Cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, a Diana Gonzáles le llegó una propuesta irrepetible: seguir sus estudios en los Estados Unidos. La exvoleibolista nacional que representó al Perú en dos Mundiales juveniles asumió el reto; sin embargo, este significaba ponerle pausa a su carrera deportiva.
La exarmadora arequipeña estudió cuatro años y medio en el exterior. Con la preparación que había recibido se trazó la meta de sumar puntos, esta vez desde la presidencia de la Federación Peruana de Voleibol (FPV) la cual asumió en 2017.
Diana Gonzáles siente que tiene una deuda con el vóley peruano. Foto:
La República se contactó con Diana, que a raíz de la pandemia por el nuevo coronavirus tuvo que regresar a su ciudad natal para estar en compañía de su familia. Vía telefónica nos contó detalles de su primera experiencia mundialista, y cómo está tratando de saldar esa deuda –que según ella- tiene con el deporte que la llenó de júbilo en su adolescencia.
Fue integrante de las selecciones que disputó los Mundiales juveniles Tailandia 2009 y Perú 2011. En ambas ocasiones nuestras ‘matadoras’ quedaron en el sexto lugar. Diana le guarda un cariño especial al torneo que se desarrolló en el continente asiático, y recuerda que, a pesar que la delegación viajó con pocos implementos, lo hizo con mucha ilusión.
“Yo le doy más relevancia al de Mundial de Tailandia porque llegamos con 2 camisetas, dos shorts y 1 buzo. Nos encontramos allá al grupo Aje y nos regalaron zapatillas”, recuerda.
Aquella delegación estuvo dirigida por Hernán Arteaga. Diana hace hincapié en que el entrenador no tenía las herramientas con las que ahora cuentan las nuevas generaciones, pero aun así dieron batalla ante los ojos del mundo.
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En Tailandia el primer rival fue China, selección que llegaba como vigente campeón. Ellas tenían todo: “un polo para entrenar, otro para hacer táctica, unas zapatillas para correr, otras para jugar vóley, era increíble, eso te impacta psicológicamente a los 16 años y puede generar alguna debilidad mental”, remarca.
Pero en la cancha eso pasó a un segundo plano, nuestras matadoras lograron un contundente 3-0 sobre las temibles asiáticas. “En el primer saque la mano me temblaba, hasta ahora lo recuerdo, solo esperaba que pase el saque”, ahora cuenta entre risas.
De esa generación de voleibolistas, Diana Gonzáles guarda hasta ahora una buena amistad con Vivian Baella, María de Fátima Acosta, Rafaela Camet, Grecia Herrada, Daniela Uribe y Clarivett Yllescas. “Siempre estamos pendientes de cómo estamos”.
Luego de esa participación, ella y sus compañeras se hicieron acreedoras de una beca en una universidad particular de la capital. Tiempo más tarde llegaría la propuesta de seguir sus estudios a los Estados Unidos. Partió en agosto de 2010 con 18 años y regresó en diciembre de 2014 con estudios en Negocios Internacionales y un máster en Administración de Negocios.
Diana Gonzáles siente que tiene una deuda con el vóley peruano. Foto:
“Desde el primer día que decidí irme yo tenía la consigna de volver y agradecerle de alguna manera a mi país por las alegrías que me había dado gracias al voleibol. Salir, aprender y regresar y aplicar lo aprendido”, menciona.
En el 2015 jugó por el Club Regatas Lima y recibió una invitación para entrenar con la selección peruana. Diana sabía que como jugadora ya no iba a pagar la deuda que sentía que arrastraba, tenía que hacerlo desde otro lugar. Es ahí que nace la propuesta de trabajar en la Federación Peruana de Voleibol, donde logró pasar por muchas áreas. “Era la combinación perfecta”, rememora, pues su labor implicaba aplicar sus estudios en administración complementándose con el vóley.
Dentro de la institución deportiva le ofrecieron postular a la presidencia y encontró la tribuna perfecta para ir saldando la cuenta con el deporte. No fue fácil su ingreso, fue criticada por su edad y su supuesta inexperiencia. “Muchos no sabían que yo ya había trabajado en la Federación”.
En el periodo en el que estuvo al mando buscó darle un cuerpo técnico A1 a las jugadoras con miras a Tokio 2020.
Según cuenta, se pudo renovar la infraesctructura de la Videna, se amplió el gimnasio, se abrió un centro de fisioterapia. También se envió a colocar imágenes de las glorias que pasaron por la Federación y dejaron huella. Esto con la finalidad de que “las chicas se inspiren en ellas”.
Diana Gonzáles siente que tiene una deuda con el vóley peruano. Foto:
Diana menciona que ya no hubo necesidad de que las selecciones concentren en un hotel en Lima, dentro de la villa deportiva se podían encontrar las comodidades. Llevar un plan nutricional para las delegaciones también fue parte de su gestión.
Hoy, con 28 años de edad, se encuentra alejada laboralmente del vóley, pero su mente sigue apuntando en hacer algo más por esa disciplina. Actualmente trabaja para una empresa automotriz y en paralelo desempeña una labor en una casa de estudios superiores. Más adelante sueña en convertirse en docente.
La vida de Diana Gonzáles ha estado divida entre logros deportivos y estudios, jugó dos mundiales, ganó una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud Singapur 2010. Asimismo, ha llevado un Diplomado en Comercio, Gestión y Negocios Internacionales. El año pasado finalizó una Maestría en Gobierno y Gestión Pública. Ahora se ha trazado la meta de aprender un nuevo idioma, el quechua se ha convertido en su nuevo reto.
Diana Gonzáles siente que tiene una deuda con el vóley peruano. Foto:
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