Como en la vida, el fútbol también demuestra que todo esfuerzo da frutos, y que una caída puede ser también una oportunidad para levantarse. Si bien la selección peruana de fútbol no participa de la próxima copa del mundo de Qatar 2022, esto no significa, necesariamente, que a los peruanos les esperen años o décadas de sequías. Así lo han demostrado muchas veces selecciones que han logrado salir campeonas justo después de haberse perdido una cita mundialista, y aquí te daremos aquellos ejemplos.
Al igual que Perú, otras selecciones como Chile, Colombia, Italia, Suecia y más, tendrán que conformarse con ser espectadores. Muchas se quedaron a poco de lograr un cupo para la cita.
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Al igual que estas, hubo algunas otras, que saborearon la derrota, incluso a último minuto, pero que a los cuatro años estaban levantando ya la copa del mundo, por increíble que parezca.
¿Quieres saber cuáles son estos casos tan excepcionales y en su mayoría anecdóticos? Pues prepárate y abróchate el cinturón, que haremos un singular viaje en el tiempo con algunas de las mejores selecciones de fútbol del mundo.
Iniciemos con el ejemplo más reciente, de la ya dos veces campeona Francia, la cual logró su primer título en 1998, en el segundo mundial que se organizó en tierras galas.
Francia nunca ha sido una selección menor, pero tuvo sus altas y bajas. Sin embargo, una de las generaciones que más dio de qué hablar en su momento fue aquella de los años 80, comandados por el creador de la Juventus, Michel Platini.
Con Platini, Francia estuvo cerca de la gloria en 1986, año en el que el mundial se jugó en México, y cuyo trofeo terminó levantando un joven Diego Armando Maradona.
Tras la buena campaña en México, donde quedaron terceros al vencer a la Bélgica de Enzo Scifo, y tras haber también quedado cuartos en España 82, Francia dio su primer tropiezo en las clasificatorias para Italia 90.
La tan gloriosa generación de los 80 empezó a hacer notar el paso del tiempo. Con Michel Platini en la zona técnica, Francia no pudo ganarse uno de los dos primeros cupos del complicado grupo 5, en el que estaban también la poderosa Yugoslavia de Dragan Stojkovic, y unas fastidiosas Escocia y Noruega.
Sin embargo, el segundo tropezón sería más duro. Para Francia, no clasificar a Italia 90 había sido un accidente de los que ocurren cada cierto tiempo. El equipo era fuerte para el siguiente mundial, en Estados Unidos. Contaba con Marcel Desailly, Didier Deschamps, Jean Pierre Papin y la estrella del Manchester United del momento, Eric Cantona.
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La pesadilla ocurrió en el propio Parque de los Príncipes, en París, el 17 de noviembre de 1993. Francia, apenas necesitaba empatar el último encuentro de las eliminatorias para clasificar. ¿El problema? El equipo de enfrente: la tan sorpresiva Bulgaria.
A tan solo minutos del final, con el partido empatado, una pelota lanzada al vacío por el francés David Ginola, le dio la última oportunidad de ataque al cuadro búlgaro.
En un contragolpe de apenas segundos, la pelota llegó al área del portero Eric Lama, e impactó en el travesaño para colocarse dentro tras el fuerte impacto que conectó Emil Kostadinov. Todo el estadio quedó en silencio, Francia había perdido su pase al mundial en tan solo segundos. Lo que habría sido una fiesta, se convirtió en un mar de frustración.
El resto es historia. Tras el escándalo de la no clasificación, la federación francesa de fútbol tomó cartas en el asunto. Hizo los cambios necesarios, y siguió un plan de reestructuración que se enfocó en convocar a jóvenes talentos, entre ellos, un no tan conocido Zinedine Zidane.
Curiosamente, fue Zidane quien levantó la copa del mundo para Francia, en la misma París, el 12 de julio de 1998. El país, que estuvo ausente dos veces, regresó y campeonó de golpe.
Una de las historias más recordadas del fútbol, previo a la época de Maradona y Pelé, es seguramente el llamado milagro de Berna.
Este término fue con el que bautizaron al milagroso resultado de la final de la copa del mundo de 1954, celebrada en Suiza, en el que una desconocida selección de Alemania occidental venció a los favoritos indiscutibles del momento: la poderosa Hungría de Ferenc Puskás.
Previo al logro, Alemania ni siquiera pudo participar del mundial anterior, realizado en Brasil en 1950, y aquí te explicamos las razones.
La Segunda Guerra Mundial apenas había finalizado cinco años antes, y para cuando la FIFA pudo reorganizar a sus federaciones activas, la posibilidad de hacer un mundial volvió a sonreír en el horizonte.
Pese a ello, no todo era tan sencillo. En primer lugar, no todos los equipos estaban aptos o tenían intenciones de participar. El bloque comunista de Europa, separados por la cortina de hierro, se rehusó casi unánimemente a llevar a sus selecciones al torneo.
Por su parte, Alemania, tanto occidental como democrática, siempre había sido una nación con interés por el fútbol, pero dado que su federaciones no fueron readmitidas en la FIFA hasta septiembre de 1950, ninguna de ellas pudo llegar a la cita.
Para las clasificatorias de Suiza 1954, la situación política en Europa seguía siendo compleja. El territorio de Sarre, que había sido ocupado por Francia, no volvió a Alemania hasta 1957.
Toda su población tuvo que ser representada por su propia selección, la selección nacional de Sarre, y enfrentar a la propia Alemania en las eliminatorias.
La selección de Alemania Federal fue agrupada junto a la mencionada Sarre y Noruega. Las venció a ambas y clasificó a Suiza 54, tras ser admitida nuevamente por la FIFA.
El verdadero milagro ocurrió en Berna, el 4 de julio de 1954. Alemania Federal venció a la imparable Hungría, quien venía con una racha de 33 partidos sin perder, que había acumulado desde mayo de 1950 y había campeonado en el torneo olímpico de fútbol en Helsinki 1952.
Además, Hungría había jugado con Alemania Federal en la primera fase del mismo mundial, y les habían vencido con el aparatoso resultado de 8 goles a 3.
Lo más increíble del encuentro, fue la determinación alemana para sacar adelante un resultado que parecía sepultado en los primeros minutos.
Hungría se adelantó en el minuto 6 y 8 con dos goles, pero los alemanes lograron darle vuelta con tres, en el minuto 10, 18 y en el agónico minuto 84. La selección ausente de la cita mundialista cuatro años antes, ahora alzaba la copa Jules Rimet. Para muchos, un verdadero milagro.
Pese a que Países Bajos nunca logró alzarse con la copa del mundo, muchos consideran como una de las selecciones más poderosas de la historia a su plantel presentada en Alemania 1974.
En dicho mundial, la selección de Países Bajos —y no solo Holanda— fue bautizada como ‘la naranja mecánica’, tras arrollar a muchas de las selecciones favoritas como Brasil, Argentina y Uruguay, con el llamado ‘fútbol total’, una filosofía de juego introducida por el entrenador Rinus Michels.
Sin embargo, pocos recuerdan que, para entonces, Países Bajos no había participado en un mundial desde 1938, ni como invitado ni mucho menos por clasificación.
En México 70, mundial anterior a la hazaña del 74, la selección naranja no pudo hacerse un lugar frente a las complicadas Bulgaria y Polonia.
Sin embargo, todo cambió, como señalamos antes, apenas en marzo de 1974, a tan solo meses del mundial que cambiaría el mundo para siempre.
Rinus Michels, quien venía trabajando en su filosofía de juego por años en el Ajax de Amsterdam, fue asignado como entrenador de la selección neerlandesa.
Allí, Michels demostró al mundo de lo que era capaz de hacer con un equipo de 11 jugadores, dispuestos a jugar en toda posición y a seguir disciplinadamente ciertos parámetros a la hora de desenvolverse.
Figuras que el mismo Michels había formado en Ajax, como Johan Neeskens, Johnny Rep y Johan Cruyff, deslumbraron al mundo entero con un fútbol nunca visto hasta entonces, y que ha servido de base para el desarrollo de tácticas que existen hasta nuestros días, y para entrenadores de la talla de Stefan Kovacs, Arsene Wenger, el propio Cruyff y demás.
Pese a que Países Bajos no pudo arrebatarle la copa del mundo a la Alemania de Franz Beckenbauer —quienes jugaban de local—, su participación en dicho mundial les valió ser recordados hasta nuestros días, justo después de haberse quedado por décadas fuera de la cita mundialista.