PerfilHace dos semanas, Giuliana Poveda se convirtió en la número uno del ránking mundial de para-bádminton en la categoría talla baja. Un detalle enaltece a la campeona: abraza a sus rivales después de vencerlos.,Giuliana Poveda, súper campeona,Giuliana Poveda, súper campeona,Giuliana Poveda, súper campeona,Pasar plumillas de cinco gramos por encima de una red de metro cincuenta y cinco puede ser un asunto reservado para muñecas sutiles. Pero para Giuliana Poveda es, además, la prueba fehaciente de que su metro veinte es un impedimento de nada. De que el deporte que la eligió -sí, en esa jerarquía- le ha permitido pasear por el mundo, hacer amigos, pero sobre todo gozar de esa plenitud que no todas las vidas alcanzan. Y a los 17 años, antes del pinchazo de la adultez, en la cúspide de su sonrisa grácil. Jueves por la tarde en uno de los polideportivos de la Villa Deportiva Nacional. Una docena de jugadores se desviven golpeando proyectiles alados sobre superficies de caucho y parqué en seis canchas en simultáneo. Mientras Giuliana Poveda se impone con destreza a la estadounidense Jayci Simon, en el rectángulo contiguo la peruana Rosario Chávez se desplaza con su pierna derecha de titanio ante la brasileña Mikaela Costa quien la agobia a zurdazos agitando su muñón derecho. A unos pasos, Katherine Valli, una estadounidense de rasgos duros, arrasa cuidadosamente con la púber Rosa Velásquez, la menor de la delegación peruana con apenas once años. Al fondo, sobre brillosas maderas el chileno Jaime Aránguiz y el canadiense Jon Burton intercambian drops a bordo de unas sillas de ruedas. En las tribunas se han formado pequeñas barras integradas por las mismas delegaciones y un puñado de familiares. Todos parecen haberse instruido bajo el decálogo del espectador correcto: hinchan por el más débil pero a la vez aplauden al favorito. Como en el caso de Giuliana Poveda a quien le ha bastado 24 minutos para barrer con Jayci Simon por dos sets a cero (21-3 y 21-8). Los estadounidenses, apilados casi enfrente, dan alaridos de apoyo para la rubia jovencita de colita mientras Poveda la abraza con un cariño inusual que podría confundirse con el gesto piadoso de un vencedor aplastante. Pero no. Luego Poveda declarará lo mucho que le costó derrotar a Simon, y le deseará lo mejor en su primera visita a nuestro país. El primer día de los Panamericanos de Para-bádminton en Lima ha concluido con el buen ejemplo de un ganador considerado. La número uno por donde se le mire. Revancha A través del WhatsApp, la correspondencia instantánea de estos tiempos, Giuliana Poveda se enteró hace dos lunes de que es quien encabeza el ránking mundial de para-bádminton en la categoría SS6, correspondiente a aquellas personas con acondroplasia. O talla baja para ser más coloquiales. Con 1775 puntos y una ventaja de 175 destronó a la inglesa de raíces orientales Rachel Choong, una máquina que cogió su primera raqueta a los seis años, y que se ha adjudicado en dos mundiales el ansiado triple. Que no es otra cosa que ganar en las tres modalidades: singles, dobles y mixtos. El punto de quiebre sucedió en marzo de este año, en el Open de España, cuando Poveda superó a la multicampeona en un cuarto de hora. Después de un reñido 24-22 en el primer set, Choong abandonó la contienda aduciendo un terrible dolor de espalda. Un saltito fue su pico máximo de algarabía. La encolerizada Choong apenas y le dio la mano para luego frotarse la cara, incrédula de su derrota. Poveda guardó sus sonrisas para el camerino. Total, se trataba de su primer espejo en este deporte, ciertamente nuevo, que fue incluido hace tan solo unos meses en Tokio 2020, su debut en los Juegos Paralímpicos. "La vi más segura. Se cobró su revancha", dice Derly Delgado, un muchacho menudo y atlético, que entrena a Giuliana Poveda desde sus inicios, en febrero de 2016. En efecto, en noviembre del 2017, hace un año ya, la última de tres hermanas casi no opuso mayor resistencia ante Choong y debió conformarse con una medalla de plata en el Campeonato Mundial de Ulsan, en Corea del Sur. Su formador destaca su obediencia, la técnica de sus golpes y su inteligencia para reaccionar con calma en los momentos más angustiantes. Una experimentada que no tiene ni tres años practicando badminton. A diferencia de Rachel Choong que empezó a empuñar raquetas de caña en el nido, Giuliana Poveda se inició en este camino a los 14 años, tras ser descubierta en un campeonato de vóley en Chorrillos. Sin sponsor “No pasa, ese saque no pasa”. La frasecita todavía le hierve a Mía Poveda, la hermana mayor de Giuliana, quien era una bomba andante cada vez que presenciaba sus partidos cerca de la barra rival. Giuliana, armadora precisa y elegante, endureció sus antebrazos y adiestró sus yemas en las canchitas de Nueva Esperanza, su barrio en Villa María del Triunfo. Jugaba como concibe el mundo: con todos, sin distinciones. Y mala no era. Todos sus saques cruzaban la net raspando. Un efecto engañoso que se convirtió en su sello, asegura Jamileth, su otra hermana. Un ojeador del Instituto Peruana del Deporte (IPD) la invitó a integrar la selección peruana de vóley de talla baja. Pero el entusiasmo se disipó con la rapidez de un mate: no había equipo. Y Giuliana se frustraba por hacer en vano el interminable viaje desde Villa María del Triunfo hasta el Estadio Nacional. Sería el para-bádminton el deporte que finalmente aprovecharía sus condiciones. Sus seis años en el vóley y su etapa infantil como delantera fueron, sin querer, una base sólida que sus entrenadores agradecen. Si bien su torso inferior es más pequeño que el de algunas de sus rivales, sus piernas no son tan arqueadas para su condición y le permiten dar pasos veloces y firmes. Sumado a un plus: Giuliana se lanza al piso con la determinación de una líbero. En una cancha, por cierto, que cuenta con las mismas dimensiones que el badminton convencional. Una medalla de bronce en el Panamericano de ese año, en Medellín, con no más de ocho meses de preparación, fue el presagio de su devenir. En agosto de 2017, se colgó la medalla de oro en singles en el Mundial de Talla Baja en Canadá. Antes de la final, mientras se alistaba en su cuarto de hotel, un olor familiar la detuvo. Un olor inexplicable. Nostálgico. Jaime, su padre, falleció hace seis años, cuando ella ni ingresaba a la secundaria. Es a él a quien le dedica todos sus triunfos. Y es su perfume, el que percibía cada vez que la cargaba y se enroscaba en su cuello, el que olió aquella vez. Un aroma que la acompaña en las instancias más decisivas. De regreso en Lima, el Congreso tuvo el tino de paralizar la sesión para aplaudirla. Pero el apoyo aún no se ha traducido debidamente. El IPD cuenta con un presupuesto que solo cubre cuatro torneos internacionales cuando en su nivel, Giuliana requiere acceder por lo menos a dos torneos más para continuar puntuando y defender su corona reciente. La empresa privada la ha omitido escandalosamente. Sí, la número uno del ránking mundial de para-bádminton no cuenta con ningún sponsor. Un vacío que ha corrido a cuenta de Lidia Flores, su madre, que se las ha ingeniado para estar con ella en todos los viajes. Por desgracia, ni Lima 2019 ni Tokio 2020 la verán en acción pues no han abierto el cupo para su categoría, una de las seis del para-bádminton (las otras se dividen en limitaciones funcionales en los miembros inferiores, el tronco y los brazos). Mientras tanto, hoy cerrará su presentación en los Panamericanos y el martes empalmará con el Sudamericano, también en Lima. Está en la plenitud. Y a los diecisiete.