
El cortaúñas es un utensilio esencial en la higiene personal, pero compartirlo con otras personas puede representar un grave riesgo para la salud. Diversas infecciones pueden transmitirse a través de este objeto de uso personal, convirtiéndolo en un foco de contaminación. Este 2025, el Ministerio de Salud (Minsa) ha alertado sobre la importancia de no intercambiar estos instrumentos y mantener una higiene adecuada.
Las manos y los pies son zonas propensas a albergar microorganismos, incluyendo bacterias y virus. Al compartir un cortaúñas, estos patógenos pueden transferirse con facilidad, incrementando las probabilidades de contraer infecciones.
El cortaúñas puede convertirse en un vehículo para la propagación de infecciones si no se desinfecta correctamente. Entre las enfermedades más comunes que pueden transmitirse por esta práctica se encuentran:
El Minsa recomienda evitar compartir objetos de higiene personal y desinfectar regularmente el cortaúñas con alcohol isopropílico o soluciones antimicrobianas para minimizar los riesgos de infección.
Paroniquia aguda. Foto: Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
Aunque muchas personas lo pasan por alto, el pequeño orificio ubicado en la palanca del cortaúñas cumple una función práctica. Este diseño permite que el accesorio pueda sujetarse a un llavero, cadena o gancho, facilitando su transporte y evitando su pérdida.
Además de su utilidad como enganche, este agujero también puede emplearse para realizar pequeños trabajos manuales, como doblar alambres con precisión.
La función principal del orificio es que se adhiera a un llavero. Foto: Manualidades Bellas.
La historia del cortaúñas se remonta a siglos atrás. Durante la dinastía Ming (1368-1644) en China, ya se utilizaban herramientas rudimentarias para cortar las uñas, conocidas como "leizheng". Estos primeros dispositivos empleaban un sistema de palancas para facilitar el corte.
Sin embargo, el cortaúñas moderno comenzó a tomar forma en el siglo XIX. En 1875, Valentine Fogerty patentó un diseño en Estados Unidos, aunque no tuvo gran aceptación. Años más tarde, en 1881, Eugene Heim y Celestin Matz perfeccionaron el mecanismo, creando un modelo más funcional y práctico, similar al que se usa hoy en día.
Desde entonces, el cortaúñas ha evolucionado con materiales resistentes, diseños ergonómicos y funciones adicionales que mejoran su desempeño.

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