“¡Akakaw!”
Renata Flores está corriendo sobre la arena de una playa limeña en pleno verano y sin sandalias y suelta esta expresión que en quechua quiere decir ‘¡quema!’, y los veraneantes se la quedan mirando como si estuviera hablando un idioma de otro planeta.
La cantante ayacuchana rememora este episodio de su niñez para dar un ejemplo de cómo veíamos el quechua -la lengua materna que habla más de medio millón de peruanos- hace unos años: “La negábamos, a pesar de que forma parte de nuestras raíces, nos avergonzaba. Era muy normal discriminar a las personas de origen indígena por su forma de hablar”, dice la joven de 19 años a través del Zoom.
Hace unas semanas la entrevistaron en The New York Times y apareció en Vogue México luciendo un sombreto tongo andino, trenzas y un piercing en la nariz. Los medios internacionales han puesto la mirada en ella porque es la cabeza visible de una movida integrada por jóvenes artistas latinoamericanas, millennials sobre todo, que están volviendo a sus raíces para hacer su música.
“Me encanta la colombiana Taki Amaru que canta hip hop en kiwcha y me gusta mucho el estilo de Lido Pimienta”, dice Renata. La primera es vocalista del grupo Mafia Andina que canta en la lengua ancestral de los indígenas de Ecuador, y la segunda es una colombo-canadiense que combina ritmos indígenas y afros con synthpop y música electrónica, y cuyo vestuario, inundado de símbolos de la cultura popular colombiana, es una fiesta para los ojos. Si Rosalía lo hizo combinando el flamenco con el trap porqué ellas ¿no?
Renata empezó su carrera cantando covers de Michael Jackson y The Rolling Stones en quechua a los 13 años. Hoy, gracias al apoyo de sus padres, Patricia Rivera y Milder Flores, (que tuvieron una banda de rock en su juventud) compone y canta sus propios temas en la lengua que hablan sus abuelas Julia y Adalberta.
En su primer sencillo Mirando la misma luna o Qawachkanchik chay Killallata mezcla melodías de quenas y sonidos electrónicos. En Qam Hina o Como tú, uno de sus temas más pedido en Spotify, le entra al rap, rima en quechua y habla de los peligros que viven las ni- ñas del ande que deben caminar kilómetros para llegar a sus escuelas.
Con su música bautizada como ‘Inka trap’, Flores ha sintetizado el mundo tradicional andino con el estilo urbano occidental: “Siento que me he quitado una barrera. El quechua no sólo puede ser cantado en canciones tradicionales como el huayno”, dice.
Su primera gran influencia fue la banda de rock peruano Uchpa, que la impresionó con su versión en quechua de The house of the risign sun de The Animals. “Cambiaron mi forma de ver el idioma del que solo sabía palabras sueltas que mis abuelitas me enseñaban”.
Imparable
Renata reconoce que YouTu- be fue la vitrina que la mostró al mundo. Sin la red social, sus covers solo hubieran sido escuchados en las conciertos locales de su natal Huamanga. Participar en programas concurso de canto como La Voz Kids o Los cuatro finalistas también le dio un espaldarazo a su carrera, así como su potente presentación junto al músico Lucho Quequezana, versionando en quechua el clásico Roxanne de The Police.
Con la experiencia ganada y la energía de bólido, la joven afina desde el confinamiento las canciones de su primer disco Isqun o Nueve. “Será como una línea de tiempo de las mujeres más representativas de nuestra historia”, dice. Será un inventario musical de heroínas desconocidas.
El primer tema estará inspirado en la guerrera Chañan Cori Coca, una valiente mujer que ayudó a Pachacútec y defendió el Imperio Inca de los Chankas. De hecho, Patricia Ramírez, también mánager de Renata, anuncia que el videoclip sería grabado en Macchu Picchu y están a la espera de los permisos. Francisca Pizarro es otro personaje femenino olvidado cuya historia será incluida en el álbum.
Curiosamente Renata empatiza con la hija del conquistador español Francisco Pizarro y de Inés Huaylas Yupanqui, sobrina del inca Atahualpa: “Ella fue la primera mestiza del Perú. Yo, por ejemplo, soy un poco más de piel blanca, sin embargo, me siento quechua, mis raíces están aquí. La canción será un llamado para preguntarnos cómo nos sentimos identificados, hacia donde va nuestro corazón”.
Renata aprovecha el confinamiento para ensayar vía Zoom los pasos de la coreografía del videoclip de Francisca... que será dirigido por el peruano estadounidense Dean Chuquimango y grabado en la Casa Fernandini del centro histórico de Lima. Esperan viajar a la capital en agosto.
El confinamiento no ha detenido la producción de la artista. Días antes que empezara la cuarentena, sus padres terminaron de instalar un estudio de grabación casero que hoy sirve de mucho a Renata para sus grabaciones virtuales.
En abril empezó un video- blog en su canal de YouTube de clases de quechua para adolescentes. Su método de enseñanza es infalible: traduce las canciones de ídolos con- temporáneos como Billi Eilish al idioma de los incas. Desmenuza cada verbo: “Hamutay es pensar y es el verbo más repetido en el tema Bellyache -dice Renata en la clase virtual vistiendo un polo al estilo tie dye y un moño alto- qaway es mirar, wichkay es cerrar, kuyay es amar”. Aprendo en casa, la plataforma de clases a distancia que implementó el Estado durante el aislamiento social, la fichó y transmitió sus videos como parte de su material pedagógico. La joven cantante está trabajando en una nueva clase de quechua con una canción de Cardi B.
“La gente me deja todo tipo de comentarios en las redes, alguien me dijo alguna vez que cómo una blanquita iba a estar cantando en quechua o que debo tocar sólo canciones tradicionales. Yo he cantado Valicha o Adiós pueblo de Ayacucho, pero también tengo la influencia de mis padres con el rock, no me pueden encasillar”. Renata no le teme a los ‘puristas’, aquellos que piensan que los géneros musicales no se deben fusionar y que los artistas que cantan en una lengua originaria no deben romper con la tradición.
Otro dato interesante de su carrera es que desde hace varios años organiza junto a su mamá el festival Pitak Kani al que asisten grupos de jóvenes músicos huamanguinos que, audaces como Renata, cantan en quechua acompañados de guitarras eléctricas y teclados o estiran el idioma de sus ancestros en competencias de freestyle. Todo vale para expresarse desde sus raíces.
Atrás quedaron esos días en que los limeños la miraban extrañados al escucharla hablar el idioma de sus abuelas y ella se sentía rara. Renata forma par- te de esa oleada de artistas que escarban en sus orígenes para saber quiénes son y enfrentarse al mundo.