No solo dolor y colapso. La pandemia, de pronto, produjo que el mundo respire mejor. Lima, considerada por la OMS como la capital más contaminada de Latinoamérica, registró los niveles de contaminación de aire más bajos en tres años, un fenómeno que ya había ocurrido en Madrid, Buenos Aires y China. Con 10 millones de habitantes, la ciudad tose menos. El encierro parece haberle caído bien. ¿Pero qué está pasando en nuestras casas? ¿Convivimos mejor entre cuatro paredes?
El doctor Jorge Hidalgo Penalillo, que ha abordado la “contaminación intradomiciliaria” como “un enemigo silencioso”, tiene algunas respuestas. Pelear contra el Covid-19 es también un asunto de modales y prácticas de higiene. La casa es un espacio cerrado y, aunque los contaminantes no se producen a gran escala, su volumen pequeño y no renovable de aire propicia que la contaminación sea mayor a la del espacio abierto.
Las razones devienen de actos meramente cotidianos: nuestro cuerpo está en permanente producción de fluidos, nuestra propia respiración aumenta el porcentaje de dióxido de carbono, empleamos productos químicos de limpieza y gas (que deja residuos), nuestras mascotas expelen pelusas, las partículas de sus heces surcan el ambiente. Permanecemos juntos durante más de quince horas. En casa podríamos respirar un aire hasta cinco veces más viciado que el exterior.
Sobre esa cotidianidad, el doctor Hidalgo advierte: “Este es un mal invisible. Esta presencia de partículas biológicas incrementa los riesgos de contagio, más aún si alguien del entorno es un paciente asintomático”. Y dice más: “El aire contaminado es un vector de transmisión. Las partículas contaminantes actúan como vehículos que ayudan a dispersar más rápido el Covid-19, pues se mantienen allí más tiempo y llegan más lejos”.
Cada virus tiene sus propias características de transmisión, que pueden dividirse en tres categorías: la transmisión vectorial, que requiere un vector para infectar, como el mosquito (casos de dengue, chikungunya o zika); mediante contacto con fluidos humanos, como el VIH y el ébola; y por vía aérea, como el sarampión, la gripe, los resfriados y el SARS-CoV-2.
Cuando un infectado tose o estornuda, expulsa un conjunto de gotitas, procedentes del sistema húmedo (mucosas) de las vías respiratorias. De la garganta se expulsan en menor cantidad al hablar, aunque también son potencialmente contagiosas. Minúsculas, pero terribles. Como medida de prevención, los médicos recomiendan llevar una mascarilla que cubra la boca y la nariz. ¿Emplearlas nos libra del todo?
Tome aire
“No completamente, pero ayuda a disminuir la posibilidad de infectarnos o de transmitir el virus”, añade el doctor. Evitar por completo la contaminación interior es casi imposible, pero se puede intentar que las sustancias perjudiciales estén menos concentradas. Tal vez sea momento para que los hogares peruanos pongan atención en pequeños detalles: abrir las ventanas es “mucho más que una buena costumbre”. Nos estamos redescubriendo gracias a la cuarentena.
“Es lo más simple y más barato que podemos hacer para mejorar la calidad del aire interior de la casa. Solo con abrir las ventanas durante cinco minutos al día aliviamos la acumulación de contaminantes dañinos”, sugiere el doctor Hidalgo. Está, también, la opción de poner plantas purificadoras, capaces de absorber tóxicos o humedad. “Y existen en el mercado equipos que ayudan a disminuir la contaminación intradomiciliaria. Son equipos que limpian, atrapan virus, bacterias, partículas contaminantes y a la vez emanan un aire desinfectado”. Confinados, hemos cambiado algunas costumbres. Reaprendemos a lavarnos las manos en pleno siglo XXI. Una ventana de par en par dejó de ser poesía.