Entre los cerros y la neblina se ubica el cementerio Luz eterna de Collique, uno de los más grandes de Lima Norte. Este camposanto recibe diariamente a miles de familias que con su visita buscan reconectarse espiritualmente con sus seres queridos fallecidos.
A diferencia del Presbítero Maestro o El Ángel, el cementerio de Collique no goza de lujos ni de ostentosas lápidas, es más bien un lugar humilde en donde las almas desamparadas obtuvieron un lugar para descansar eternamente.
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Según la investigación del historiador Santiago Tacunan Bonifacio, este cementerio fue creado de manera informal durante la misma década en la se fundó el distrito de Comas, es decir, a mediados de los años 60. “Esta aseveración guarda concordancia en la medida que los actuales pobladores refieren que sus abuelos se encuentran sepultados en esos cementerios, aunque es difícil ubicar el lugar exacto en donde se encuentran”, afirma en su informe “Entre la legalidad y lo clandestino: Cementerios de Lima”.
Tacunan también comenta que en sus inicios este camposanto no tenía un cerco perimétrico que delimitara su área, por lo que cuando lo empezaron a construir el municipio de Huarochirí adujo que el terreno le pertenecía e incitó a sus vecinos a recuperar el área “invadida”.
Sin embargo, luego de varios años de líos legales y administrativos, los resultados fueron favorables para la Municipalidad de Comas, que al conocer el veredicto puso a disposición de los pobladores todas las facilidades para que se puede terminar la obra.
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Adicionalmente se construyó un pabellón que es el único que existente hasta la actualidad. Esta zona —que lleva el nombre de Medina, apellido del alcalde que aprobó y ejecutó su construcción— no recibió la acogida que se esperaba debido al alto costo de los nichos y la imposibilidad de enterrarse junto a sus familiares.
Miles de personas acuden al cementerio de Collique a visitar a sus familiares fallecidos. Foto: Paola Paredes/La República
Es por eso que los pobladores optaron por enterrar a sus muertos en donde hubiera un espacio disponible y no necesariamente en un pabellón específico como sucede en muchos otro cementerios.
Con el pasar del tiempo, el camposanto comenzó a crecer hacia las faldas de los cerros, ya que respondía a las exigencias de la población y las posibilidades económicas al momento de adquirir una sepultura. Estas mismas necesidades se presentan al momento de construir los nichos y las tumbas.