Obtener un regalo preciso —y precioso— es el anhelo de muchos y la fortuna de pocos. El amigo secreto, también conocido como amigo invisible y bastante común durante fiestas navideñas, tiene una procedencia múltiple: Venezuela, Estado Unidos y Escandinavia. Y aunque el aspecto geográfico sea tan variado como el sorteo de nombres, existe un propósito que permanece intacto, el uso de la intuición para sorprender a quien el azar ordena.
Desde dulces hasta celulares, un conjunto de personas confiesan a La República cuáles fueron los regalos que despertaron una sonrisa y un gracias en diciembre, la temporada más recargada de emociones y ofertas.
Venezuela
En una publicación del diario El País, el periodista Daniel López señala que este juego pudo haber surgido durante el siglo XIX en Venezuela. “Las mujeres no podían tener amigos y menos recibir regalos, así que al parecer de ahí nació, pero es imposible comprobarlo”. Él explica que para las mujeres venezolanas, sostener un vínculo social podría causar cuestionamientos, es por eso idearon una alternativa que les permitiera reunirse con gente distinta al cargo de “compadre”, el único trato permitido.
Estados Unidos
En Estados Unidos, en cambio, el origen tiene que ver poco con los estigmas sociales y más con la solidaridad. Se presume que el juego denominado “Secret Santa” nació gracias a Larry Dean Stewart, un hombre que tras ser despedido de su trabajo durante la Navidad atravesó serias dificultades económicas. Cuando consiguió convertirse en una persona adinerada a raíz de su labor en la televisión por cable y las llamadas a larga distancia, recordó su contexto pasado y decidió repartir dinero en las fiestas navideñas, y además de manera anónima, entre las personas que más lo necesitaban.
En el 2006, después de que le diagnosticaran un cáncer, decidió revelar su nombre. A lo largo de su trayectoria como “Secret Santa” llegó a repartir 1 30 000 dólares y su historia se recogió en el libro Santa’s Secret: A Story of Hope. Desde entonces, muchas personas replicaron su iniciativa como un juego entre amigos.
Escandinavia
Aquí este tradicional juego es llamado “julklapp”, un término que reúne a “jul”, Navidad, y a “klapp”, golpecito. Esta asociación se justifica con la forma en que los pobladores de Dinamarca, Noruega y Suecia entregan los obsequios navideños: dan unos golpes en la puerta, la abren y tiran los regalos. La finalidad es recrear la dinámica de trabajo de los duendes de Papá Noel, quienes, además, son los amigos invisibles que colaboran con la noble causa del también conocido como Santa Claus.
Un grupo de peruanos le contaron a este diario cuáles fueron aquellos presentes que sumaron una dosis de felicidad a la popular fiesta decembrina.
Jhody Gallo, 42 años, analista de proyectos
El libro La distancia que nos separa, de Renato Cisneros
José Abel Castillo, 30 años, abogado
Dos sets de cuerdas para guitarra eléctrica y uno de vitelas
Gonzalo Mauriola, 23 años, estudiante de Publicidad
Una taza de uno de los marcianitos de Toy Story
Nino Ramos, 29 años, analista social
El libro Biología de la mente, de Francisco Javier Álvarez Leefmans
Francis Olano, 28 años, relacionista comunitario
El perfume Score, de Cyzone
Ronald Córdova, 18 años, estudiante de Comunicación Audiovisual
Una caja de galletas Oreo. “El regalo más sincero es la comida”, afirma.
Hector Silva, 30 años, arquitecto
Un reloj. “Evitaba que me distrajera en el trabajo”, comenta.
Aldair Mejía, 23 años, fotoperiodista
Una taza con la forma del lente de una cámara
Carlos Hernández, 27, designer
El libro Humano, demasiado humano, de Nietzsche
Roberto Seminario, 43 años, director de Comunicaciones Internacionales
Un BlackBerry en el año 2003
Si bien no existe una guía para entregar el regalo correcto, tampoco para agradecer con las palabras adecuadas, hay en el inventario de tiendas y bolsillos una lista de objetos recurrentes que varían según las preferencias del comprador.
Recuerda que el elemento entregado entusiasma no solo a quien lo recibe, también a quien lo obsequia. Bien lo dijo el dramaturgo francés Pierre Corneille: “La forma de dar vale más que el regalo”.