero decir? Que nos hacen cuestionar lo que para nosotros ya es algo natural, en este caso el sistema capitalista. Hace poco, un amigo me decía que para crear riqueza necesitamos el capitalismo, una economía de mercado, y en realidad eso no es así. Los incas sabían generar riqueza de otra manera. Contrariamente a lo que decía (Margaret) Tatcher, hay otras maneras de crear valor, de generar riqueza
Valoro mucho la investigación que ha hecho, pero me queda la duda de si en un régimen inca todo sería mejor, teniendo en cuenta que era una sociedad teocrática, en la que el poder estaba centralizado en un solo grupo, que decía descender de un dios.
El sistema teocrático de los incas no era ni más ni menos que el sistema feudal europeo. Recordemos que en Europa los monarcas eran elegidos por derecho divino, igual que el Sapa Inca era elegido por el Sol. Yo leí, no sé si era en la obra de Garcilaso de la Vega, tal vez en la de (William) Prescott, que los incas no eran tan pro elitistas, que cuando ellos ocupaban un pueblo, de manera semejante a lo que hacían los romanos, dejaban que ese pueblo practicara su propia religión. Y esa es una gran diferencia con el catolicismo. La evangelización fue el gran pretexto de la conquista, evangelizar, salvar al salvaje, hacerle conocer a Jesús. Yo creo que los incas fueron por otra corriente. Aunque Garcilaso, en su obra, trata de decirnos que el inca se parece mucho al europeo. Y por eso mismo creo que la obra de Garcilaso no es muy confiable.
De acuerdo. Es buena conclusión.
Yo en mi libro traté de mostrar este problema de la siguiente manera. Muestro que los europeos tienen tantas diferencias como semejanzas con los incas. Porque los incas, como los europeos, eran conquistadores, eran políticos. Todas las acciones que le hago realizar a Atahualpa en mi libro son pragmáticas y este es un calco que yo hago de las estrategias que tenían Cortés y Pizarro, cuando descubrieron México y el Perú, respectivamente. Si en mi libro Atahualpa ayuda a los judíos y a los musulmanes, no es por una cuestión humanista, sino por una cuestión táctica, al igual que hizo Cortés, que ayudó a los aztecas que estaba oprimidos dentro de su propio reino.
Muchos chicos que bordean o superan los 40 años en el Perú, crecieron pensando que los incas eran hombres muy altos, de casi dos metros, con músculos de atletas olímpicos y que estaban nutridos por súper alimentos. Y al ver la descripción que usted hace del general Rumiñahui, al que pinta como un coloso, creo que está cumpliendo con muchos de esos sueños infantiles y que además está alimentando nuestro nacionalismo.
Yo no soy parte interesada en esta historia, porque soy francés. Aunque debo decir que hubo algunas reacciones agitadas en España por la novela. No les gustó para nada esta manera de abordar las crónicas. De lo que sí estaba seguro es de que mi obra iba a ser mejor recibida en Perú que en España. Algo que debo decirle, además, es que toda la parte de la aventura de Atahualpa está narrada como una crónica, de la misma manera en la que están narradas las crónicas de la conquista española. Es exactamente igual, solo que la historia está invertida. Claro, no se sabe quién es el narrador, aunque obviamente es alguien que acompaña a Atahualpa en sus viajes. Y si el narrador es un inca, es lógico que los presente de una manera favorable. Y en lo que se refiere a Rumiñahui, sí, yo lo muestro como un gigante. No hay mucha información sobre este personaje ni de los otros generales, como Quizquiz… ¿Cómo se pronuncia? ¿Es Kizkiz o Cuiscuis?
Es Kizkiz.
(Se ríe) Vale. Le decía que no encontré información de Rumiñahui. Pero en La Habana, Cuba, vi una estatua del general Rumiñahui representado como una fuerza de la naturaleza, como un Hércules. Rumiñahui es Ojo de piedra, no sé si porque era tuerto. Como le digo, no hay mucha información. Así que decidí presentarlo casi como si se tratara de un personaje mitológico.
¿Cuántas veces ha estado en el Perú?
Dos veces. Estuve invitado por la Feria del Libro de Lima. Como ya estaba escribiendo este libro, visité Machu Picchu, Ollantaytambo, y subí hasta Quito, fue un viaje bastante largo. Por cierto, de repente usted puede aclararme algo, yo leí que Atahualpa nació en Quito, pero los historiadores no tienen este punto bastante claro.
Entiendo que su madre era cusqueña.
Gracias. Espero que no parezca absurdo en la novela que yo convierta a Atahualpa en un quiteño, en alguien del norte.
¿Cuánto tiempo duró su investigación?
Cuatro años. Mi primera visita al Perú fue en agosto de 2015, lo recuerdo muy bien porque fue un mes antes de que naciera mi hijo. En Quito estuve en 2017. En el primer viaje, en Lima, visité un templo bastante grande, cerca del mar. También fui al museo Larco, donde descubrí cosas como los quipus. También me enteré de las culturas que hubo antes de los incas, las civilizaciones precolombinas.
¿Ha estado en Cajamarca?
No. No tuve tiempo. Quise ir. Justamente yo había hablado con un amigo escritor, Eric Vuillard, que publicó un libro llamado Conquistadores, que trata sobre la conquista del Perú, y él me dijo que Cajamarca era un punto interesante, sobre todo para ver el cuarto que supuestamente iba a llenar Atahualpa, con oro y con plata, para obtener su libertad. Para mí no era tan interesante ver esa construcción. Quizá si me hubiera gustado ver la plaza de la emboscada, donde Pizarro le pone una trampa a Atahualpa.
¿Por qué dice que este libro es una especie de venganza de los perdedores?
En realidad, no es una revancha sino la fantasía de una revancha. Los franceses tenemos este temperamento, estamos más del lado del perdedor. Mi generación perdió mucho, perdió guerras, perdió partidos de fútbol, sobre todo frente a los alemanes. No podemos negar que los incas perdieron frente a los españoles, pero tengo tendencia a sentir simpatía por el vencido. Y más allá de esto, la novela muestra que no hay una fatalidad histórica. Con algunos cambios, toda la historia pudo ser diferente. De hecho, yo vi hace poco en París una exposición que se llamaba El Inca y el conquistador, y el catálogo de la exposición terminaba con una cita del escritor José Antonio del Busto que decía algo sobre los peruanos: “No somos los conquistadores ni los vencidos, somos los descendientes de estos”. Me parece una frase muy hermosa.
En la novela se ha permitido algunas licencias, como la presencia de caballos en América antes de la llegada de los españoles. Parece un dato menor, pero ese es un factor determinante en su novela.
Por supuesto. Yo tuve la idea de este libro luego de leer otro del autor Jared Diamond, que se llama Armas, Gérmenes y Acero. Estos tres elementos fueron los que determinaron la victoria de los españoles, porque ellos tenían el hierro, el caballo y trajeron determinadas bacterias para las que los incas no tenían defensas. Y al inicio de esta ucronía yo me pregunté, ¿cómo hacer para que los incas no tengan estas tres desventajas desde el inicio de la historia? Entonces se me ocurrió la historia de los vikingos. Qué pasaba si los vikingos que llegaron a Canadá navegaban un poco más al sur, por las costas de América, trayendo la vaca, el cerdo, los caballos. Todo el libro está repleto de este efecto mariposa. Y quinientos años después, cuando llegó Colón, se encuentra frente a indios taínos que montan a caballo, que tienen armaduras y anticuerpos. Y aquí surge una historia completamente diferente; mi historia. La historia de una confrontación entre dos mundos en el que ninguno de los dos tiene una ventaja sobre el otro.
Ha mencionado a Cristobal Colón, ¿por qué lo detesta tanto? Le asigna un destino fatal en la novela.
No. El destino de mis personajes está disociado de la opinión que pueda tener de ellos. A mí lo que me interesa es saber si desde el punto de vista de la narración es interesante matar o no a un personaje. Y casi siempre es interesante. Y no es que deteste a Colón, sino que pienso que es un personaje cuadriculado, cerrado, que no estuvo a la altura de su propia aventura. Nunca quiso reconocer, por ejemplo, que había descubierto un nuevo mundo.
Solo quería oro.
Exactamente. Cortés y Pizarro también buscaban oro, pero son personajes más apasionantes. Pero no detesto a Colón, le tengo algo de cariño.
¿En verdad hay posibilidad de que el libro se convierta en una serie dirigida por Alfonso Cuarón o Alejandro González Iñarritu?
Sí existe la posibilidad. Hay negociaciones en curso, pero todavía nada está dicho. Mis productores estadounidenses prefieren esos dos nombres, a los que yo admiro mucho, pero no son las únicas personas interesadas. Y en la serie cada uno de los grupos debería hablar su propio idioma, los españoles en español, los franceses en francés y los incas en quechua. Eso sería formidable. Espero que conserven esa idea. Estoy más que harto de los noruegos que hablan inglés, de los españoles que hablan inglés, y de los suecos que hablan inglés en Estocolmo.
Sería fantástico, tan fantástico como poder ver a Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina con motivos relacionados al dios Sol de los incas.
¡Absolutamente! O como ver a Atahualpa pintado por el Tiziano.