Cada 30 de abril en México se celebra el Día del Niño, fecha que recuerda que debemos proteger y velar por sus derechos. Si bien en nuestro país esta celebración se conmemora el tercer domingo de agosto, en tierras aztecas es el último día de abril, pues la fecha original coincidía con otras efemérides importantes para los mexicanos, tales como el Aniversario de la Revolución (20 de noviembre), el Día del Trabajo (1 de mayo) y la Batalla de Puebla (5 de mayo). Por ello, en 1924, durante el gobierno de Álvaro Obregón, se decidió modificarla.
Asimismo, esta festividad que se celebra cada año, además de buscar rendirle homenaje a los niños, también tiene como objetivo recordar que los gobiernos deben respetar sus derechos, como el de la salud, educación y protección, independientemente del lugar en el mundo en el que haya nacido.
A continuación, te compartimos algunos poemas y cuentos cortos para los menores de la casa, quienes merecen celebrar su día de la mejor manera.
Con estas poesías, podrás recordarles a los niños lo importantes que son dentro de la familia y la sociedad.
Caritas de cielo,
parten sonrisas,
manitos abiertas,
abrazan con prisa.
Su mundo es amor,
amistad y ternura,
pasitos traviesos
iluminan la vida.
Pequeños maestros
de gran inocencia,
albergan en el alma
siempre la esperanza.
Caritas de cielo,
corazones sinceros,
siembran cada día
caminos de alegría.
¿Qué es un niño?
un ser inocente,
jugando pelota
con la rodilla rota.
La ilusión permanente
de ser diferente
rompiendo las reglas
robando galletas.
Ese ser que no miente,
que dice lo que siente
empujando un carrito
espiando un gatito.
Su mirada de cariño
recuerda a nuestro propio niño
y sus mil travesuras
premiamos con ternuras.
La luna lo cuida
de monstruos y entes
bendecimos su vida
con un beso en su frente.
Feliz día a los pequeños
que retozan sin parar,
viven alegres, contentos,
con deseos de jugar.
No se hacen ningún problema
por el odio o por las guerras,
en el futuro ni piensan,
ni en trabajo, ni en empresas.
Son felices todos ellos
con los globos en las fiestas,
golosinas, caramelos,
juguetes y bicicletas.
Permitan que disfruten
ahora que son pequeños,
de las cosas de la vida
la familia y los afectos.
No dejen que se termine
las sonrisas de los chicos,
¡Abrázalos con cariño
en este día del niño!
Cuando nace un niño,
la vida es más bella
y aunque sea de noche
brillan las estrellas.
Cuando nace un niño,
todo es alegría,
el mundo cambiará
a partir de ese día.
Cuando nace un niño,
irradia pureza
y quienes lo miran
no sienten tristeza.
Cuando nace un niño,
ya no hay soledad,
se suma un ser nuevo
para dar y amar.
Soy un niño... y quiero en mi día
todo esté repleto
de amor y alegría.
Soy un niño... y os voy contando
que yo necesito
aprender jugando.
Soy un niño... y para crecer
deben procurar
alimentarme bien.
Soy un niño... y mi vida es jugar.
Cuando sea grande
voy a trabajar.
Soy un niño... y vivo sin prisas
con una sonrisa
contemplo el futuro.
Soy un niño... y cómo celebro
que el mundo respete
todos mis derechos.
Con estos cuentos cortos, podrás impartirles conocimientos a los más pequeños de una forma amena y sencilla.
Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.
Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo:
– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo:
– “¿Podrías ayudarme a subir más alto?”.
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en un sutil vapor. El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y cayeron en forma de lluvia. Habían subido al cielo invadidas de soberbia y recibieron su merecido. La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho tiempo prisionera en el suelo, purgando su pecado con una larga penitencia.
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía guardar un secreto.
– “¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su padre, después de intentar escuchar una larga conversación entre los dos hombres.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo”.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el reloj en el ayuntamiento. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de palabras.
– “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja de papel a la tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”.
– “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso”.
En ese momento, alguien que estaba ordenando el despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al fuego.
Leonardo Da Vinci